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Cuando Medellín tenía una playa para nadar

Lo que hoy es una avenida céntrica fue el sitio de esparcimiento obligado para las familias acaudaladas de Medellín. Historia de la transformación.

  • Quebrada Santa Elena antes de ser cubierta, en 1920.
    Quebrada Santa Elena antes de ser cubierta, en 1920.
  • Hoy la avenida está en un proceso de pacificación del tráfico. FOTOS cip el colombiano y julio césar herrera
    Hoy la avenida está en un proceso de pacificación del tráfico. FOTOS cip el colombiano y julio césar herrera
10 de agosto de 2019
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No es una coincidencia que la avenida La Playa tenga ese nombre. Durante los siglos XIX y XX, cuando Medellín apenas crecía, en el lugar que hoy ocupa el asfalto corría libre y rauda la quebrada Santa Elena, por cuyas orillas pasearon grandes personajes de la historia antioqueña.

Pero en 1924, cuando la ciudad soñaba con convertirse en polo de desarrollo industrial y económico de Antioquia, el cauce empezó a ser visto como un obstáculo. Por eso la oficina de Ingeniería Municipal autorizó canalizarlo, argumentando que era necesario para el progreso y salubridad de la ciudad.

Esa fue, quizá, una de las decisiones que más le cambió la cara al Centro de Medellín: el riachuelo cristalino con 20 puentes fue cercado con paredes y cubierto con un techo de concreto. Así nació la avenida.

Cuando sí era una playa

Esa quebrada, que alguna vez se llamó Aná, luego Aguasal y a la que algunos llamaron “la Loca”, por los estragos que causaba en mayo, durante las lluvias, era el “lugar obligado para las caminatas, giras y paseos de las gentes elegantes del cogollo (alta sociedad)”, tal como lo describió el escritor paisa Tomás Carrasquilla, en su obra Álbum de Medellín, publicada en 1932.

“De tiempo atrás tuvo estas quintas majestuosas y señoriales, tuvo juegos de agua, jardines y arboledas a la vista y contemplación del transeúnte”, contó Carrasquilla.

Era tan importante la quebrada que en sus orillas acamparon los conquistadores en 1541, encabezados por Jerónimo Luis Tejelo, quien estaba a órdenes del mariscal Jorge Robledo. Y después de 1890, cuando Medellín era apenas un pueblito, se convirtió en la zona favorita de las familias más acaudaladas.

“Varias casas de ‘hombres honorables’ sobresalieron por ser quintas lujosas. Imponentes, se levantaron en las orillas de la quebrada Santa Elena, que recorría la población de oriente a occidente”, narró Jorge Mario Betancur en su texto Moscas de todos los colores.

Obra de valorización

A finales del siglo XIX, con el crecimiento de la población en Medellín, aumentaron los vertimientos de aguas residuales al cauce de Santa Elena.

“De la mano del progreso arribaron los humores fétidos. Por primera vez en la historia se pusieron de acuerdo ricos y pobres: había que tapar esa cloaca porque, incluso, atravesar de una orilla a otra por cualquiera de sus puentes era exponerse a toda suerte de enfermedades”, explicó en La Bella Villa el escritor Néstor Armando Alzate.

Pero el costo de la canalización era tan alto, que la cobertura de la quebrada terminó siendo una de las primeras obras de la ciudad que se pagó con cobros de valorización.

Los trabajos iniciaron con “un presupuesto de 55.000 pesos oro, los vecinos contribuyeron con 20.000 conseguidos después de múltiples esfuerzos por la gerencia de Obras Públicas”, se lee en el informe Historia Urbana, publicado en el año 2000, que además aclara que el Municipio costeó el 50 % de los gastos y el 50 % restante corrió por cuenta de “los particulares interesados en la obra”.

Con la cobertura desaparecieron 20 puentes que habían sido levantados en menos de 10 kilómetros entre el sector de La Bocana (arriba de Las Estancias) y el de La Roco, a pocos metros de la desembocadura de la quebrada en el río Medellín, en lo que hoy es el sector de La Minorista.

Los árboles también se fueron acabando, pero aún hoy sobrevive una ceiba que, según el ingeniero forestal Mauricio Jaramillo, fue sembrada hace 199 años por el constructor y comerciante Gabriel Echeverri Escobar.

En transformación

El aumento del comercio transformó para siempre el barrio. De las casonas de ricos solo sobrevivió la Casa Barrientos que estuvo habitada hasta 1983 y luego quedó en el abandono hasta 2007, cuando la Fundación Ferrocarril de Antioquia y la caja de compensación Comfenalco se encargaron de restaurarla y convertirla en una casa de lectura infantil.

Hoy la zona atraviesa un período de transformación que busca “pacificar” el tráfico y peatonalizar algunos de sus tramos.

Humberto Iglesias, secretario de Movilidad de Medellín, explicó que esa pacificación significa que se desestimulará el transporte particular y se dará prioridad a los peatones y personas con movilidad reducida.

Las calzadas laterales, dijo, quedarán para el transporte prioritario (ambulancias, policía, seguridad y carga) y se restringirá la velocidad a un máximo de 10 kilómetros por hora. En las calzadas centrales —que van por encima de la quebrada— la velocidad permitida será de 30 km/h.

Andrea González, vecina de la zona, dijo que espera que con ese cambio en la movilidad y la programación que el teatro Pablo Tobón Uribe desarrolla en los alrededores, el barrio vuelva a ser un referente de cultura y disfrute .

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