América Latina tiene que voltear sus ojos hacia sí misma…y a largo plazo.

Estamos viviendo tiempos inciertos en materia de crecimiento y desarrollo económico. La recesión que devino desde 2007  a partir de la crisis inmobiliaria (subprime) se ha convertido en una “tos crónica” que no termina de sanar. Ni Europa, ni Norteamérica,  ni Japón han podido levantarse plenamente del golpe y, mucho menos, han logrado recuperar su condición de “locomotoras” de la economía global. De otro lado, los mercados emergentes, con China a la cabeza, no logran tampoco cumplir este rol.

Posiblemente ésta llegue a ser la desaceleración y recesión continua más larga de la historia. Diez años sin lograr una recuperación sostenida y con síntomas de recaida.

En este contexto, América Latina se ha roto. Los intentos de integrarnos de épocas pasadas parece que desfallecen. Sin embargo, en un contexto tan incierto, en el cual algunos expertos advierten sobre una posible nueva recaida de la economía global, se hace necesario revisar con una mirada más estratégica, más de largo plazo, las posibilidades de tener dinámicas integradoras en América Latina.

Mucho debemos aprender de cincuenta años del proceso de integración de los europeos. Incluso, en su actual crisis. El proyecto europeo sigue vigente y, aunque vive su mayor crisis, éste bloque continúa siendo el mayor y mejor referente para un proceso de integración regional.

Una Europa integrada, aunque con diferentes niveles de profundidad: no todos se vinculan a la Zona Euro.

Una Europa integrada, aunque con diferentes niveles de profundidad: no todos se vinculan a la Zona Euro.

Sin embargo, los mayores retos de la integración en América Latina no se encuentran en la falta de modelos, sino en la falta de voluntad política y de condciones para una complementación económica. ¿A qué me refiero?

1. No hay escenarios de negociación política entre países cuyos gobiernos no comparten ideas de política económica y social. Así, Venezuela, Ecuador o Bolivia no tienen voluntad para halla puntos comunes con los gobiernos neoliberales de Colombia, México o Argentina. Y lo mismo sucede con estos últimos, que sólo tratan de confrontar a los primeros, en lugar de concertar. ¿De qué integración latinoamericana podemos hablar si los gobiernos de la región se rechazan sin intentar tender puentes?

Esta realidad es tan compleja, que la visión de modelo de relaciones económicas internacionales en nuestros países cambia de gobierno a gobierno. Y si no, que lo digan en Brasil, Argentina o Paraguay, donde el péndulo de la política se ha movido de izquierda a derecha, y la consecuencia ha sido un replanteamiento de 180 grados en su modelo de desarrollo social y económico.

Sin políticas de Estado (largo plazo), en lugar de políticas de gobierno (según el presidente de turno), no hay ambiente para una real y sostenible integración regional latinoamericana. ¿Imaginan qué seria de la Union Europea si cada vez que el gobierno pasa de socialistas a conservadores y viceversa, se exigiera revisar los acuerdos del bloque?

2. No hay posibilidades de interdependencia. Nuestras economías (la mayoría de ellas) producen commodities de origen mineral o agropecuario, por lo tanto, sus mercados se hallan fuera del continente. Varios países, al menos tres, dependen de las exportaciones de petróleo, otros de cobre, otros de café y bananos. Sin diversificación y sin industrialización, no hay posibilidades una  mayor interdependencia.

En síntesis, los TLC con el resto del mundo no son integración económica, son una dinámica de liberalización comercial tipo “operación avispa”, para sustituir a las las negociaciones de la OMC, las cuales no logran avanzar. Entonces, Estados Unidos, la UE y otras grandes economías, encontraron a través de los TLC la oportunidad de abrir los mercados para las cadenas globales de valor. Lo que es más crítico, es que varios países de la región tampoco están conectados a dichas cadenas, ya que la mayor parte de sus exportaciones son productos sin procesar. Conozco casos como el de Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia o Venezuela, que dependen en gran medida de sus exportaciones mineras, sin agregación de valor.

Un solo producto es elaborado en una cadena de factorías que se distribuyen a lo largo y ancho del planeta. Una fábrica no hace un BIEN, hace una TAREA.

Un solo producto es elaborado en una cadena de factorías que se distribuyen a lo largo y ancho del planeta. Una fábrica no hace un BIEN, hace una TAREA.

Sin voluntad política de largo plazo y sin diversificación de la oferta exportadora, no tendremos integración latinoamericana. Ni Mercosur, ni la CAN estan logrando cohesionar la region.

El caso Saludcoop, enfermedad de un bebé que nació sin defensas: La Seguridad Social en Colombia.

El descubrimiento de mafias que se habrían encriptado en el Sistema de Salud en Colombia, tendiendo una maraña que enreda a diversos niveles e instituciones, incluido el mismísimo Ministerio de Seguridad Social, y la reciente intervención en Saludcoop, son virus fuertes que atacan a un organismo con un débil sistema inmune: La Seguridad Social en Colombia.

Según Rofman y Lucceti, en las sociedades tradicionales las familias se hacían cargo de los mayores y los desvalidos. Pero, con el desarrollo del mercado laboral, la reducción del tamaño de las familias y el envejecimiento de la población surgió la necesidad de una propuesta alternativa para este problema. Una definición clásica W. Beveridge) asume la Seguridad Social como la abolición del estado de necesidad de los individuos, asegurando a cada ciudadano en todo tiempo, una entrada suficiente para hacer frente a sus necesidades.

En los modelos de economía de mercado regulados por el Estado (como los que existen, con diferencia de grado, en casi todos los países del mundo) el salario de los empleados es el principal garante de la Seguridad Social y es complementado con los ahorros para jubilaciones, desempleo (cesantías) y salud.

Salud y Pensiones: análisis comparativo entre Colombia y el mundo

Mientras en los países industrializados la cobertura de seguridad social es cercana al 100% en los Países Menos Avanzados –PMA- ésta no llega al 10% y, en promedio, en el mundo sólo el 25% de la población está protegida.

Las reformas realizadas en América Latina, a partir de la apertura económica, y que en Colombia se comenzaron a materializar con la ley 50 (cesantías) y la ley 100 (salud), han tenido un objetivo fundamental: priorizar la seguridad social de los colombianos a partir de la universalización de la cobertura.

Sin embargo, América Latina es un pésimo ejemplo de equidad en materia de acceso a salud. Según la OPS casi una cuarta parte de los latinoamericanos no tiene acceso a ningún servicio de salud y sólo el 50% cuenta con algún seguro de salud. Para la CEPAL, en Guatemala o Ecuador, el 30% de los gastos en salud van dirigidos a la población de mayores ingresos y sólo el 12% a los más pobres.

Según un estudio realizado por la U de A, la Procuraduría General de la Nación, la UIS y Colciencias, la cobertura en salud ha crecido significativamente en Colombia, pero el hecho de que las personas tengan un carnet (cotizante, beneficiario o SISBEN) no garantiza que obtengan atención de calidad. Las empresas prestadoras de servicios colocan barreras para controlar los costos en un sistema que no tiene al ser humano como centro, tal y como lo exige la Constitución.

El tema pensional es el otro gran pilar del Sistema y el comportamiento demográfico del mundo acrecienta las dificultades. En materia de pensiones Colombia ofrece uno de los peores indicadores de la región. Según el estudio de Lucceti y Rofman, los colombianos mayores de 65 años que gozan de un beneficio pensional no llegarían al 20% (para el año 2005) pero se reconoce que el indicador ha mejorado desde los años 90s. Sin embargo, en Argentina, Brasil o Uruguay, la cobertura de beneficiarios adultos rodea el 80%. Aunque en Argentina la tendencia es negativa, contrario a lo que pasa en el resto de la región.

Las fuentes del problema:

Según Rofman y Lucceti, en la última década del siglo XX, sólo 41% de los asalariados colombianos estaban aportando a la seguridad social y para 2005, este indicador aún no llegaría al 45%. Si medimos el dato en términos de Población Económicamente Activa, PEA, o sea, en edad de trabajar y que necesita empleo,  apenas el 20% de la PEA estaría cotizando. Lo más crítico, desde la  óptica de financiación del sistema, es que el número de personas ocupadas y de PEA que cotizan al sistema, en lugar de aumentar ha disminuido.

Según el DNP para el año 2006, 16 millones de colombianos contribuían al régimen de salud y 70% de los no contribuyentes gozaban del servicio subsidiado. Para el 2010, la meta del gobierno nacional era llegar a 100% de cobertura subsidiada (23 millones de personas, aproximadamente), contra 17 millones de contribuyentes.

También es destacable que incluso en el sector público se presenten elementos de informalidad. En casos como Argentina o Colombia, cerca del 20% de los trabajadores aparecen como no cotizantes. Eso evidencia que incluso el Estado incrementa los contratos de prestación de servicios y proveedores, en lugar de empleados vinculados laboralmente.

Contrario a lo que pasa en Colombia, en Chile y Costa Rica -referentes ideales de la región- cerca del 60% de la PEA está cotizando y, en el caso de trabajadores asalariados, el dato se aproxima al 80%.

Empleo Formal: eje de la solución.

Se pueden aplicar correctivos que se justifiquen matemáticamente como son el incremento en la edad de pensión, el alza en el valor del aporte por parte de trabajadores y/o empleadores, el establecimiento de copagos a los servicios o la reducción del monto de las mesadas. Incluso, es necesario luchar contra la corrupción en el sector para optimizar los recursos, pero un hecho es contundente: con la tendencia a un desempleo estructural superior al 10% y la informalización del empleo -ya sea por el subempleo, la masificación de contratos por prestación de servicios o a través de empresas de temporales-, el Sistema de Seguridad Social que nos soñamos con la Constitución del 91 nunca será una realidad.

El problema principal de los Sistemas de Seguridad Social es la relación inversa entre la cantidad de empleos bien remunerados y el número de personas que requieren de sus servicios. No es viable un Sistema de Seguridad Social que dice centrarse en el ser humano si, mientras la expectativa de vida de la población aumenta, no se estimula la creación de empleos formales y bien remunerados.

El régimen de Seguridad Social Colombiano es relativamente joven, aún  no cumple 20 años, pero hace parte de un sistema más complejo: el productivo. Si la economía no crece, (pero no nos referimos a las exportaciones de commodities de la minería, sino a la industria, a los servicios, a la agricultura diversa); y, en consecuencia, si no aumentan los empleos y los salarios altos, derivados de más productividad y competitividad de nuestras empresas, el Sistema de Seguridad Social de cobertura universal y justo nunca llegará a ser adulto.

Globalización Financiera: retos para países subdesarrollados

Mientras el Norte desarrollado trata de salir de la crisis en la que se halla inmerso – la cual nos puede ser contagiada- vamos a dedicarle unas líneas a una perspectiva más de largo plazo de lo que sucede en los países en vía de desarrollo en esta dinámica de los mercados internacionales de capitales.

Una condición necesaria para que una economía crezca es la existencia de recursos financieros que permitan la creación de nueva industria -fábricas, pozos petroleros, etc.- y la construcción de obras de infraestructura.  La primera fuente de recursos para ello debería ser el ahorro doméstico: el ahorro de las familias y el recaudo de impuestos.

Sin embargo, una característica de muchas economías subdesarrolladas es precisamente la falta de ahorro interno. Ya a comienzos de este siglo se notaba una gran debilidad en este frente. Según estudios de banqueros hispanoamericanos, para 2003 la banca sólo capturaba el 23% del PIB, exceptuando Chile que llegaba al 40%. Este dato se complementa con una cifra concreta: mientras el ahorro en América Latina equivalía al 20% del PIB, en el este asiático este indicador llegaba al 35%.

Es por ello que nuestras economías requieren  de capitales extranjeros para estimular la inversión y el crecimiento, ya sea en forma de Inversión Extranjera Directa (IED) o de Portafolio, Créditos Internacionales o Ayuda Oficial para el Desarrollo –AOD- (recursos de cooperación internacional) (ver gráfico de Capitales Internacionales para el Desarrollo).

Estos recursos tienen diferentes orígenes, características y destinos. La AOD son recursos subsidiados (donaciones, préstamos a tasas preferenciales, etc.) que tienen un menor costo para los países receptores. Igualmente, la IED tiende a ser fuente de recursos de largo plazo que se destinan a la creación de infraestructura e industria.

De otro lado, los créditos de la banca privada son más onerosos que los de bancos públicos o de instituciones multilaterales como el BID, el BM o la CAF, etc., los cuales tienen entre sus objetivos promover el desarrollo. Generalmente las instituciones privadas cobran tasas de interés más altas, prestan a plazos más cortos y ofrecen menores períodos de gracia (tiempo muerto para amortizaciones).

Los capitales de portafolio son recursos de corto plazo, necesarios para asegurar la liquidez de los mercados financieros pero sumamente volátiles. A cualquier señal de crisis económica o política, los inversores de estos capitales salen a la venta de sus activos financieros y buscan otros refugios.

Según este gráfico, con el  transcurso de los años, la AOD ha ido perdiendo peso dentro de las fuentes de financiación para el desarrollo. Si bien, los países industrializados se han comprometido a dedicar el 0,7% de su PIB para la AOD, la realidad es que la mayoría de ellos no cumple este compromiso y, como se ve en el gráfico, la participación de este rubro ha caído significativamente. En cambio se destaca la creciente participación de las Inversiones de Portafolio y de la IED. Si bien los capitales de portafolio preocupan por su volatilidad, la IED genera grandes expectativas por su tradicional carácter de inversión productiva.

IED y sus efectos sobre el desarrollo: la economía mundial ha transferido al sector privado la mayor responsabilidad como ente generador de recursos para el desarrollo. La AOD ha sido reemplazada gradualmente por los recursos del mercado privado de capitales. En este marco, la IED genera grandes expectativas. Veamos la realidad:

Este gráfico del profesor chileno Ricardo Ffrench Davis  (presentado en el curso de Integración Regional en la Universidad de Barcelona, 2005) muestra  unos datos  críticos bastante contundentes: mientras en el período 1983 – 2002, la IED en el mundo creció casi 12 veces -ver (b)-, el PIB mundial sólo lo hizo en 70% -no alcanzó si quiera a duplicarse.- Entonces, surge la pregunta de por qué una expansión tan importante de los flujos financieros de largo plazo alrededor del mundo no se traduce en mayores tasas de crecimiento económico.

La falta de eficiencia de la IED como generadora de crecimiento se explica en la última columna de la derecha (c) donde se evidencia que aproximadamente 2/3 partes de estos recursos se fueron a fusiones y adquisiciones (F&A), o sea a la compra de industrias ya existentes y no a  la generación de nuevas empresas. Para graficar este dato digamos que Sab Miller, la cervecera surafricana compró Bavaria con una inversión de seis mil millones de dólares. Esta es una IED que no generó una nueva industria,  sino que simplemente continuó con una tendencia la economía mundial: fusión de bancos, integración de aerolíneas, monopolización de servicios de telefonía, etc.

Colombia es un país que en las últimas dos décadas se ha convertido en un mercado atractivo para los capitales extranjeros, particularmente IED. La tarea central del gobierno es asegurarse que lleguen recursos financieros de largo plazo no sólo para la extracción minera (que es muy importante) o para la compra de supermercados ya existentes en el país, sino que incursionen en sectores de nueva industria, particularmente aquellos relacionados con la tecnología de punta y, muy especialmente, en el campo y la agroindustria.

Cada país tiene sus particularidades. Colombia tendría una gran oportunidad si lograra hacer competitivo al sector agroindustrial. Atraer recursos de IED y de AOD es una prioridad para resolver el enorme problema de la pobreza en el campo, a la vez que se incursiona en los mercados internacionales con productos competitivos de un sector que tiene un gran potencial para nuestro desarrollo.