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Sentado a las afueras de la sala 15 del Tribunal Superior de Medellín, Carlos Alberto Cantor daba la impresión de sentirse por fin aliviado, después haber dado una desgastante batalla judicial para no fallarle a la memoria de su hijo.
Fueron tres años y 10 meses de llanto, fatigantes audiencias, alegatos jurídicos y declaraciones a medios de comunicación para que no quedara impune la tragedia.
En ese tiempo tuvo que soportar, como él las llama, “propuestas absurdas para conciliar por dinero” e insinuaciones irrespetuosas que pretendieron culpar a su muchacho, Juan Esteban Cantor Molina, de su propia muerte. “Como si él supiera que ese edificio se fuera a caer”, dijo el papá, tras un largo suspiro.
En la sentencia de segunda instancia, presentada...
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