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Un ‘Árbol Raro’ es la joya centenaria de Rionegro

Planta bajo la custodia de Comfama es única en el mundo. La cuidan dos generaciones de jardineros.

  • El Árbol Raro está plantado en el acceso al parque de Comfama en Rionegro. Tiene casi 10 metros de alto, ocho de diámetro y 50 centímetros de ancho. FOTO Manuel Saldarriaga
    El Árbol Raro está plantado en el acceso al parque de Comfama en Rionegro. Tiene casi 10 metros de alto, ocho de diámetro y 50 centímetros de ancho. FOTO Manuel Saldarriaga
04 de diciembre de 2022
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En la entrada al Parque Comfama de Rionegro –por la que cada fin de semana pasa un ejército de visitantes en estridentes chivas y buses– permanece casi imperceptible una frondosa planta que ha sido bautizada como el Árbol Raro. Su nombre es más que acertado si se tiene en cuenta que es una especie única en el mundo conocida como Licania Salicifolia Cuatrecasas, según el Instituto Smithsoniano de Estados Unidos.

La historia oficial del Árbol Raro se remonta a 1934, cuando por primera vez entró en un registro botánico gracias al reconocido naturalista y académico bogotano Julián González Patiño, más conocido como el hermano Daniel de la comunidad de La Salle. González, viendo sus fuertes y anchos brazos que más parecen una robusta cuerda llena de nudos, notó su rareza. Por ello tomó muestras del mismo que hoy reposan en el Smithsoniano.

En 1951, el famoso taxónomo catalán José Cuatrecasas también se topó con esta rareza. Su experticia en especies andinas lo hizo ver que sus casi 10 metros de alto, ocho de diámetro y 50 centímetros de anchura reflejaban su importancia. Por ello lo clasificó como Licania Salicifolia y le agregó su apellido.

Bajo ese nombre fue registrado en la Universidad Nacional así como en la Universidad de Chicago en Estados Unidos y en el Smithsoniano.

Testigo centenario

Lo más sorprendente del Árbol Raro se revelaría con el traspaso de la finca Cantarrana (donde hoy está el parque) a Comfama por la familia Tobón Arbeláez, su antigua propietaria.

En 1972, llegó a Cantarrana el mayordomo Miguel Ángel Ortiz a quien, por caracterizarse por su paciencia, perseverancia y pasión, se le encomendó el cuidado del espécimen y de lograr su reproducción, pues para la familia esta planta era muy querida y, además, el anterior mayordomo no había logrado hacerlo en 18 años.

Sin embargo, en 1973, Comfama quiso comprar el predio para construir su nuevo parque recreativo. Los Tobón Arbeláez aceptaron venderlo con una condición: velar por el árbol. Con la intención de mantener aquella promesa, Ortiz fue enganchado como jardinero de Comfama y en especial del Árbol Raro.

Para octubre de 1976, el ilustre ciudadano Gabriel Obregon Botero envió una carta a Comfama y a la administración de Rionegro pidiendo un aislamiento especial para “la joya botánica” que según tendría centurias encima.

“En la primera década del siglo XX, mi abuelo Juan José Botero Ruiz me llevaba a contemplarlo y me contaba que a él de niño también lo llevaba mi tatarabuelo Juan José Botero Echeverri (nacido en 1772) porque él lo conocía desde su infancia, aunque desde ese entonces el árbol ya era adulto”, se lee en la carta, dando a entender que la edad del espécimen ya era desconocida para tan lejanas épocas.

Luego de “experimentar” por 18 años, don Miguel Ángel junto a otros jardineros como el señor Iván Alzate logró por fin sacarle dos plántulas al Árbol Raro. El asunto es toda una hazaña si se tiene en cuenta que para esas fechas la planta solo daba cuatro o cinco semillas (de color ocre, sabor amargo y parecidas a peras pequeñas) cada lustro.

Sin embargo, ya sea casualidad o no, con la muerte de don Miguel Ángel en 1995, las dos plántulas también fallecieron, dejando otra vez solo en el mundo al Árbol Raro.

Un legado familiar

Desde ese mismo año y tras la muerte de su padre, Jorge Ortiz asumió el legado como jardinero de Comfama. Además, basándose en los valores que le inculcó su padre, también asumió el reto de reproducirlo

“En mi niñez me crié en Cantarrana y conocía bien lo que mi papá hacía. De mis 51 años, 49 los he vivido ligado al Árbol”, contó Jorge, con un hablar pausado mientras jugueteaba con algunos frutos recién caídos de la planta.

Con brillo en los ojos, Jorge habla con orgullo sobre sus tareas para el cuidado del Árbol Raro. Contó que él y otros seis jardineros se encargan de la planta madre a la cual visitan mínimo una vez por semana porque hay gente inconsciente que a veces viene y se sube en él a golpear sus frutos.

Ya en su “oficina”, un vivero de 6.000 plantas de 120 especies distintas, don Jorge explica más del delicado proceso de reproducción y muestra sus tesoros más preciados: los “hijitos” del Árbol Raro que ha podido sacar desde 2005.

Según contó, desde la floración –que se da más que todo entre septiembre y noviembre por dos semanas– hasta que la semilla cae lista para la siembra, pasan casi tres años. A eso se le suma la demora de 8 a 12 meses para que la semilla logre germinar. O sea que en cuatro años de cuidados extremos se da una sola y delicada plántula.

Por fortuna, desde 2005 ya ha habido seis ejemplares que han sobrevivido y han sido trasplantados por todo el parque. Estos crecen un centímetro por año. Uno de ellos –que ya casi tiene los dos metros– “sacará cédula” en enero.

¿Hay riesgos?

Pese a las buenas noticias, hay algo que inquieta al particular jardinero, pues don Jorge ha notado en los últimos años que el árbol está dando más frutos de los habituales.

“Yo tengo dos hipótesis: una es que, con las obras del parque y la ampliación de la vía que pasa por acá, le está llegando más luz solar haciendo que produzca más flores y semillas. O la otra es que el Árbol Raro está en un estado terminal y nos está mandando un mensaje para que lo reproduzcamos más rápido con esas semillas”, apuntó con preocupación.

Otra pregunta que tienen Ortiz y sus compañeros en Comfama es que la vibración vehicular y el exceso de smog también pueden afectar al árbol por su cercanía con la vía Rionegro-Llanogrande. Por ello ya está en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de Especies.

Además, en el punto de acceso al parque en el que está, y al que muchos conductores de buses irresponsables acceden a toda velocidad, puede convertirse en un riesgo pues uno de estos automotores pesados podría volcarse e impactar contra él dañándolo sin posibilidad de recuperación.

Por eso instan a las autoridades competentes para buscar soluciones que permitan que este icónico árbol pueda perdurar muchos más siglos en el tiempo, o por lo menos hasta que no se vuelva tan raro toparse con otro ejemplar.

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