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En diciembre de 2016, días antes de la Nochebuena, en la zona de hangares del aeropuerto Olaya Herrera de Medellín notaron la presencia de una intrusa, una perrita callejera que se las arregló para superar las cercas de seguridad del terminal aéreo, el cual, sin planearlo, se convirtió en su hogar y lugar de trabajo.
Los bomberos aeronáuticos la acogieron y le brindaron refugio, pero con el único propósito de cuidarla mientras venía a recogerla la autoridad municipal encargada de los animales de la calle. Los albergues estaban tan llenos de perros y gatos abandonados que no la aceptaron y tampoco habían hogares de paso disponibles, por eso no les quedó de otra que continuar con la pequeña canina.
Los bomberos, entre ellos María Andrea Candela Solano, oficial de peligro aviario (OPA), y otros funcionarios del aeropuerto, hicieron varias campañas para recoger comida y atender a la perrita, que ya tenía varios nombres: Peineta, Negra y Cessna.
Al principio fue difícil porque no podían tenerla, por eso permanecía encerrada, solo la sacaban al curso de sensibilización aeroportuaria y la ofrecían en adopción entre los asistentes, pero nadie se la llevaba.
Séneca, como la bautizó el gerente del aeropuerto, era una rebelde, conservaba el espíritu de libertad que da la calle, no quería estar en el guacal y se desesperaba si la amarraban; hasta que un día, ante los ojos de María Andrea, como un avión, se voló.
Salió a correr detrás de una bandada de aves, por fortuna no había operaciones en el aeropuerto en ese momento. Fue gracias a esa situación que María Andrea notó que Séneca tenía unas características positivas para lo que necesitaban en el departamento en dispersión de aves.
—Yo le dije al gerente: “nadie se la quiere llevar y como mascota no la podemos tener acá, entonces déjeme trabajar con ella, entrenarla, y si da buenos resultados la dejamos para que sea oficial canino en el aeropuerto, ¿qué le parece?”. Y me contestó: “es su responsabilidad”— cuenta María Andrea que así fue como Séneca se convirtió en uno de sus retos personales de 2017... con un pequeño problema, ella no sabía entrenar de perros.
María Andrea se la jugó toda y tenía un as bajo la manga de su overol. Ella había ido a Tuxtla (México) a un curso de manejo de fauna en aeropuertos y allá entabló muy buenas relaciones con los entrenadores. Fue así como, por teléfono, ellos semana a semana le indicaban cómo debía amaestrar y entrenar a Séneca.
No fue fácil, las mañas que traía de la calle no dejaban que el entrenamiento avanzara al ritmo deseado, pero poco a poco Séneca empezó a obedecer, a acostumbrarse al ambiente de trabajo y a comportarse como debía en la estación de bomberos.
Al principio, de día, durante la operación aérea, lo único que debía hacer Séneca era quedarse juiciosa y obediente en el hangar. Después de las seis de la tarde, una vez aterrizara el último avión, María Andrea y el bombero Óscar Julián Méndez, en compañía de tres inspectores de plataforma, sacaban a Séneca a las plataformas para que les ayudara a dispersar aves.
Los resultados positivos se notaron en pocas semanas. La natalidad de los alcaravenes —que estaban acostumbrados a poner sus huevos en las mangas de la pista— disminuyó considerablemente.
Fueron seis meses de entrenamiento, en los que se iban puliendo sus procedimientos, recorridos, distancias, velocidad, tiempos y turnos.
“Para nosotros los bomberos, dispersar aves es un trabajo; para Séneca, como es instintivo, es un juego. Ella desea y espera cada salida —a plataforma— con muchas ansias y se nota que disfruta ahuyentar”, dice Maria Andrea.
Un año después de haber sido adoptada por los bomberos del aeropuerto Olaya Herrera, Séneca —con autorización de la torre de control— sale tres veces por jornada y solo le toma 10 minutos recorrer gran parte de la pista y hacer la dispersión de las aves que están en trayectoria.
Hoy, Séneca, es la primera “criollita” OPA de Colombia.