Caen las matrículas en las Universidades: ¿cuáles son los retos?

Giovanny Cardona Montoya, octubre 14 de 2019.

 

Sonó la campana: desde 2017 la matrícula universitaria en Colombia muestra señales de agotamiento. Esto no sucede muy a menudo, así que se han encendido las alarmas en todo el sistema de educación superior.

Vamos a revisar algunos de los números que se han divulgado pero como las señales aún son tenues, vamos a aprovechar la oportunidad para hacernos algunas preguntas de fondo sobre los retos de la Universidad de cara al futuro de los jóvenes y de la sociedad en general.

¿Cuáles son los números?

En 2013 se presentó una leve caída en la matrícula de “primíparos” pero, en general, el ingreso de estudiantes a educación superior ha crecido consistentemente hasta 2017. En este último año, los nuevos cayeron con respecto a 2016 en casi 8%. Si hablamos de admitidos (personas que aprobaron el proceso de ingreso), estos han descendido en 2017 y 2018 con respecto al año inmediatamente anterior. Los admitidos de 2018, son 100 mil menos que en 2016.

Sin embargo, para empezar a matizar los datos, el número de inscritos (personas que tienen interés en hacer una carrera en la educación superior) ascendió en 10% entre 2016 y 2017. Adicionalmente, en 2017, los admitidos representaban tan sólo el 40% de los inscritos, lo que deja una enorme brecha entre los interesados en estudiar y los que efectivamente logran un cupo en la Universidad.

Los datos publicados por el MEN señalan que en diferentes momentos ha habido caídas, tanto en las públicas (2015), como en las privadas (2017 y 2018). Pero, tal vez la alarma mayor se evidencia en la educación secundaria -cantera de las universidades-, ya que, las pruebas Saber 11 fueron presentadas por 2.000 estudiantes menos en el año 2017 con respecto al año 2016.

Por último, los datos generales aún no muestran una señal aguda de crisis -aunque evidencian que la caída se da en la universidad pública y en la privada- y, por lo tanto, vale la pena destacar el constante crecimiento de la matrícula en los programas de modalidad distancia-virtual. Actualmente, esta modalidad cuenta con cerca de 200.000 estudiantes.

EDUCACION ANTICUADA

¿Cuáles son las preguntas de fondo?

En materia de cobertura educativa, el país ha avanzado de manera significativa, lo que se explica en gran medida por los esfuerzos hechos por el sector público, tanto del nivel nacional como local, para financiar estudios superiores. Sin embargo, la cobertura apenas supera el 50% de los bachilleres.

Esto sin tener en cuenta que aún persiste un enorme grupo de niños y adolescentes, especialmente en las regiones, que abandonan el sistema educativo sin alcanzar su título de bachiller. Según un estudio de la Universidad de Los Andes, 44% de los jóvenes entre 16 y 24 años no terminan la educación secundaria. En las ciudades la tasa de éxito supera el 60%, pero en el rural apenas alcanza el 31%.

Por lo anterior, frente a la pregunta de cobertura la respuesta es: no hay escasez de jóvenes para matricular, hay muchos jóvenes que deberían estudiar y, entre estos, muchos buscan hacerlo pero no lo logran.

Y todos los caminos conducen a Roma: son jóvenes que no tienen recursos económicos para pagar sus estudios y/o que, por la baja calidad de su educación básica y media (escuelas pobres en recursos) no pueden aspirar a un cupo gratuito en la universidad -en la pública o a través de una beca por alto rendimiento, en la privada-.

Teniendo en cuenta la brecha entre las ciudades y el campo (incluso los pequeños y recónditos pueblos), es fundamental pensar en las metodologías para una educación a distancia-virtual y semi-presencial. La apuesta de Estado por una amplia cobertura en Internet -70% del territorio naciona con banda ancha para 2022- es una oportunidad que debe ser aprovechada para llevar educación de calidad a todas las regiones del país.

Ahora, el tópico no analizado en esta temática es que no sólo los jóvenes necesitan estudiar: la democracia los necesita formados y las empresas los requieren competentes. Es un pésimo negocio no apostar por una amplia cobertura educativa. Perdemos todos.

En 2007, de cara a las elecciones regionales de la época, se levantaron denuncias de trashumancia de votos que involucraban 726 municipios de Colombia. El trasteo de votos es de carácter nacional y es un síntoma, más que de pobreza, de bajo nivel educativo. Según la Mesa de Observación Electoral, MOE, 40% de los colombianos ha recibido una oferta de compra de votos en los últimos 5 años. Este país, según la MOE, es el tercer país latinoamericano donde más se compran votos, después de México y República Dominicana.

De otro lado, elevar la competitividad de nuestro aparato productivo es un propósito evidente. El Consejo Nacional de Competitividad señala que un Potenciador de Eficiencia es la educación, destacando como indicadores: la cobertura, la formación en media técnica, el número de doctores y postdoctores, las carreras de ingeniería y ciencias, el dominio de una segunda lengua y la tasa de desempleo juvenil.

La magnitud del rezago en materia de cobertura educativa, desde la perspectiva del aparato productivo nos la resume el DANE de la siguiente manera (2017):

Para el año 2017, la proporción de la población económicamente activa (PEA) que habían completado la educación media fue 33,5%. La distribución de los demás niveles educativos en la PEA fue la siguiente: el 23,2% había completado la educación básica primaria, el 5,7% la educación básica secundaria, 10,9% la educación técnica profesional o tecnológica, 8,0% la educación universitaria y el 3,4% postgrado.

En otras palabras, la verdadera preocupación del país no se debe ubicar en la reducción de las matrículas por una posible caída en la población joven o por la baja motivación de las nuevas generaciones para enrolarse en una carrera universitaria. El tema de fondo es que hay una enorme brecha de jóvenes que deben estudiar y no lo pueden hacer, porque les es económicamente imposible.

Colombia tiene un modelo educativo dual, el cual combina instituciones públicas con instituciones privadas. Pero, a pesar de la diferencia entre ambas, su tarea es la misma: prestar un servicio público, el de la educación.

Frecuentemente se presentan debates en Colombia sobre la necesidad de financiar a la Universidad Pública pero, como se puede ver, el problema es mayor: la pregunta es cómo se financia el servicio público de la educación. Son los jóvenes de todo el país, la sociedad democrática y el aparato productivo, los que necesitan que se asegure una cobertura educativa de calidad.

Hoy por hoy, la cobertura educativa es responsabilidad del Estado y del bolsillo de los padres de familia. Con estos recursos, tenemos los resultados que tenemos: baja cobertura, débil democracia y un aparato productivo poco competitivo.

Si dejamos de mirar la educación como uno de los retos, y lo entendemos como la raíz que afianza el verdadero desarrollo sostenible, la democracia y la paz, entonces, cambiariámos la ecuación y el sector empresarial, las familias y el Estado establecerían como prioridad la financiación de un plan agresivo de mediano y largo plazo que cierre la brecha en materia de cobertura educativa; sin cinismo y sin sofismas de distracción.

niño con computador y abuela en el campo

¿Ah y a las instituciones educativas que les decimos?

La Sociedad del Conocimiento es una realidad que obliga a repensar la forma cómo enseñamos. El mundo de la Transformación Digital está cambiando nuestras vidas y ello se debe reflejar en las metodologías, las mediaciones y los contenidos curriculares. El maestro de hoy no tiene por qué reemplazar a Youtube o a Google. Su nuevo rol es preparar a los jóvenes para un mundo abierto, cambiante y complejo.

El desarrollo sostenible, con sus dimensiones, ambiental y social, reclama un nuevo ciudadano. La Universidad debe repensar su currículo y colocar en el corazón del aprendizaje una ética acorde a los nuevos retos de la especie humana. Es impensable un futuro sostenible, con el espíritu mercantilista y consumista de la actual sociedad; y adicionalmente, es inaceptable que con los desarrollos que  la ciencia y la tecnología nos ofrecen, dos mil millones de personas vivan en la informalidad o mueran de enfermedades fácilmente prevenibles o curables.

Y, por último, efectivamente, la generación Z (centennials) no quiere asistir a clases anticuadas. Es posible que el esquema de programas largos (4 o 5 años) acompasado de metodologías tradicionales no sea atractivo para las nuevas juventudes. Y en ese punto, la Universidad debe dotarse de nuevas herramientas para atraer estudiantes. Existen desarrollos didácticos (pedagogía activa, learning by doing, aula invertida, gammification, etc.) que pueden hacer de la educación una experiencia más atractiva y significativa, sin que se pierda rigor.

 

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