¿Por qué las empresas extranjeras se van de (no vienen a) Colombia?

Giovanny Cardona Montoya, septiembre 22 de 2019.

 

El título de este artículo no es un juego de palabras. Hoy todo el mundo habla de la desbandada de empresas extranjeras que nos dejan para seguir siendo proveedores de nuestro mercado desde el extranjero. Philip Morris es la última en emigrar. Pero de lo que pocos hablan, es que las empresas extranjeras no vienen a Colombia. No somos atractivos para la Inversión Extranjera Directa (IED) en muchos sectores de la economía.

¿Por qué se van los que se van?

A lo largo de la última década nos han dejado varias empresas manufactureras: Michelin, Mondelez -la de los chiclets Adams-, la ensambladora de Mazda, Bayer y ahora, Philips.  Todas ellas se van por razones específicas de mercado (el cierre de Venezuela), factores de entorno (la larga revaluación del peso que hacía más baratas las importaciones) o por causas estructurales de la economía colombiana (plantas ubicadas en las montañas y lejos de los puertos, problemas de seguridad jurídica y otras debilidades de competitividad colombiana).

Un factor que se suele señalar con frecuencia es la alta tributación. Según el Banco Mundial -BM- (Doing Business) después de Argentina y Bolivia, Colombia es el tercer país menos atractivo -seguido muy de cerca por Brasil y Venezuela- por las cargas impositivas.En concepto de diversos analistas, la Ley de Financiamiento -nombre que enmascara la enésima reforma tributaria- ayudará a hacer más atractivo el país en esta materia.

Sin embargo, según Restrepo J. de la Universidad Javeriana, la metodología del BM es cuestionada por la mezcla de factores tributarios diversos que deberían mirarse acorde a sus particularidades (tributos a las ventas, a las utilidades o a los ingresos brutos no son comparables).

Pero, seguramente Colombia viene acumulando una larga cadena de factores negativos que no sólo “espantan” a las empresas extranjeras que han venido, sino, que no motivan a otras para que ingresen al país: la falta de vías que nos comuniquen fácilmente con los puertos, los problemas de seguridad (incluída la seguridad jurídica agudizada por las constantes reformas tributarias), la debilidad de nuestro sistema de ciencia, tecnología e innovación, entre otros.

Este conjunto de factores que hace de Colombia un país poco atractivo para la IED, se traduce en la pérdida de cerca de  1500 empleos directos como consecuencia de la salida de estas empresas. Es un agravante más en la tendencia del sector manufacturero de perder participación en el mercado laboral (de 23%, hace una década, a menos del 13% en la actualidad).

Se trata de empresas que llevaban décadas en Colombia, incluso algunas de ellas llegaron al país en la época del proteccionismo y la Decisión 24 del Pacto Andino que las obligaba a ser mixtas, o sea, a tener capital nacional no inferior al 51% del valor total de la empresa. En otras palabras, el modelo de apertura económica que se comenzó a implementar hace 30 años, abrió las puertas a la competencia y a la inversión extranjera, pero no generó suficientes condiciones para hacer que dicha inversión permanezca en el país.

¿En qué nos equivocamos? La apertura económica de Corea, Taiwán o Singapur no se hizo sobre la base de abandonar al aparato productivo. Estos países abrieron las puertas a la competencia externa, pero crearon condiciones para que invertir (capital nacional y extranjero) fuera atractivo. Aquí no pasó lo mismo. El Consejo Privado Nacional de Competitividad (CNC) ha señalado a lo largo de varios años, que el país no está haciendo lo necesario (tecnología, educación, seguridad, infraestructura, etc.) para alcanzar los niveles de competitividad deseados.

 ¿Quiénes sí vienen…y se quedan?

Lo que acabamos de señalar es que el sector manufacturero ha perdido peso en el PIB y en la generación de empleo. Conservando el hilo conductor de esta idea, muchas de las empresas que se han ido son precisamente manufactureras.  Sin embargo, a Colombia, anualmente entra IED y su peso en la balanza de pagos no es desdeñable. Pero, no son las industrias de la transformación -ni el sector agropecuario-, los principales destinos de la misma.

Así, por ejemplo, según datos del Banco de la República en 2018 ingresaron al país más de 11.500 millones de dólares, sin embargo, sólo 1350 millones estaban dirigidas a la economía rural o a la industria manufacturera. En cambio,  la industria extractiva recibió 4.200 millones y el sector financiero más de 2.200 millones. En síntesis, comercio, minería, banca y comunicaciones absorvieron casi el 80% de la IED. Para 2017, 10.500 millones -de un total de 13.000 millones-llegaron a estos sectores.

En otras palabras, Colombia es un país atractivo para la explotación minera (incluye petróleo y carbón), para el comercio (de bienes importados, especialmente) y para el mercado bancario (comercial y de inversiones). Pero la industria manufacturera y el agro no son un destino para la IED.

IED en Colombia

En síntesis, difícilmente se puede aducir que la IED no llega por razones tributarias (no lo harían las empresas petroleras, los bancos o las grandes plataformas). Es evidente que el país tiene otros factores críticos más transversales. Muchas de las empresas manufactureras que se fueron lo hicieron para México, país conectado en grandes Cadenas Globales de Valor con un aparato productivo que ha multiplicado su capacidad exportadora de bienes manufacturados. Ahora, desde México nos abastecen de chicles, cigarrillos y carros ensamblados.

Es un discurso reiterativo en estos artículos, pero las evidencias obligan a que insistamos: necesitamos una infraestructura vial competitiva, se requieren técnicos, tecnólogos e ingenieros innovadores; necesitamos fortalecer nuestro sistema de I+D+i y mejorar el sistema educativo. Se están yendo empresas que requieren un talento humano y unas condiciones tecnológicas adecuadas para agregación de valor. Se trata de nuevas y más modernas empresas, basadas en nuevos modelos de negocio.

Por estas insuficiencias es que se están yendo empresas y no llegan otras.

 

 

¿Qué exporta Colombia?…eternamente commodities

El año 2011 terminó con muy buenos indicadores macroeconómicos: crecimiento en los últimos trimestres superior al 7%, desempleo de un dígito, inflación baja, creciente Inversión Extranjera Directa (IED) y aumento de las exportaciones.

Sin embargo, la economía hay que mirarla en un contexto de tiempo y espacio. Esto significa que los datos de un año determinado no son suficientes para hablar de la evolución del Desarrollo Socio-Económico de un país. Esos datos deben ser comparables en el transcurso del tiempo y además analizados en el marco de la dinámica económica global, ya que no hay sociedades autárquicas, la interdependencia es una realidad del mundo moderno.

¿Qué estamos exportando?

En la lectura integrada llaman mucho la atención los excelentes resultados en materia de IED y Exportaciones-. Lo interesante es que desde 2008 los países industrializados viven una marcada crisis económica y, a la vez, las ventas a Venezuela, -otrora nuestro mejor cliente en la región- comenzaron a descender asombrosamente.

Analicemos, entonces, el comportamiento dinámico de las exportaciones y la IED:

Los datos tomados de Garay, y otros cálculos propios, muestran que en 30 años Colombia no ha dejado de depender de las exportaciones de commodities. Entre 1976 y 2005, este país ha dependido fundamentalmente de las exportaciones mineras y agrícolas. Sólo en 1995 se denota un papel importante de la industria liviana (70% de agroindustria, molineras -trilla de café- y fibras sintéticas). Pero, ya en 2005, se reitera la vocación minera de Colombia.

Tanto el modelo de sustitución de importaciones (1930-1989) como la apertura económica (1990-actual)han sido estrategias de desarrollo para diversificar la economía colombiana y agregar valor a nuestro sector exportador. Entonces ¿dónde están los resultados?. Si analizamos los datos del gráfico anterior encontramos que el mercado norteamericano, por décadas ha demandado el petróleo colombiano, algunos derivados de éste y productos del sector textil-confección. Es significativo y preocupante que, para 2005, sólo el 10% de las exportaciones a Norteamérica se beneficiaban de las preferencias ATPDEA. ¿Algo irá a cambiar con el TLC?, esa es la pregunta del momento.

El caso europeo ha sido similar, aunque con mayor dependencia de exportaciones menores agrícolas: flores, bananos y frutas. Sólo la CAN ha sido un mercado diversificado y de manufacturas: para 1995 vendiamos a Venezuela y Ecuador mercancías  de 9 sectores intensivos en capital y 5 en mano de obra. Para 2005, el 79% de las exportaciones a la CAN eran manufactureras.

La situación actual no parece cambiar el panorama. En 2006, el 63.2% de las exportaciones al mundo eran bienes primarios y basados en recursos naturales. En 2008, este indicador sube a 70.9%, lo que se explica por los precios mundiales de  los combustibles, el café y el oro; y por el gradual deterioro de las exportaciones a los países andinos, especialmente desde que Venezuela anunció su salida de la CAN (2006).

Según el DANE, para octubre de 2011, las exportaciones tradicionales (hidrocarburos y café) representan más del 70% del universo exportado. Del 30% restante, 2/3 partes son bienes industriales. Los  mercados más importantes que compran nuestros bienes industriales son, en su orden,: EE-UU, Ecuador, Venezuela, Perú y México. En síntesis, ningún modelo de desarrollo ha acercado a Colombia hacia una verdadera dinámica industrial, no se ha cambiado la vocación exportadora: proveedor al mundo de commodities. El único indicador notorio de ruptura es el mercado latinoamericano que, aunque pequeño en la mayor parte del tiempo, se ha convertido en el principal cliente de manufacturas colombianas, eso sí, especialmente industria liviana con bajos niveles de agregación de valor. Según Proexport, entre 2006 y 2008, sólo el 1.2% de las exportaciones son Productos de Alta Tecnología.

La inversión extranjera: ¿cambiará la estructura de nuestra oferta exportadora?

Con el fin de estimular el crecimiento y diversificar el aparato productivo colombiano, las políticas de apertura privilegian la atracción de IED. El capital internacional de largo plazo se considera una fuente fundamental de financiación, no sólo por sus volúmenes sino porque aquel trae apalancado el know-how de empresas exitosas en el mercado global, de los países industrializados, principalmente.

Sin embargo, las cifras muestran que la IED se ha focalizado hacia sectores de industria extractiva y comercio y servicios: la industria manufacturera y el sector agropecuario no hacen parte de sus objetivos…son la cenicienta de esta historia. Según Fedesarrollo, entre 1994 y 2000, el sector manufacturero absorvía el 30% de la IED, mientras el comercio y los servicios recibían casi el 60%. Fue una época en la que los inversionistas extranjeros se interesaron en la privatización de la banca colombiana y de los monopolios de comunicaciones, la compra de industrias que no resistían los retos de la apertura económica sin una inyección de capital para modernizarse, además de la expansión de la actividad comercial.

Pero, a partir de la primera década de este siglo, el capital extranjero con claridad privilegió nuestra condición de proveedor de hidrocarburos y otros productos de origen mineral. Entre 2001 y 2008, el 48% de la IED se ha dirigido a minería y petróleo (Fedesarrollo). En cambio cayó en 1/3 la participación en sector manufacturero y la agricultura siguió siendo descartada por los inversionistas extranjeros. De hecho, entre 2007 y 2008, la IED minera se duplicó, mientras la incipiente del sector industrial cayó 66%, según datos de Proexport.

Reflexión final:

La IED en la industria de la extracción no tiene que ser negativa para la economía de un país -esto, omitiendo el tema mediambiental-. Lo crítico es que no hay una clara relación entre los números y los objetivos. Se supone que queremos fortalecer el sector industrial, elevar la competitividad, agregar valor a nuestras mercancías, entrar en el mercado de la diferenciación y elevar la calidad del empleo -trabajadores altamente cualificados que innoven y emprendan- pero, década tras década, seguimos conectados al mercado mundial a través de nuestros bienes primarios.

Entonces, nos hacemos las siguientes preguntas: ¿por qué no logramos canalizar inversión extranjera hacia la industria manufacturera, incluida agroindustria, de manera creciente y sostenida?, ¿estamos dirigendo los excedentes de exportaciones de commodities, hacia la generación de capacidades para exportar productos procesados de alto valor agregado?, ¿las decisiones en materia de educación, ciencia, tecnología e infraestructura están creando condiciones para diseñar y patentar nuevos productos y servicios?

Globalización Financiera: retos para países subdesarrollados

Mientras el Norte desarrollado trata de salir de la crisis en la que se halla inmerso – la cual nos puede ser contagiada- vamos a dedicarle unas líneas a una perspectiva más de largo plazo de lo que sucede en los países en vía de desarrollo en esta dinámica de los mercados internacionales de capitales.

Una condición necesaria para que una economía crezca es la existencia de recursos financieros que permitan la creación de nueva industria -fábricas, pozos petroleros, etc.- y la construcción de obras de infraestructura.  La primera fuente de recursos para ello debería ser el ahorro doméstico: el ahorro de las familias y el recaudo de impuestos.

Sin embargo, una característica de muchas economías subdesarrolladas es precisamente la falta de ahorro interno. Ya a comienzos de este siglo se notaba una gran debilidad en este frente. Según estudios de banqueros hispanoamericanos, para 2003 la banca sólo capturaba el 23% del PIB, exceptuando Chile que llegaba al 40%. Este dato se complementa con una cifra concreta: mientras el ahorro en América Latina equivalía al 20% del PIB, en el este asiático este indicador llegaba al 35%.

Es por ello que nuestras economías requieren  de capitales extranjeros para estimular la inversión y el crecimiento, ya sea en forma de Inversión Extranjera Directa (IED) o de Portafolio, Créditos Internacionales o Ayuda Oficial para el Desarrollo –AOD- (recursos de cooperación internacional) (ver gráfico de Capitales Internacionales para el Desarrollo).

Estos recursos tienen diferentes orígenes, características y destinos. La AOD son recursos subsidiados (donaciones, préstamos a tasas preferenciales, etc.) que tienen un menor costo para los países receptores. Igualmente, la IED tiende a ser fuente de recursos de largo plazo que se destinan a la creación de infraestructura e industria.

De otro lado, los créditos de la banca privada son más onerosos que los de bancos públicos o de instituciones multilaterales como el BID, el BM o la CAF, etc., los cuales tienen entre sus objetivos promover el desarrollo. Generalmente las instituciones privadas cobran tasas de interés más altas, prestan a plazos más cortos y ofrecen menores períodos de gracia (tiempo muerto para amortizaciones).

Los capitales de portafolio son recursos de corto plazo, necesarios para asegurar la liquidez de los mercados financieros pero sumamente volátiles. A cualquier señal de crisis económica o política, los inversores de estos capitales salen a la venta de sus activos financieros y buscan otros refugios.

Según este gráfico, con el  transcurso de los años, la AOD ha ido perdiendo peso dentro de las fuentes de financiación para el desarrollo. Si bien, los países industrializados se han comprometido a dedicar el 0,7% de su PIB para la AOD, la realidad es que la mayoría de ellos no cumple este compromiso y, como se ve en el gráfico, la participación de este rubro ha caído significativamente. En cambio se destaca la creciente participación de las Inversiones de Portafolio y de la IED. Si bien los capitales de portafolio preocupan por su volatilidad, la IED genera grandes expectativas por su tradicional carácter de inversión productiva.

IED y sus efectos sobre el desarrollo: la economía mundial ha transferido al sector privado la mayor responsabilidad como ente generador de recursos para el desarrollo. La AOD ha sido reemplazada gradualmente por los recursos del mercado privado de capitales. En este marco, la IED genera grandes expectativas. Veamos la realidad:

Este gráfico del profesor chileno Ricardo Ffrench Davis  (presentado en el curso de Integración Regional en la Universidad de Barcelona, 2005) muestra  unos datos  críticos bastante contundentes: mientras en el período 1983 – 2002, la IED en el mundo creció casi 12 veces -ver (b)-, el PIB mundial sólo lo hizo en 70% -no alcanzó si quiera a duplicarse.- Entonces, surge la pregunta de por qué una expansión tan importante de los flujos financieros de largo plazo alrededor del mundo no se traduce en mayores tasas de crecimiento económico.

La falta de eficiencia de la IED como generadora de crecimiento se explica en la última columna de la derecha (c) donde se evidencia que aproximadamente 2/3 partes de estos recursos se fueron a fusiones y adquisiciones (F&A), o sea a la compra de industrias ya existentes y no a  la generación de nuevas empresas. Para graficar este dato digamos que Sab Miller, la cervecera surafricana compró Bavaria con una inversión de seis mil millones de dólares. Esta es una IED que no generó una nueva industria,  sino que simplemente continuó con una tendencia la economía mundial: fusión de bancos, integración de aerolíneas, monopolización de servicios de telefonía, etc.

Colombia es un país que en las últimas dos décadas se ha convertido en un mercado atractivo para los capitales extranjeros, particularmente IED. La tarea central del gobierno es asegurarse que lleguen recursos financieros de largo plazo no sólo para la extracción minera (que es muy importante) o para la compra de supermercados ya existentes en el país, sino que incursionen en sectores de nueva industria, particularmente aquellos relacionados con la tecnología de punta y, muy especialmente, en el campo y la agroindustria.

Cada país tiene sus particularidades. Colombia tendría una gran oportunidad si lograra hacer competitivo al sector agroindustrial. Atraer recursos de IED y de AOD es una prioridad para resolver el enorme problema de la pobreza en el campo, a la vez que se incursiona en los mercados internacionales con productos competitivos de un sector que tiene un gran potencial para nuestro desarrollo.