El robo parecía sencillo para los asaltantes: sería en una casa habitada por una pareja de ancianos, en una zona residencial de Medellín, y ya tenían una infiltrada que les abriría la puerta. Nada parecía interponerse entre los asaltantes y su botín, pero cuando un hombre anda armado cualquier cosa puede suceder. Y lo que ocurrió, en el caso de don Octavio Osorio Urrea, fue una fatal equivocación.
Esta es la principal hipótesis que manejan los investigadores sobre el hecho, “un atraco que se salió de control”, y en el cual perdió la vida el papá del rector de la Universidad CES, Jorge Julián Osorio Gómez. Un crimen que golpeó el ánimo de la comunidad académica y de la sociedad antioqueña, y que deja dos sospechosos capturados y una mujer indiciada.
La tragedia sucedió a las 8:00 a.m. del pasado viernes en el barrio Estadio, donde hace más de cinco décadas residían el médico Octavio Osorio, de 93 años, y su esposa Margarita Gómez, de 91.
“Es una casa bellísima, muy ordenada, cerca de la iglesia, ellos siempre fueron hospitalarios”, recordó un vecino, y añadió: “A don Octavio le conocí dos hijas y un hijo, a quienes les inculcó el amor por la Medicina. El muchacho, que también se graduó de médico, luego llegó a la rectoría del CES por sus méritos”.
Para el cuidado de la pareja y el aseo de la vivienda fue contratada una empleada doméstica, según el expediente. Su contrato era temporal y cubría la semana del 7 al 11 de marzo, en reemplazo de la trabajadora habitual, quien se ausentó por una calamidad doméstica.
En su último día de labores le abrió la puerta a dos hombres, los cuales la empujaron violentamente. Uno de ellos le produjo una herida con un cuchillo en la boca y la mejilla a María Osorio Gómez, de 64 años e hija de la pareja.
Los invasores irrumpieron en la casa buscando qué robar. En el camino se encontraron con doña Margarita y la golpearon en la nariz, lanzándola luego contra la pared.
Octavio gritó, pidiendo auxilio, y eso sacó de quicio a uno de los agresores. Sin pensarlo dos veces, le propinó tres puñaladas en el abdomen.
La sangre asustó a los delincuentes, que salieron rápido del lugar, sin alcanzar a llevarse nada.
Según el reporte policial, a la casa llegó primero una ambulancia que la patrulla del cuadrante. Los paramédicos atendieron a las heridas y confirmaron el deceso del adulto mayor. Cuando aparecieron los patrulleros, no tuvieron más remedio que acordonar la fachada con una cinta amarilla, separando a los curiosos que lamentaban la desgracia.
La Gobernación, la Alcaldía y la academia se pronunciaron, rechazando el vil asesinato y expresando su solidaridad con el directivo del CES.