PVC-1, de Spiros Stathoulopoulos

El collar de perlas colombiano

Por: Oswaldo Osorio

¿Por qué rodar toda una película en plano secuencia? Esto es, una película filmada sin cortes, con la misma continuidad del teatro o de la vida. ¿Por qué hacerlo si lo que más define y diferencia al cine de las demás artes es la fragmentación y manipulación del tiempo? El director colombo-griego Spiros Stathoulopoulos lo ha hecho y dice tener sus razones. Una de ellas es muy válida y seguramente para muchos suficiente. Aún así, contar una historia de hora y media con una sola imagen continua es una decisión extrema que tiene sus consecuencias narrativas y dramáticas, tanto a favor como en contra.

Alfred Hitchcock ya lo había hecho hace sesenta años en La soga. Incluso con la tecnología digital se ha puesto un poco de moda este ardid técnico y narrativo: La más sorprendente de todas es Time code (Mike Figgis, 2000), que cuenta UNA historia con la pantalla dividida en cuatro planos secuencias. Después lo hicieron el mexicano Fabrizio Prada con Tiempo Real y Alexander Sokurov con El arca rusa. Hitchcock luego le confesaría a Truffaut su arrepentimiento por aquella decisión: “Me doy cuenta de que era completamente estúpido, porque rompía con todas mis tradiciones y renegaba de mis teorías sobre la fragmentación del film y las posibilidades del montaje para contar visualmente una historia.”

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IX Festival de Cine y Video de Santa Fe de Antioquia de Antioquia

Cine africano: una cultura y una mirada por descubrir

Por: Oswaldo Osorio

Si bien “exótico” es un término cliché para hablar del cine africano y de ese continente en general, lo que normalmente llamamos “exótico” no lo es tanto en comparación con lo que se podrá ver, del 4 al 8 de diciembre, en la nueva versión de este festival que, por su carácter temático, este año se dedica por entero al cine de África. Son treinta y cinco títulos de diversos géneros y duraciones que no sólo revelan un universo casi desconocido hasta ahora, sino también una forma de mirarlo y contarlo.

Nunca el cine que llega a las carteleras colombianas y mucho menos la visión que Hollywood nos ha impuesto, podría dar tan clara cuenta de la cultura y el continente retratados en esta inédita muestra. El África primitiva y territorio de los safaris son esos clichés con que occidente ha dibujado el más vasto continente del globo. Pero el África de estas películas también es la de las costumbres ancestrales y de las ciudades occidentalizadas, es la de su cotidianidad afincada en sus relaciones sociales y creencias religiosas, pero igualmente la de sus grandes acontecimientos históricos, la de las luchas por su liberación, y también es el continente negro y el musulmán mediterráneo.

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Malos hábitos, de Simón Bross

Pinches flacas

Por: Oswaldo Osorio

Es admirable la forma en que esta película da cuenta de la idea de los desórdenes alimenticios desde dos sentidos opuestos: la dieta y el ayuno, es decir, lo corporal y lo espiritual, pero al mismo tiempo, las muestra como dos cosas idénticas en su carácter de prácticas aberrantes. Por eso ésta podría ser una cinta perfecta para una campaña contra la anorexia, debido a lo contundente de su “mensaje”, sin embargo, está construida de manera que sus valores cinematográficos, sobre todo la creación de atmósferas y construcción de personajes, no hagan concesiones al simple proselitismo sobre el tema.

En esta cinta hay tres mujeres con problemas con la comida: la madre, que es la clásica anoréxica, aún a su edad; la hija, quien no quiere dejar de comer a pesar de la presión de su madre, porque supuestamente está gorda y “a los gordos no los quiere nadie”; y la monja, que cree que dejando de comer terminará esa lluvia incesante que tantas tragedias ha ocasionado. La comida, entonces, se convierte aquí en un problema mayúsculo por cuestiones sociales y sicológicas. Desde la perspectiva de estas mujeres, la comida no es una cuestión fisiológica, sino social y teológica, al punto de ser, no la fuente de alimento y salud, sino como un pecado, un placer culposo y una carga para el cuerpo y el espíritu.

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James Bond: Quantum of Solace, de Marc Foster

El nuevo héroe de acción 

Por: Oswaldo Osorio

Al personaje que protagoniza esta célebre saga cinematográfica se lo considera como la quintaesencia del espía glamurizado y sofisticado. Así fueron las primeras veinte entregas, en especial las protagonizadas por Pierce Brosnan. Los cinco anteriores actores que encarnaron al 007 preferían el martini “agitado, no revuelto”. Al nuevo James Bond, Daniel Craig, en su primera película, Casino Royale, no sólo le daba igual si era agitado o revuelto, sino que en ésta última entrega hasta cambió de cóctel.

Parece superfluo hablar de los tragos que toma el personaje más reconocido del cine de las últimas décadas, pero es que en ese cambio subyacen de fondo redefiniciones más significativas desde el punto de vista cinematográfico e incluso ético. El nuevo James Bond encarna al nuevo héroe del cine de acción que está tomando el relevo de aquellos que, por definición, eran nobles, justos, políticamente correctos y patriotas. Los de una par de décadas hacia atrás eran retocados con alguna carencia o defectillo, pero eso era para hacerlos parecer más rudos y diferenciarlos de los clásicos héroes del cine o de los relatos épicos.

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DIARIO DE ÍÑIGO

Noviembre 14 de 2008. La ciudad del cine para tías. Interior. Noche.
Hay unas películas que dan un poco de fastidio, de asco a sus edulcorantes recursos y al obvio e intencional  gesto para conmover. Eso me pasó con la película italiana Rojo como el cielo, de un tal Criatiano Bortone. Tan desagradable como los cerdos podridos de Saw, aunque por razones contrarias. Películas con niños o ciegos o reminiscencias del pasado o internados escolares (y ésta tiene todo eso) son casi siempre iguales: sensibleras y predecibles historias hechas a la medida de las tías que se jubilaron de profesoras de primaria, o algo así. Lo peor es que pasan por “cine independiente”, eso por ser italiana, por tener “mensaje” y porque la exhiben en una sala como la del “Colombo Americano”. ¡Me cago en el cine para tías! Como diría un buen españolote. A mí que el cine me transgreda, me agreda y me ponga a pensar, no que me bañe en chocolate con la historia tonta de un niño ciego.

Promesas peligrosas, de David Cronenberg

El oeste prometido

Por: Oswaldo Osorio

¿Dónde está el David Cronenberg visceral y truculento, idólatra enfermizo de oscuros juegos con la carne? Pues en el pasado, y allí está bien esa obra que  tanto fascinó y sorprendió a todo espectador que algo tuviera de perverso y fueran de su gusto las audacias mentales y orgánico-corporales. Porque lo que ha hecho este director canadiense con sus dos últimas películas es, aún manteniendo esa visceralidad y truculencia como contenida esencia, construir unos perfectos thrillers que dan cuenta de su madurez creativa y precisión narrativa, sin dejar de ser tan perturbador como lo era antes.

Es inevitable resaltar el parecido de este filme con el anterior del director, Una historia violenta (2005). El esquema es muy similar, esto es, en la vida ordinaria de alguien aparece una amenaza, un elemento extremo sustentado en la violencia. Pero mientras en Una historia violenta el asunto se resuelve relativamente fácil, aunque no exento de  sugestión y fuerza, y con un héroe tremendamente simpático y sin tacha, en promesas peligrosas esa amenaza sostiene la tensión durante casi todo el filme, haciéndose cada vez más pesada y asfixiante, mientras que el espectador y la protagonista están desamparados ante la inexistencia de un héroe tranquilizador.

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Ceguera, de Fernando Meirelles

La civilización en tinieblas

Por: Oswaldo Osorio

Cierra los ojos y verás, decía  el pensador francés Joseph Joubert. Pero está sugerente máxima, que hace referencia a la lucidez y al entendimiento, está muy lejos de ser asumida debidamente por todas esas personas que en esta película quedan ciegas. Aquí, no ver, es sinónimo de oscuridad total, de la vista y el entendimiento. Esa oscuridad en la que están sumidos todos es tomada por Fernando Meirelles (en su adaptación de Ensayo sobre la ceguera, del Nobel José Saramago), tanto como para crear una trama contada en clave de dramático thriller, como de alusión a la vulnerabilidad de la naturaleza humana y su civilización, la física y la moral.

La verdad es que el esquema que propone, tanto la fuente literaria como el filme, es harto conocido, esto es, poner a un grupo de personas, representativas de la sociedad, en una situación extrema y luego dejar que se desarrolle el drama producto de la tensión existente entre esas otras dos máximas, una que dice que el hombre es malo por naturaleza (Hobbes) y la otra que afirma que es bueno pero la sociedad lo corrompe (Rousseau). El señor de las moscas, de William Holding, es el referente más cercano, pero con el drama adicional de tratarse de niños.

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10 preguntas sobre Hell Boy II

1. ¿Es su argumento un intento de los guionistas por superar la marca de lugares comunes del cine de fantasía y de superhéroes?

2. ¿Qué pasó entre el rodaje de las dos películas, que Liz no sólo aceptó de nuevo a Hell Boy sino que se fue a vivir en concubinato con él?

3. ¿Será cierto que la forma tan fácil como Hell Boy vence a sus oponentes, más que una muestra de sus habilidades, lo que hace es producir menos emoción en el espectador?

4. ¿Sabrá Guillermo del Toro –o al menos su director de arte- que la Venus de Willendorff, esa enorme escultura de piedra que subastan al inicio,  realmente mide sólo 30 centímetros?

5. ¿El hombre de lata lleno de humo verdaderamente no es un héroe demasiado ñoño y “etéreo”?

6. ¿Sabrá Guillermo del Toro que las palabras “predecible” y “elemental” no son buenos adjetivos para estar asociados a sus historias?

7. ¿No se habrá dado cuenta el director la diferencia entre lo bien que funciona el efectismo visual de, por ejemplo, la muerte de ese ser de la naturaleza, en comparación con lo mal que funciona el efectismo argumental de, por ejemplo, no permitir que Hell Boy suelte al bebé en su combate?

8. ¿Los amigos de Guillermo del Toro irán a sus fiestas a tomársele el whiskey de cuenta de los millones que ha ganado con Hell Boy, pero mientras él atiende a otros invitados confiesan que les gusta más  Cronos, su primera película, y cuando hacía cine en México?

9. ¿Si Liz abraza a Abe enojada, entonces Hell Boy cenaría pescado frito?

10. ¿Dónde vivirán Liz y Hell Boy con sus dos diablitos de fuego ahora que no están al cuidado del gobierno, son desempleados y los humanos los discriminan por ser fenómenos (igualito que con los X-Men)?
I.M.

Premio Nacional de Cine para una película de Medellín

El cine de Medellín hasta hace poco se reducía a Víctor Gaviria. Lo demás, era muy poco y de cuestionable calidad. Con la película Apocalípsur, de Javier Mejía, aparece una nueva versión de la ciudad, una nueva forma de verla.

Es una película que también trata de algunos de los problemas de Medellín, pues se ambienta en la época del narcoterrorismo, pero la forma como está construida su historia, sus protagonistas –jóvenes de estratos altos- y el énfasis puesto en la amistad y en las expectativas de estos jóvenes en la vida,  la hace una cinta inédita y cargada de virtudes.

El Premio Nacional de Cine que le acaba de otorgar un grupo de personalidades internacionales, en el marco de la semana del cine colombiano, es la constatación de la calidad y la marcada diferencia que tiene esta película en relación con el cine reciente del país. Ya el Festival de Cartagena había hecho lo mismo, así como otra serie de eventos internacionales.

Así que no es la opinión de unos pocos, es un consenso que existe en torno a la importancia de esta cinta, una importancia que no tuvo eco en el público colombiano, ni siquiera en el de la ciudad, que no la acompañaron en su paso por la cartelera, lo cual evidencia cuál es el principal problema del cine nacional: su público.
O.O.

88 minutos, de Jon Avnet

 

Otro thriller común y corriente que llega a quitarle espacio a una posible buena película. Ni siquiera su gancho, la presencia del actor Al Pacino, es una buena razón para verla, porque se trata de otro papelito también común y corriente, como los que las estrellas hacen sólo con fines “alimenticios”.

El asunto es muy simple, un sicópata se quiere vengar del testigo que lo hizo meter a la cárcel y orquesta todo un plan para hacerlo. El espectador, por su puesto, no sabe nada sino hasta el final, cuando en un par de minutos, antes del desenlace, le explican todo. Es decir, es lo que se conoce como un “engaña bobos”, un argumento lleno de información oculta, falsas pistas y tensión superficial, que sólo mantiene la atención del espectador por la débil recompensa final de saber quién es el asesino y sus motivaciones.
I.M.