La coyuntura nos hace olvidar el horizonte.

Giovanny Cardona Montoya, octubre 25 de 2020.

 

En Colombia, a través de algunas dinámicas medianamente participativas, se han formulado apuestas de largo plazo. Son propuestas que a veces nos hacen ilusionar que vamos a tener una hoja de ruta para transformar el país, para hacerlo más desarrollado, justo y sostenible. Pero casi siempre son cantos a la bandera, ilusión de un día. ¿Alguien se acuerda de Colombia 2032? Mmmm, probablemente pocos.

De igual manera, crisis trascendentales sirven para sugerir que no debemos mantener este rumbo, que es hora de cambiar. Con el Covid lo hemos dicho -yo también-: el mundo no puede ser el mismo después de la pandemia; pero, ¿el mundo va a ser otro o nosotros vamos a actuar diferente?

Los números de la pandemia cada día son más claros y dolorosos: el desempleo y pobreza se extreman. Ya se habla de 50% de pobres en Colombia por culpa de la pandemia. Y la tentación es resolver esto con medidas de choque.

Se viene un año electoral y tras él  muy probablemente “la limosna” desde el erario público, la exhacerbación del clientelismo, las medidas populistas y demás trucos de magia que mitigan los síntomas de la miseria y el hambre, pero que también distraen para no hablar de las raíces de dichos malestares.

No dudo que hay que aplicar paliativos y medidas urgentes para atender a los más afectados, ojalá se estuviera haciendo incluso ahora que la situación es tan crítica para miles de familias. Pero no podemos olvidar que más allá de la pandemia, hay problemas estructurales que al atenderlos se siembra para cosechar un desarrollo más sostenible.

Visión Colombia-2032 pretende convertir este país en la tercera economía de América Latina, como resultado de la innovación y las exportaciones basadas en alto valor agregado. Para que la economía colombiana evolucione en la dirección deseada es necesario que se generen ciertas condiciones que aseguren un entorno favorable para las empresas, a la vez que hay que hacer una revisión de las industrias a las que se les desea dar prioridad en un nuevo modelo de desarrollo.

Sugiero retomar cinco propósitos estratégicos que ya eran claros desde que se formuló Colombia 2032 y que siguen teniendo pertinencia:

1. Consolidar un talento humano creativo, innovador, adaptable al cambio y a las condiciones de un mercado global cada vez más cambiante y complejo. El país debe asegurarse que el sistema educativo, la alimentación de los niños y los programas y estrategias de CTeI creen las condiciones para que el talento humano eleve la productividad, la calidad y la agregación de valor de nuestros bienes y servicios. Este problema se manifiesta desde la educación pre-escolar y se extiende hasta la educación superior que debe formar técnicos, tecnólogos, ingenieros, estrategas e investigadores.

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2. Fortalecer el mercado laboral formal. La economía informal y el subempleo se presentan como una espada de doble filo en contra del desarrollo económico. De un lado, los bajos e inestables ingresos debilitan la demanda agregada reduciendo el efecto multiplicador de la inversión productiva que hagan las empresas o el Estado. De otro lado, la informalidad se convierte en una competencia desleal para el comercio legal, a la vez que es fuente de crisis del régimen de seguridad social. Para nadie es un secreto que el SISBEN y los aportes subvalorados al régimen contributivo están haciendo un hueco en las finanzas del sistema de salud. Empleos bien remunerados y formales son una fuente de solución para esta crisis.

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3. Desarrollar la infraestructura física y tecnológica del país. El fortalecimiento de las relaciones comerciales entre el campo y la ciudad y entre el país y el resto del mundo, reclama unas inversiones significativas, de mediano y largo plazo que van más allá de las autopistas 4G. Para poner sólo unos ejemplos, este país no tiene una suficiente y adecuada salida al Pacífico, eje del comercio mundial. De igual modo, hay ausencia de vías terciarias y carreteras adecuadas para que las ciudades, pueblos y veredas movilicen los productos en doble vía.

4. Reducir la dependencia de la producción y exportaciones de los combustibles fósiles. El problema de fondo no es que en la pandemia hayan caído los precios internacionales del petróleo; el problema de fondo es que Colombia no tiene reservas importantes del combustible fósil para el largo plazo. Nos guste o no, esa es la realidad; adicional al problema del calentamiento global agudizado por el uso de combustibles fósiles, debemos mirar hacia otros sectores con más potencial de largo plazo. Por ello, de éste reto se deduce el último de nuestra lista.

5. Desarrollar sectores exportadores con recursos renovables. Colombia se ha venido desindustrializando a lo largo de las últimas tres décadas. Cada vez nuestros productos tienen más componentes importados, a la vez que las exportaciones manufactureras y agropecuarias se han convertido en marginales en la balanza comercial.

Está claro que las economías industrializadas y las emergentes se han consolidado a partir de la agregación de valor a sus mercancías y la consolidación del sector servicios. Aproximadamente ¾ partes del comercio mundial tiene que ver bienes de alto valor agregado, sólo lo restante son commodities; a la vez que el 70% del comercio mundial se realiza entre Europa Occidental, Norteamérica y el Este Asiático.

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En este contexto, asumiendo que la sostenibilidad de nuestro desarrollo conlleva la necesidad de resolver problemas estructurales de la población más pobre, muchos de los cuales viven en el campo o han huído de éste; y que el potencial de nuevos sectores fortalecidos por I+D+i tiene semillas importantes en el sector rural, se hace relevante recordar los retos que señaló hace cinco años el Censo Nacional Agropecuario:

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Qué la pandemia no nos enceguezca, la fragilidad con la que nos encontró el Covid se corresponde con problemas estructurales que requieren salidas de largo plazo y no pañitos de agua tibia. El potencial rural colombiano en recursos naturales y humanos puede ser una de las claves de un exitoso proyecto de largo plazo. Proyecto que busque reestructurar la economía del país, centrándola en propósitos dirigidos hacia la sostenibilidad, la formalidad empresarial y la diversificación industrial que, apalancada en I+D+i, enriquezca de valor nuestra oferta productiva y exportadora.

Fin de la cuarentena: sembrar futuro en lugar de volver a la normalidad.

Giovanny Cardona Montoya, agosto 23 de 2020.

 

Comienza a respirarse un aroma a posible “regreso a la normalidad”.

A pesar de que el número de fallecidos va camino del millón de personas, que los contagiados confirmados superan los 22 millones, -siendo éstos la muestra de un número desconocido de contagiados no diagnosticados-, y que se presentan rebrotes en algunas ciudades del mundo donde ya se han relajado las restricciones de interacción social, todo indica que Colombia y el planeta se van preparando para “volver a la normalidad”.

El anuncio de vacunas en Rusia y China, además de los informados avances de otras en Europa y Norteamérica y el “agotamiento” de un sistema económico focalizado en el crecimiento más que en el desarrollo social y ambiental, son los principales determinantes del final de la extendida pero necesaria cuarentena.

Sentiremos el alivio de poder volver a la calle y de reencontrarnos con seres queridos, de viajar y de sentarnos en un restaurante a departir con amigos. Probablemente los amantes del fútbol, de los conciertos y de las discotecas no están tan optimistas aún; las aglomeraciones siguen siendo “el Caín” de esta historia.

Digamos que esta lectura de un posible final de la cuarentena es básicamente un momento feliz. Y es comprensible.

Sin embargo, durante la pandemia han aflorado cuestionamientos serios a nuestro lifestyle, demandando una “nueva realidad”; no volver al tren de vida de antes. Pero parece que ya se nos está olvidando.

La súbita aparición del Covid conllevó incertidumbre, angustia y reacción. No lo vimos venir, no lo esperábamos, no sabíamos cómo actuar. Improvisación ha sido el nombre del juego.

¿Seguiremos siendo reactivos hacia el futuro? No deberíamos. ¿Por qué no?

1. La pandemia dejará secuelas. Aunque pronto habrán vacunas, los contagios y decesos continuarán por un buen tiempo (años). Adicionalmente, la Organización Panamericana de la Salud  señala que las enfermedades psicosociales se han multiplicado por el esfuerzo físico y emocional de evitar el contagio y por el miedo a la incertidumbre económica. Adicionalmente, millones de personas han perdido familiares (no sólo por el Covid) y no pudieron hacer el duelo, tienen una herida emocional abierta.

2. La normalidad es parte del problema.

El virus es altamente contagioso, pero su letalidad no lo es tanto. Por ello, la cuarentena es fundamental para minimizar los riesgos de contagio, agravamiento y muerte. La clave es que el crecimiento de contagios sea lento para que los sistemas de salud y  particularmente las Unidades de Cuidados Intensivos- UCI- no colapsen. Pero la normalidad de la que venimos es aquella en la cual millones de personas viven en la informalidad y no pueden darse el lujo de encerrarse en sus casas. Deben salir a la calle para asegurar su sustento.¿A esa normalidad deseamos regresar?

El Estado de Bienestar de esta época neoliberal – de los 80s hasta nuestros días- tiene como su hilo más delgado a la ecuación empleo-desempleo. Si tienes un contrato laboral estás cubierto, sino, caes al vacío. ¡Sálvese quien pueda!, no hay un sólido principio de solidaridad para el bienestar. En este contexto, la pandemia ha obligado al cierre de empresas, por ende, el desempleo y la reducción de salarios se han disparado en el mundo.  Según CEPAL, Latinoamérica incrementará su desempleo en más de 11 millones de personas-.

Esta crisis ha sido atendida bajo la perspectiva de la ortodoxia neoliberal: estabilidad macroeconómica  y lógica de mercado para distribuir sus costos. Se sacrifican empleos y salarios, a la vez que caen primero los trabajadores informales y las microempresas. Banco Mundial estima que 100 millones de personas caerán en pobreza extrema como consecuencia de la pandemia.

A nivel global sucede lo mismo. Es un virus que pone en peligro a toda la humanidad y no tenemos un régimen multilateral sanitario para enfrentarlo. Somos un archipiélago de países luchando contra un virus que no conoce de fronteras. Al mismo tiempo, ya comenzó la “subasta” para que cada país trate de acceder a la vacuna. ¿Dónde quedó el Preámbulo de la Carta de San Francisco: “…emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todos los pueblos.”?

economia informal             Imagen tomada de: https://comunicacionparalaincidencia.wordpress.com/2012/06/09/imagenes-de-la-economia-informal-8/

3. La cuarentena, una pausa del desarrollo “insostenible”.

La presencia de algunos animales exóticos o salvajes hacia grandes urbes ha sido una curiosidad de la cuarentena. Hechos más concretos y significativos fueron las chimeneas apagadas de fábricas cerradas, la menor movilidad de vehículos, la reducción de la huella de carbono de millones de personas que se quedaron en sus casas. Pero volveremos a la calle, prenderemos las calderas, volverán los vehículos a las autopistas. ¿Queremos regresar al desarrollo “insostenible”?

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4. ¿Un mundo interconectado?

La recesión no es más aguda en este primer semestre de 2020 gracias al teletrabajo, el e-commerce y la educación virtual. Sin el desarrollo de las TIC, la crisis económica habría sido mucho más aguda. Sin embargo, es claro que las escuelas no estaban preparadas, el teletrabajo no se ha afianzado y el comercio electrónico apenas representa 13%  de los intercambios nacionales e internacionales.

La escuela y las bibliotecas ya no son la principal fuente de información. El campus educativo debe ser para pensar, para co-crear y para debatir, usando la virtualidad como vehículo de acceso, producción e intercambio de datos, información y conocimiento. En esta época, una buena educación presencial se debe apoyar en la virtualidad y, de otro lado, la distancia no tiene que ser una barrera para acceder a educación de calidad.

Sin embargo, en la cuarentena se evidenciaron muchos y elevados muros: modelos educativos tradicionales, docentes sin experiencia y estudiantes no preparados, ni motivados para una comunicación remota. Peor aún, según UNESCO, hay un alto porcentaje de hogares sin acceso a Internet.

niños sin conectividad para su educacion

En síntesis, no debemos regresar a la “vieja normalidad” porque:

– es una normalidad basada en una ética socioéconómica excesivamente individualista y en una frágil solidaridad supranacional entre los países;

– las secuelas de la pandemia (económicas, físicas y emocionales) requieren de creatividad solidaria para una rápida recuperación;

el planeta no resiste el tren de producción y consumo que llevábamos antes de la pandemia. Hay que migrar hacia una cultura de la frugalidad.

– el acceso universal a las TIC podría elevar nuestra calidad de vida, mejorando la cobertura, oportunidad y eficiencia de servicios que requerimos: educación, salud, banca, recreación, etc. No se trata de poner la virtualidad por encima de la convivencia tradicional, sino de aprovechar su potencial.

 

Crónica de una Recesión Inesperada.

Giovanny Cardona Montoya, Abril 19 de 2020.

Este artículo se fundamenta en el Editorial de mi autoría, publicado en el Boletín de posgrados de la Institución Universitaria CEIPA

 

Introducción:

El año 2020 comenzó con tímidas insinuaciones de una desaceleración económica global. Al Brexit y al menguante crecimiento económico de China se sumaron la guerra comercial entre Trump y el coloso asiático y la casi inevitable recesión alemana.

El año 2020 no pintaba muy bien. Pero, nadie se esperaba lo que vino después de febrero.

La humanidad jamás había tenido una pandemia que se expandiera por todo el planeta en tan poco tiempo. Estos también son los tiempos de la globalización: más interacción sin fronteras entre los ciudadanos del mundo trae como consecuencia mayores relaciones de causa-efecto.

Estamos viviendo una naciente recesión económica derivada de una fuerte pausa en el consumo y la inversión; pausa gestada no por razones económicas sino sanitarias. Consumidores y productores nos encerramos en las casas para controlar una pandemia y, en consecuencia, detuvimos el aparato productivo: no hay quien produzca y no hay quien consuma.

Las escuelas cerraron, al igual diversas plantas de producción; los aviones se quedaron en las pistas de los aeropuertos, los equipos de fútbol no salieron a jugar el domingo y los restaurantes cerraron sus puertas. Como piezas de dominó, tras estos fueron cerrando otros eslabones de sus cadenas de valor: transporte terrestre, operadores logísticos, proveedores de insumos, etc. Así funciona la economía, todos hacemos parte –con mayor o menor importancia- de un engranaje de producción, intercambio y consumo.

Y aunque la caída producción/consumo no se dio en el contexto progresivo del ciclo económico, sino, más bien, al margen de éste, las consecuencias y las recetas de corto plazo serán similares a lo que ya conocemos.

Los gobiernos, en esta fase del ciclo económico -desaceleración y recesión-, tratan a través del Gasto Público y la Política Monetaria (tasas de interés a la baja) de menguar el daño que produce la caída en la actividad privada. Compensar salarios, subsidiar arriendos, dar liquedez a los bancos y empresas, transferir recursos, son recetas conocidas cuando el Estado trata de dar oxígeno a una economía que se asfixia por el lado del mercado. Y eso es lo que están haciendo en mayor o menor medida todos los gobiernos del mundo.

ciclo económico https://co.pinterest.com/pin/154389093459389604/

 

¿Qué se ve venir en el futuro cercano?

Inversiones urgentes del sector público, especialmente en el sistema sanitario y en obras de infraestructura. Este es combustible inicial para poner a marchar nuevamente la locomotora de la economía.

Luego vendrán las ayudas a sectores seleccionados: los de mayor potencial de recuperación y los de mayor incidencia en el empleo. En el caso colombiano, la locomotora dependerá mucho de la recuperación de los mercados mundiales y de las decisiones de la OPEP para levantar el precio del petróleo. Elevar el precio del petróleo significa más divisas para el país –por exportaciones y por inversión extranjera- y recursos para el Estado para financiar su política expansiva de Gasto Público.

El mercado laboral arrancará desde abajo. Recuperación del empleo a salarios bajos y, por qué no, aprovechar la situación para que se filtre en el congreso alguna reforma relacionada con los costos laborales (eliminación de parafiscales, salario diferencial u otra medida que estimule la contratación a costa de los ingresos de los trabajadores).

En los mercados de bienes y servicios, el problema mayor será la gradualidad. Sectores como la construcción y las cadenas de valor de alimentos y salud reiniciarán labores más rápidamente. Sin embargo, la industria de esparcimiento y turismo lo hará después, probablemente se demore varios meses, en consecuencia, la aviación también arrancará a media máquina.

Ahora, como la economía es un sistema y no una nave dividida en compartimentos estancos, las industrias que comiencen más tarde (conciertos, turismo, eventos deportivos, etc.) ralentizarán a las que comiencen a dinamizarse antes. Si hay pocos vuelos, menos pasajeros y baja ocupación hotelera, entonces, la demanda de alimentos y bebidas disminuye, y así sucesivamente.

La delgadez de la cadena se evidencia en la frágil recuperación del empleo, lo que dibuja un círculo vicioso: la lenta recuperación económica se traduce en poco empleo; y este último trae como consecuencia débil recuperación de la demanda de bienes y servicios lo que, por ende, ralentiza su producción.

 

¿Y el futuro de largo plazo?

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Nada más propicio para un futurólogo que esta nueva realidad. Muy seguramente los padres de la prospectiva francesa dirían: “el futuro no está escrito, es una construcción colectiva”

Después de 60 años de reconocer y afrontar tímidamente una crisis de sostenibilidad que se ha ido agudizando por todo el planeta, la pandemia del Covid-19 nos ha ratificado lo vulnerable que es la humanidad.

¿Cuál es el futuro que nos vamos a construir? El futuro de largo plazo será mejor o peor, todo depende de las lecciones aprendidas y de las decisiones que tomemos después de que culmine la cuarentena.

Realmente el debate apenas comienza, después de que la crisis sea superada -en unos meses cuando nos acostumbremos a convivir con el virus y en un par de años cuando ya se cuente con una vacuna en todo el mundo-, vendrán las propuestas paradigmáticas.

Algunos apelarán a la necesidad de hacer ajustes al modelo existente; tal vez, volver la vista al intervencionismo estatal -un poco de Keynes y algo de socialdemocracia- para menguar la velocidad con la que el neoliberalismo nos estaría llevando hacia un desarrollo “insostenible”.

Otros señalarán la importancia de dar un giro de 180 grados al modelo de producción, intercambio y consumo que ha guiado al planeta en los últimos siglos. Tal vez una nueva sociedad con patrones de comportamiento y valores más asociados a la previsión, la solidaridad y la frugalidad.

Pero, sin lugar a dudas, cualquier propuesta que se presente pondrá sobre la mesa la discusión sobre el papel de las tecnologías avanzadas (transformación digital), particularmente las TIC, en la sociedad post-covid19.

Es claro que si los procesos productivos -incluidas las fases de intercambio y distribución- estuviesen más automatizadas, la pandemia hubiera encerrado a las personas en las casas, pero la economía estaría menos estancada. Entonces, ¿puede el actual paradigma económico lograr la armonía suficiente entre propiedad privada, transformación tecnológica y desarrollo sostenible en lo social y lo ambierntal?

Si el teletrabajo, la robotización de plantas de producción, la educación virtual, los vehículos sin conductores, etc, fuesen la constante, entonces ¿qué características debería tener el modelo de generación y distribución de riqueza para que éste fuese viable? ¿Qué relaciones dialécticas le caracterizarían?

usuarios de internet, celular y redes en 2020

https://wearesocial.com/blog/2020/01/digital-2020-3-8-billion-people-use-social-media

 

 

¿Por qué la economía colombiana no crece de manera sostenida? Por miopes.

Giovanny Cardona Montoya, agosto 4 de 2019.

 

Si hacemos memoria, desde que Colombia comenzó su apertura económica, sólo hemos tenido tres años en los que el crecimiento del PIB ha superado la barrera psicológica del 5%. De resto, nuestros indicadores de crecimiento han sido lánguidos y en 3 ocasiones hemos enfrentado el rostro oscuro de la recesión.

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La estructura del PIB colombiano.

Hacia 1990, cuando vio la luz el CONPES 2465 que indicaba el camino de la apertura económica, los propósitos se veían bastante claros: fortalecer la industria doméstica gracias a unas más sólidas relaciones comerciales y a la mayor disponibilidad de insumos. Sin embargo, el cambio que ha dado la estructura del PIB no parece mostrar, casi 30 años después, que ese propósito se halla logrado.

Mientras para dicho año, la industria manufacturera y el sector agropecuario representaban el 45% del PIB colombiano, casi 6 lustros después estos sectores sólo alcanzan el 17%. En contravía, comercio, minería y sector financiero incrementaron su participación en la estructura del PIB.

¿De qué depende el crecimiento del PIB colombiano?

En la cotidianidad colombiana se evidencia una visión miope de gobernantes, medios de comunicación, gremios y empresarios. El problema del crecimiento económico se podría analizar desde una perspectiva de desarrollo (evaluar el modelo de desarrollo) o macroeconómica (la que guía nuestros ojos mes a mes, trimestre a trimestre y año tras año). Es esta última la que evidentemente inspira a gobernantes y empresarios a la hora de tomar sus decisiones. Veamos:

- La mirada macroeconómica.

Esta perspectiva nos ha acostumbrado a monitorear las tasas de interés del Banco de la República, el precio del dólar y cualquier otra decisión coyuntural de gobierno o de la geopolítica internacional (las guerras comerciales de Trump o el precio del petróleo).

Bajo esta perspectiva, estamos atacando los síntomas, pero no las causas del bajo crecimiento. Es por ello que los medios y el gobierno “elevan cohetes” cuando el FMI indica que tenemos la mejor tasa de crecimiento de la región o que el ente subió nuestras perspectivas de crecimiento una o dos décimas. Nos acostumbramos a la precariedad del presente: alta informalidad económica, desempleo de 2 dígitos, exportadores de commodities mineros. Subdesarrollados es el nombre del juego.

Por lo anterior, el crecimiento económico depende del precio internacional del petróleo, del dinamismo del sector constructor y del gasto público. Por ningún lado aparecen categorías como Productividad, Agregación de Valor, Innovación, Emprendimiento o Competitividad.

Bajo esta perspectiva nos llamamos a engaños cuando aplaudimos la llegada de la Inversión Extranjera Directa -IED-, la cual no conoce nuestros campos, ni nuestras fábricas. Es una inversión que llega principalmente a la minería y subsidiariamente a la banca, al comercio y a las comunicaciones. Pero ahí no termina esta trama. Por cuenta de servicios internacionales (componente de la cuenta corriente de la balanza de pagos), año tras año, en forma de repatriación de utilidades y pagos de intereses de deuda externa se desangra el mismo capital. Así, por ejemplo, en 2018, los ingresos netos de capital (incluído el aumento de reservas internacionales) ascendió a casi 12 mil millones de dólares. Pero la sola repatriación de utilidades (sin el pago de interes de deuda externa) superó los 10 mil millones de dólares. O sea, “agua que viene, agua que se va”.

No somos un país atractivo para IED en sectores manufactureros o agro, ni tampoco para la reinversión de utilidades. De hecho, es larga la lista de empresas que han cerrado plantas en Colombia para proveernos desde sus factorías en países con los que tenemos firmados TLC. Entonces, sí hay un problema de fondo.

- La mirada del modelo de desarrollo.

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Esta perspectiva, tan poco analizada por gremios, empresarios, gobierno y medios de comunicación, busca las raíces del bajo crecimiento económico, analizando los determinantes de nuestra competitividad.

– No hay políticas de Estado que definan sectores estratégicos que deseemos desarrollar a largo plazo. Hoy hablamos de Economía Naranja, y eso no tiene nada de malo. Excepto que seguramente será un propósito de gobierno que caducará en 2022. Porque este gobierno, al igual que los anteriores, no siembra a largo plazo; sólo busca salir dignamente al terminar su período. Por miradas estrechas como ésta es que Bogotá no tiene Metro o que Colombia no es una potencia turística o agroindustrial.

– No hay convicción de la importancia de invertir en Ciencia, Tecnología e Investigación o de desarrollar las vías terciarias que comuniquen al campo y los poblados con las grandes urbes para dinamizar un potencial mercado interno. Aquí las evidencias saltan a la vista: no hay patentes, no hay investigación científica, no hay alianzas entre empresas y universidades para desarrollos tecnológicos, no hay…

– No se toman decisiones para elevar la cobertura y calidad de la seguridad social. Los intereses privados -y a veces mafiosos-, que financian campañas políticas, no permiten que se desarrolle una estrategia agresiva público-privada para formalizar el empleo, lo que reduciría el déficit fiscal crónico (menos gastos por SISBEN), viabilizaría al sistema de salud (además de financiarlo para que mejore la calidad de sus servicios). Formalizar el empleo beneficia a todos, pero nadie quiere pagar ese costo (más del 40% de los trabajadores reciben salarios informales).

En síntesis.

No es que la economía colombiana no crezca (de manera sostenida) porque cae el precio del petróleo o porque sube el dólar (o porque baja, ¡qué locura!, mala la devaluación, mala la revaluación), o porque el Banco de la República no baja las tasas de interés.

No, la economía colombiana no crece de manera sostenida porque no hay una Visión Compartida de Futuro. Somos miopes, aquí nadie piensa a largo plazo. Ese es el punto.

Inteligencia Artificial y Mercado Laboral: algo va a cambiar, es un hecho.

Giovanny Cardona Montoya, junio 24 de 2019.

 

Desde que Drucker habló por primera vez de Sociedad del Conocimiento (1959), hay evidencias teóricas y empíricas de que algo viene sucediendo en los procesos productivos. Si bien este tema va más allá de lo económico -lo cultural, lo social, lo político, etc.-, vamos a concentrarnos en la dimensión económica del proceso.

Drucker señaló, entonces, que las empresas estaban vinculando trabajadores que pasaban más tiempo interactuando con la información que con las máquinas , las herramientas o la tierra -los tradicionales factores de producción-. En otras palabras, se trata de trabajadores cuya labor principal es la gestión del conocimiento. Estamos pasando de habilidades físicas a las de pensamiento. He ahí la clave de la nueva competitividad.

Esta sociedad del conocimiento se ha acompasado en las últimas décadas, del desarrollo de ciertas tecnologías entre las que se destacan las del transporte y las de la información y las comunicaciones -TIC-. El avance de estas tecnologías ha sido fundamental para el denominado proceso de globalización, el cual ha venido derrumbando fronteras para la interacción entre las personas del planeta, a la vez que, acelera todos los procesos de producción e intercambio de bienes y servicios.

El auge de las tecnologías siempre ha traido consigo transformaciones en el mercado laboral. Los avances frecuentemente han desplazado labores humanas pero al mismo tiempo han reclamado que la población tenga una formación más compleja para interactuar con dichas tecnologías: ya sea para gestionarlas o para potenciarlas hacia la producción de bienes y servicios antes impensables.

Así, con el vehículo a motor, los cocheros y jinetes perdieron su trabajo; pero los nuevos conductores pudieron transportar más pasajeros, más carga, a distancias mayores y en menor cantidad de tiempo.Se destruyeron muchas ocupaciones (el herrero, el fabricante de sillas de montar, por ejemplo) pero nacieron muchas más,ya que, al poder transportar más gente, a mayores distancias y en menor tiempo, el mercado se incrementó (el conductor, el piloto, el mecánico, el ingeniero, etc). Hubo más y mejor trabajo; menos físico, más intelectual.

La Sociedad del Conocimiento parece replicar el reto de anteriores revoluciones industriales (la de los artesanos con respecto a la economía rural; la de la máquina a vapor; la de los vehículos de combustible). Ahora, nuevamente, el desarrollo científico y tecnológico está automatizando y robotizando procesos, a tal punto que desaparecen  muchos oficios, tareas, labores, empleos y hasta profesiones: el conductor de transporte público -aéreo y terrestre-, el técnico contable, el médico general, el maestro de tiza y tablero, el mensajero, el soldado de campo de batalla (eso sí es una muy buena noticia), el operario de máquinas de cualquier fábrica, etc. Todas esas tareas las realizan máquinas: ahora las palabras claves son “algoritmos”, “apps”, “drones”, “robots”.

Sin embargo, el fenómeno de la destrucción de empleos y la creación de nuevos se está dando en un contexto diferente al de revoluciones anteriores.

1. Nos encontramos en un mundo superpoblado. La tierra era un planeta subpoblado hasta bien entrado el siglo XX. Ahora se destruyen millones de empleos pero ¿está listo el sistema para entrenar y reubicar a tanta población?

poblacion mundial2. Vivimos en un mundo interconectado, no existen los fenómenos locales o nacionales sin consecuencias de carácter internacional, incluso, global.  Las Cadenas Globales de Valor hacen que si una empresa entra en crisis, las consecuencias de desempleo se expandan por todo el planeta. Nada sucede de manera local o aislada.

Entonces, la pregunta es: ¿Si el desempleo que generará la Inteligencia Artificial es de carácter global, pero las políticas por el empleo se toman es a nivel nacional, será posible que se logre un reordenamiento del mercado laboral, que sea equilibrado en la ecuación nación-planeta?

comercio mundial 2016Las firmas desagregan su producción a través de procesos de manufacturación oversea y offshoring.

 

3. La teoría de la economía política siempre ha confrontado dos paradigmas antagónicos. De un lado, la tesis de Adam Smith que señalaba que el empresario buscando su lucro personal generaba un beneficio social o colectivo. Así, con el ánimo de vender más y obtener más ganancias, el empresario reduce costos y/o eleva calidad, lo que al final beneficia a una mayor cantidad de consumidores (la sociedad). Del otro, la teoría de Karl Marx, quien señalaba que los intereses sociales eran antagónicos de los privados. Un ejemplo de la tesis de Marx sería la idea que el empleador preferiría pagar salarios más bajos (beneficio privado), lo que se traduciría en menos capacidad de compra de toda la sociedad.

Todo indica que la actual revolución tecnológica (la de la Inteligencia Artificial) permitirá nuevamente confrontar las dos anteriores hipótesis. El desarrollo tecnológico destruirá empleos, esa es una verdad de a puño. Como dice John Charles Pool: “un robot puede hacer un auto, pero no puede comprarlo”; entonces, ¿cómo va a reaccionar el sistema ante esta creciente y acelerada realidad?

La Inteligencia Artificial destruye empleos, entonces, ¿qué hará el sistema de economía de mercado? ¿quién tendrá la razón, Marx o Smith?

Hay medidas que se pueden tomar para que las posibilidades que ofrece la nueva revolución tecnológica no se traduzcan en una aguda crisis de la economía de mercado. Veamos algunas de ellas:

crecimiento acelerado, exponencial y de calidad del sistema educativo a nivel global. Si la cobertura educativa crece y las personas se forman en el manejo de las nuevas tecnologías y en competencias transversales como la gestión del cambio y de la incertidumbre, el emprendimiento, el trabajo en redes, la creatividad intelectual y artística, entre otras, entonces, probablemente la economía mundial viva una nueva expansión. ¿Quién pagaría semejante inversión en el corto y mediano plazo?

reducción de la jornada laboral para absorrver una mayor cantidad de mano de obra. ¿Quién pagaría esta reforma laboral mundial?

– aprobación de una renta mínima universal para todos los habitantes del planeta: si las personas no trabajan no tienen ingresos, entonces, no consumen; ¿sino consumen, para quién producir?

El carácter planetario de la actual revolución tecnológica y la velocidad con la que se presentan los cambios en los procesos productivos, fruto de los desarrollos tecnologícos de nueva generación, hacen de esta nueva contradicción tal vez la más aguda que haya tenido la economía de mercado en sus siglos de existencia.