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Otra vez se perdió el rastro de La familia, la obra que la Policía se llevó del edificio Mónaco

La escultura del maestro Rodrigo Arenas Betancourt no ve la luz desde que el edificio de Pablo Escobar fue demolido. La familia del artista y en Fredonia, su pueblo natal, la buscan porque quieren exponerla.

  • María Elena Quintero custodia gran parte de la obra de su esposo, el maestro Arenas. Cree que la escultura La familia debe ser expuesta. FOTO Manuel Saldarriaga
    María Elena Quintero custodia gran parte de la obra de su esposo, el maestro Arenas. Cree que la escultura La familia debe ser expuesta. FOTO Manuel Saldarriaga
  • El busto del niño es el único molde de yeso que queda del tamaño original de La familia. FOTO Manuel Saldarriaga
    El busto del niño es el único molde de yeso que queda del tamaño original de La familia. FOTO Manuel Saldarriaga
  • En la casa donde vivió el maestro están las figuras humanas de tamaño real que conforman sus primeras creaciones: hombres y mujeres de facciones indígenas mayas que reflejan su paso por México, donde vivió casi 25 años. FOTO Manuel Saldarriaga
    En la casa donde vivió el maestro están las figuras humanas de tamaño real que conforman sus primeras creaciones: hombres y mujeres de facciones indígenas mayas que reflejan su paso por México, donde vivió casi 25 años. FOTO Manuel Saldarriaga
  • En la casa de Caldas se encuentra gran parte de la obra del maestro Rodrigo Arenas Betancourt. FOTOS Manuel Saldarriaga
    En la casa de Caldas se encuentra gran parte de la obra del maestro Rodrigo Arenas Betancourt. FOTOS Manuel Saldarriaga
  • La obra estuvo expuesta desde 1986 en la entrada del Mónaco, edificio que fue demolido en 2019. FOTO Archivo EL COLOMBIANO
    La obra estuvo expuesta desde 1986 en la entrada del Mónaco, edificio que fue demolido en 2019. FOTO Archivo EL COLOMBIANO
  • Otra vez se perdió el rastro de La familia, la obra que la Policía se llevó del edificio Mónaco
  • Esta es la réplica en tamaño real que hizo un escultor para una maestría y que fue llevada a Fredonia hace algunos días. FOTO Cortesía
    Esta es la réplica en tamaño real que hizo un escultor para una maestría y que fue llevada a Fredonia hace algunos días. FOTO Cortesía
hace 5 horas
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La familia ha sido una obra errante. La moldeó el maestro Rodrigo Arenas Betancourt, a finales de los 70, para adornar la plaza de Fredonia, su pueblo natal; un hombre prometió comprarla, pero como pidió que le escrituraran el pedazo de tierra sobre el que instalarían la escultura, el negocio se cayó y las figuras nunca se fundieron en bronce ni en tamaño real. Casi diez años después, llegó un segundo comprador, el narcotraficante que la colgó desde 1986 a la entrada del edificio Mónaco, en El Poblado, donde estuvo hasta poco antes de que lo demolieran, en 2019. Luego comenzó una nueva errancia que al día de hoy no termina. Se sabe que estuvo en el Museo de Antioquia, donde pretendieron dejarla, pero no se pudo; que la vieron en 2022 en una bodega por la Plaza Minorista; que puede estar en Bogotá, guardada en una sede de la Policía, su dueña actual.

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Con certeza, lo que se dice certeza, nadie sabe dónde anda la monumental escultura de casi siete metros de altura, esa otra hija del legado que el artista dejó en parques, iglesias y plazas y edificios, como El hombre creador de energía, en la plazoleta de la Universidad de Antioquia; La vida, tentación del hombre infinito, en Suramericana; El desafío, en el Parque Berrío, afuera del banco Popular; Monumento al pueblo antioqueño (o Monumento a la raza), en La Alpujarra; Monumento a los lanceros del Pantano de Vargas, en Paipa, Boyacá; Bolívar desnudo, en Pereira; o Cristo de la liberación latinoamericana, en la Basílica Primada de Barranquilla.

Todas ellas, al igual que decenas más, se imponen a la vista de la gente que las admira, resistiendo al paso del tiempo, algunas bajo la lluvia y el sol. Pero a La familia, nombrada en realidad La nueva vida según un libro que recopila obras del maestro, se le volvió a perder el rastro.

María Elena, la esposa

Ni María Elena Quintero, esposa del maestro, sabe qué fue de la obra. Ella vio salir la creación de las manos del artista, estuvo con él los casi seis meses que tardó en idearla y esculpirla en balso cuando se la iban a comprar en Fredonia, por allá en el 76, recuerda. La maqueta, a menor escala, está en el ancho corredor de su casa en Caldas, al sur del Valle de Aburrá, donde vivió con Arenas Betancourt hasta su muerte, justo hace 30 años el pasado 14 de mayo. Ahí están, como un tesoro, encima de un pedestal curvo, el hombre que eleva sus brazos sobre los muslos de la mujer, que a la vez extiende los suyos como queriendo volar y que, en la obra final, la que vio la luz tres décadas en el Mónaco, carga a la espalda al niño alado que señala el cielo con sus manos.

El busto del niño es el único molde de yeso que queda del tamaño original de La familia, es la cara de Rodrigo José, el hijo del maestro y María Elena, el único pequeño que tenían a la mano en esa época para que les modelara. El prototipo reposa al lado de piernas, brazos y cabezas gigantes que quedaron de los proyectos del artista, lo que no se dañó durante la fundición. Partes de cuerpos inspirados algunos en los trabajadores del taller que posaban con espaldas musculosas, piernas fuertes o nalgas prominentes.

El busto del niño es el único molde de yeso que queda del tamaño original de <i>La familia.</i> FOTO Manuel Saldarriaga
El busto del niño es el único molde de yeso que queda del tamaño original de La familia. FOTO Manuel Saldarriaga

La casa que refugia ese legado es de estilo campesino, rodeada de vegetación, de techo bajo, paredes blancas, ventanas grandes, baldosas rojas, verdes, amarillas. Da la impresión de ser un museo, pero ninguna administración del municipio ha hecho nada para que lo sea. Al aire libre están las figuras humanas de tamaño real que conforman las primeras creaciones del escultor: hombres y mujeres de facciones indígenas mayas, de pies gigantes, que reflejan su paso por México, donde vivió casi 25 años, se casó dos veces y tuvo tres hijos aparte de los dos con María Elena, la tercera esposa, la que quedó como guardiana de 60 años de trabajo artístico, también representado en serigrafías, dibujos, pinturas y textos.

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En las paredes del antiguo taller de Arenas hay cuadros, fotografías de las obras monumentales que se imponen en las ciudades; esculturas más pequeñas de Bolívares, parejas apasionadas, figuras alargadas; Cristos de distintas apariencias, con el tinte de Prometeo que el artista infundía en ellos; hay en ese cuarto un esbozo de la humanidad, del amor, del dolor, de la grandeza, de la historia y sus matices según cada cultura; de una muerte que coquetea, seduce, alcanza, atrapa, como lo hizo con el maestro cuando no lo dejó terminar su última pintura, que allí luce inconclusa colgada en una pared: es la tierra que lo está pariendo, uno de sus múltiples autorretratos.

También allá está la escultura de un gran torso, amarrado con alambres de púas, con la cabeza de Cristo muerto dentro, con una corona de dolor con la que el escultor representó los tres meses que estuvo secuestrado en el 87, cuando volvía con su esposa de Fredonia y los pararon en Amagá. Lo soltaron cuando María Elena pagó el rescate.

En la casa donde vivió el maestro están las figuras humanas de tamaño real que conforman sus primeras creaciones: hombres y mujeres de facciones indígenas mayas que reflejan su paso por México, donde vivió casi 25 años. FOTO Manuel Saldarriaga
En la casa donde vivió el maestro están las figuras humanas de tamaño real que conforman sus primeras creaciones: hombres y mujeres de facciones indígenas mayas que reflejan su paso por México, donde vivió casi 25 años. FOTO Manuel Saldarriaga

El legado que pulula aquí y allá en la casa está lleno de significados. Es la evidencia del genio que para María Elena fue Arenas, con quien la vida era, dice, una clase diaria de alguna cosa: literatura, medicina, astronomía, matemática, cultura, historia del arte; la hacía perderse en conversaciones eternas en las que le contó, por ejemplo, que en La familia, cuando se la inventó para el parque de Fredonia, quería enaltecer a la mujer, a diferencia de múltiples obras con preponderancia masculina, en especial a la mujer campesina.

La esposa quiere que La familia se luzca de nuevo, que sea contemplada, admirada, valorada, porque los rumores que le han llegado dicen que está escondida en una bodega, a oscuras. Allá en esa casa de Caldas, dice, hay espacio para exponerla, muy seguramente encima del pedestal, para que se note bien el semicírculo en forma de herradura que el maestro pensó desde el comienzo y que en el Mónaco se perdió cuando la clavaron contra la pared, con ensambles que le parecieron feos, que lo dejaron dolido.

En la casa de Caldas se encuentra gran parte de la obra del maestro Rodrigo Arenas Betancourt. FOTOS Manuel Saldarriaga
En la casa de Caldas se encuentra gran parte de la obra del maestro Rodrigo Arenas Betancourt. FOTOS Manuel Saldarriaga

Cuenta María Elena que la constructora Costa Azul le pidió al maestro una escultura para un edificio, en los tiempos de la política en Medellín de instalar una obra de este tipo en el espacio público de las edificaciones. Que el escultor les mostró varios proyectos que se habían quedado sin ejecutar y que ellos escogieron La familia. Que cuando estaban en el proceso de ensamble llegó una señora que dijo ser la compradora, más escoltada que un presidente, y que ahí que se enteraron de que estaban trabajando para Victoria Eugenia Henao, la esposa del capo del Cartel de Medellín.

Que después de entregada la escultura se desentendieron de ella, aunque vieron en las noticias el bombazo del Cartel de Cali en el edificio donde fue a parar. Que es falsa la versión de Henao, que escribió en su libro, sobre que ella misma buscó al maestro y hasta le dio la idea de que esculpiera una mujer, un hombre y un niño.

La obra estuvo expuesta desde 1986 en la entrada del Mónaco, edificio que fue demolido en 2019. FOTO Archivo EL COLOMBIANO
La obra estuvo expuesta desde 1986 en la entrada del Mónaco, edificio que fue demolido en 2019. FOTO Archivo EL COLOMBIANO

Poco importa para María Elena que La familia haya dado con esos dueños. La obra artística no tiene la culpa de en manos de quién queda, opina; no entiende por qué en medio de la colección de arte que se tuvo en el Mónaco sea la obra de Arenas la más estigmatizada. No importa tampoco si la exhiben en otro lugar que no sea su casa de Caldas, si la llevan a Fredonia, como busca la alcaldía, si la ponen en un museo, pero que la salven de ese olvido en el que está hace casi seis años. ¿Dónde está la obra?, se pregunta.

La directora del museo

María del Rosario Escobar, directora del Museo de Antioquia, también le perdió la pista a la obra. En 2019, el último año de la primera alcaldía de Federico Gutiérrez, el de la idea de demoler el Mónaco para construir el Parque de la Inflexión, la Policía le planteó al museo que se encargara de la obra, ahora un bien público, pero el trato se complicó.

Primero, La familia estuvo en el parqueadero del museo con la atención debida, la idea era que, como entidad privada, la recibieran en comodato, pero la Policía puso varias condiciones que no estaban en capacidad de cumplir, dice la directora, como unos aseguramientos.

Además, sentían que no tenían la autonomía que necesitaban para resignificar la obra. No querían anclarla en la fachada, concluyeron tras el trabajo que venían haciendo alrededor de los patrimonios incómodos, consideraban que no podían erigirla como la erigió el Mónaco, por el carácter simbólico de la escultura, temían atraer tours de extranjeros que glorifican la peor época de violencia de la ciudad, pensaron que lo mejor era tenerla en el piso o crear una gran sala, un relato alrededor de ella; en fin, ideas que quedaron en conversaciones internas, porque al final la Policía volvió a llevarse La familia.

Escobar opina que la escultura es patrimonio público, que está en la memoria de la gente, que debe ser expuesta, que puede servir para generar reflexiones, que una administración pública la puede custodiar. Al tiempo, afirma que no sabe dónde está, que la Policía se la llevó y no saben para dónde, ni si está en Medellín o fue a parar de nuevo a Bogotá.

La Policía

En noviembre de 2018, la Policía indicó que no había misterio alguno con la escultura del Mónaco, que estaba custodiada en Bogotá. Mandaron foto de las piezas forradas; desmintieron los rumores de que fue vendida o que estaba en la casa de algún alto mando de la institución. Que sin duda regresaría a Antioquia, dijeron. Dos años después, en diciembre de 2020, se seguía hablando de las gestiones que desde 2019 iniciaron para que la obra quedara en el Museo de Antioquia, se supo que estaba en Medellín.

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Después, nadie volvió a hablar de su paradero. En diciembre de 2022, la Oficina de Asuntos Jurídicos de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá (Meval), respondió a EL COLOMBIANO un derecho de petición en el que indicó que en los inventarios de la institución solo contaban con la escultura La familia entre las obras del demolido edificio y que estaba en óptimas condiciones de mantenimiento, en una de las instalaciones de la Meval, con la debida custodia, seguridad y embalaje para evitar su deterioro.

Otra vez se perdió el rastro de <i>La familia,</i> la obra que la Policía se llevó del edificio Mónaco

No podían dar la ubicación concreta, por razones de seguridad, tampoco permitir el ingreso para comprobar su estado o fotografiarla. Y señalaron que el 29 de enero de 2021 la directora del Museo de Antioquia envió un oficio en el que desistió de adelantar los trámites de comodato entre las partes. Para esa época, sostuvieron, la Meval adelantaba reuniones con la Secretaría General de la Policía Nacional, para definir una ubicación de la escultura. Esta semana, este medio preguntó de nuevo a la institución por el paradero de la obra, pero no se obtuvo una respuesta.

El alcalde de Fredonia

Aldubar de Jesús Vanegas conoció al maestro Arenas cuando era un niño, en apariencia sin futuro. Deambulaba por las calles cuando se encontraron y se hicieron amigos por medio de los libros; el primer acercamiento fue con La náusea, de Jean-Paul Sartre. Hablaron de la vida, la muerte, la nada, y el artista lo fue formando, le dio estudio, le mostró su genio, su talento, su visión del mundo. Es un sentimiento de gratitud el que tiene Vanegas por el escultor, gratitud que ve como la especie de tarea de saldar la deuda que cree que el país y el departamento cargan con el artista, de enaltecer su obra, de tener tan siquiera un lugar que compile parte de sus creaciones, para que la gente sepa cuáles son y las puedan apreciar.

Vanegas fue secretario local entre 2016 y 2021. Cuando se enteró de que La familia salió del Mónaco empezó a indagar por ella, con apoyo del alcalde de turno. Afirma que la Policía se la dejó ver, entre 2022 y 2023, en una bodega por la Minorista, que estaba en buen estado, bien custodiada, pero que nunca le respondieron las cartas en las que solicitaba que la dejaran llevar para Fredonia, el lugar al que cree que pertenece, porque fue creada para ese pueblo.

Ahora que es el mandatario local hasta 2027 impulsa la idea con más fuerza y sigue buscando la escultura; es la apuesta más grande que ha hecho ese municipio por enaltecer la creación del artista que nació en la vereda Uvital. Incluso, ya está allí una réplica en tamaño real que un escultor hizo para su maestría en la Universidad de Antioquia, que también se preguntó dónde estaba la original; la hizo blanca, dice Vanegas, para representar el alma de la obra sobre la que siguen buscando el cuerpo. La habían colgado en la fachada de un edificio en el centro de Medellín, pero hace algunos días la recibieron en Fredonia, algunos aplaudieron, celebraron.

En la plaza central de Fredonia, el Parque Internacional de las Esculturas Rodrigo Arenas Betancourt, donde están las figuras humanas de facciones mayas del maestro, Vanegas ya destinó un edificio para destacar al hijo de esa tierra que es uno de los artistas más importantes del país. Es una construcción de 1.200 metros cuadrados, en la que quieren tener un museo en su honor, donde buscan congregar en pequeños formatos de bronce las obras monumentales que están regadas por el país. Allá se encuentra la réplica blanca, aún sin instalar; allá se piensa tener un piso con la colección del maestro y otro destinado a la formación en artes plásticas para los niños y jóvenes del municipio.

Esta es la réplica en tamaño real que hizo un escultor para una maestría y que fue llevada a Fredonia hace algunos días. FOTO Cortesía
Esta es la réplica en tamaño real que hizo un escultor para una maestría y que fue llevada a Fredonia hace algunos días. FOTO Cortesía

El alcalde trabaja de la mano con la familia del artista para este fin, a María Elena le encanta la idea. Es una iniciativa que ya cuenta con apoyo de la Provincia de Cartama, a la que el Ministerio de Cultura prometió apoyo con la formulación del proyecto, por la que la Secretaría de Educación de Antioquia también manifestó interés. La gente, que reconoce a Arenas como hijo de las entrañas del pueblo, ha estado contenta con la idea; buscan, además, promover el turismo desde la memoria artística y el patrimonio del maestro, sobre todo ahora que Fredonia quedó aislado por cuenta de las vías 4G. El anhelo es que la escultura que sigue escondida tras salir del Mónaco se pueda lucir allá.

El alcalde seguirá buscando la obra, espera que la Policía dé alguna respuesta. Cree que el municipio es el mejor lugar para custodiarla, porque para él fue creada, para él fue diseñada antes de que comenzara a vagabundear. Lo importante, en últimas, es que La familia vea la luz, que se bañe con la admiración de la gente, porque como dijo el mismo Arenas cuando vivía: Arte y amor son embeleso, y para eso nació el hombre.


Siga leyendo: Nuevo comienzo para la escultura que estuvo en el Mónaco de Escobar

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