Lucía débil, desnutrida, con la piel seca y descamada; tenía varios dedos de las patas mutilados y escasamente se podía mover; su comportamiento estaba totalmente alterado por el cautiverio; su estado de salud, definitivamente estaba comprometido.
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Así encontraron los veterinarios a una iguana, la última víctima animal de cautiverio en el Valle de Aburrá que fue rescatada por el personal del Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre (CAVR) del Área Metropolitana
“La iguana estaba extremadamente amansada, no corría ni reaccionaba como lo haría un individuo silvestre, lo que evidencia la pérdida de sus conductas naturales”, dijeron los especialistas.
Advirtieron además que este caso refleja el grave impacto de mantener fauna silvestre en cautiverio, algo que, de paso, está prohibido y ocasiona sanciones para quien incurra en la conducta.
De acuerdo con los antecedentes que pudo recavar el personal asistencial, la mencionada iguana había permanecido durante 25 años en una vivienda en la que además tuvieron como “mascotas” por un lustro a tres tortugas morrocoy.
Los cuatro ejemplares fueron entregados finalmente por sus tenedores de manera voluntaria a la autoridad ambiental.
La situación de las tortugas no era muy diferente al de su compañera prehistórica: dos de ellas tenían deformaciones en el caparazón conocidas como piramidismo, producto de una mala alimentación y condiciones inadecuadas de manejo.
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Desde el 2024, el CAVR ha recibido más de 130 iguanas por entregas voluntarias e incautaciones y más de 1.800 tortugas morrocoy.