Poner los ojos en las cadenas de valor, no en las mipymes aisladas.

“Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.” (Goebbels, tal vez)

Esta frase, atribuida -pero sin confirmar- al político nazi, me sirve de entradilla para reflexionar acerca de uno de los “lugares comunes” cuando de política económica se trata: el papel de la mipyme como motor del desarrollo venidero.

No hay campaña política ni proyecto académico que no ponga el foco en las micro, pequeñas y medianas empresas para argumentar estrategias que generen mayores niveles de bienestar a través del fomento a estas unidades económicas. Y este discurso se repite tan reiteradamente que hemos terminado por creerlo. ¿Por qué dudo de éste?

1. Las mipymes, una categoría inútil.

manufacturas

En la misma canasta estamos colocando empresas que tienen menos de 10 empleados con otras que tienen hasta 199. O sea, primero considero necesario llamar la atención sobre la inutilidad o, incluso, el sentido perverso de pensar en programas, proyectos o estrategias que sirvan tanto a las microempresas como a las medianas empresas. Si revisamos las diferencias de tamaño (en número de trabajadores, de activos o de ventas) nos daremos cuenta que los problemas de los que adolece la microempresa de lejos se diferencian de aquellos que tiene la mediana empresa e, incluso, muchas de las pequeñas (estas últimas entre 10 y 49 trabajadores).

En síntesis, para empezar, debemos diferenciar a la microempresa de la pyme; reconocer dos subgrupos con capacidades, retos e intereses diferentes. Incluso, las microempresas representan entre el 85 y el 90% de las organizaciones productivas en los diferentes países. De otro lado, la pyme equivale al 10-14%, mientras el resto del escenario lo ocupan las grandes empresas.

Por lo anterior, si asumieramos que el potencial de desarrollo de una economía no se encuentra en la gran empresa, sino en las unidades económicas más pequeñas, deberiamos empezar por diferenciarlas, reconociendo particularidades en la microempresa que no son parte de la realidad de la pequeña y menos de la mediana empresa. Esta separación es necesaria para establecer políticas de fomento con un mayor potencial de impacto.

2. El desarrollo económico no depende del tamaño de las empresas sino de las relaciones entre las mismas.

Hay tres categorías económicas que se deberían reflexionar: la economía en la base de la pirámide, las cadenas globales de valor y los clusters.

La economía en la base de la pirámide hace referencia a cerca de 2 mil millones de personas que viven con dos dólares o menos al día (en datos de Prahalad), a lo largo y ancho del planeta. Esta es la población de la economía informal, del rebusque y del subempleo (ver a Hernando de Soto). En gran medida su economía conecta frágil y marginalmente -o no conecta-, con los hilos de la economía formal e industrializada. Con esta premisa quiero señalar que lograr llevar a los informales a los circuitos económicos formales puede ser uno de los mayores motores para sacar a un país de la pobreza y el subdesarrollo.

El fenómeno de la conexión interempresarial a nivel mundial se denomina Cadenas Globales de Valor. La evolución científica y tecnológica nos ha llevado a un nivel de especialización tan profundo, que hace que las empresas no hagan productos, sino tareas en una cadena interempresarial de producción. Cualquier bien manufacturado que conozcas está lleno de componentes hechos en diferentes fábricas, los cuales fueron ensamblados en México, Turquía o China, probablemente. Estas cadenas conectan a grandes empresas, con pequeñas y medianas. El factor de éxito consiste en ser portador de altos niveles de valor agregado en la cadena global.

comercio de tareas

Pero como se trata es de cadenas que se pueden desarrollar conscientemente, con una participación inteligente de las organizaciones productivas, entonces, existen los clusters. Estos son enlaces estratégicos de empresas en una cadena de valor aunada a organizaciones de soporte, como los bancos, las universidades y las entidades de fomente, todo con el fin de fortalecer el desarrollo de un territorio determinado.

Los clusters son una estrategia de fomento empresarial con fines territoriales. Es un camino que puede recorrer un país o regiones del mismo, para lograr el desarrollo social y económico, y en su dinámica y estructura pueden y deben participar microempresas y pymes, jalonadas por el potencial de las grandes empresas.

3. A modo de conclusión.

La mipyme no existe. Existen de un lado las microempresas y, del otro, pymes con una estructura organizacional más o menos elaborada. La microempresa hace parte, en gran medida, del submundo de la informalidad y del subempleo; mientras que la mipyme hace parte de la economía formal. Los programas de fomento deben entender estas diferencias y atender las empresas de acuerdo a sus realidades.

Pero, de otro lado, la superespecialización derivada de los desarrollos en ciencia y tecnología exige una integración interempresarial para alcanzar la competitividad, ya que, muchas empresas sólo se dedican a la labor de diseño y gestión de marca, mientras otras a la manufacturación o a la de distribucion y comercialización.

En síntesis, es necesario que se aprenda a visualizar la microempresa con sus retos, diferenciándola de la pyme. Pero, más importante aún es desarrollar estrategias de integración empresarial, tanto a nivel vertical (cadenas de valor) como horizontal (como los Prodes que desarrolla ACOPI), para impulsar procesos de transformación territorial y bienestar de sus habitantes.

 

 

 

 

 

Debate sobre la pobreza: dar oportunidades en lugar de limosna.

En las últimas semanas se ha despertado un debate “ético” sobre la pobreza, todo por culpa de una discusión entre el Vicepresidente de Colombia y expertos que osaron insinuar que con menos de 300 mil pesos, ya no se es pobre en este país. No vamos a participar en ese debate banal: con 250 mil pesos nadie puede vivir decentemente, es un hecho.

Pero, lo que los expertos traen a colación es el tema del análisis multidimensional de la pobreza. Estos estudios, realizados con la metodología OPHI de Oxford, tratan de salir de los esquemas planos y tradicionales sobre la distribución del ingreso y la equidad. Pero su aporte central no está en el diagnóstico per se, sino en el hecho que esta perspectiva multidimensional sirve de base para crear estrategias incluyentes que ayuden a las personas a salir de la pobreza.

Estudios del Banco Mundial indican que un alto porcentaje de la población mundial vive con dos dólares o menos, al día. Lamentablemente el debate con el Vicepresidente nos alejó de lo verdaderamente interesante alrededor del tema: ¿cómo salir de ella?. Otros estudios complementarios dan luces sobre las oportunidades que existen cuando se analiza la pobreza con otros ojos: con ojos de oportunidad.

Hernando de Soto y C. K. Prahalad han desatado una corriente de pensamiento que ve un gran potencial de negocios en la “base de la pirámide”. El problema de los pobres, plantean ellos, no es la ausencia de pertenencias , sino la incapacidad del sistema de vincularlos de manera productiva. ¿Por qué un joven con diploma univeristario tiene más posibilidades de éxito que un adulto con casa pero sin escrituras? Ahí está el centro de su debate: ¿cómo volverse sujete del sistema socio-económico?

Los pobres pueden producir, pueden crear valor, pero no tienen crédito. Mientras el sistema no los reconozca como sujetos, ellos serán inproductivos y continuarán atados a las cadenas del desplazamiento social y económico.

Por eso, estrategias como el microcrédito, las microfinanzas, los bancos de las oportunidades, los programas de apoyo a la microempresa y al emprendimiento, entre otros, son estrategias que apuntan en la dirección concreta. Los bancos y entindades de fomento ven un potencial en estas personas y con sus estrategias de mercado terminan por impulsarlos para salir de la pobreza.

Ahora, la estrategia de medición multidimensional OPHI se puede aprovechar para los mismos objetivos: no sólo calcular el “nivel de pobreza” sino también el potencial de las personas para salir de ella. Así, hogares pobres en los que viven jóvenes que tienen educación media o estudian en la universidad, tienen condiciones especiales para salir adelante. Tienen más posibilidades. Pero, esas posibilidades hay que explotarlas. La banca, por ejemplo, puede diseñar productos para financiar proyectos de emprendimiento o financiar a largo plazo estudios superiores de jóvenes que pueden salir de la pobreza.

No estamos hablando de obras de caridad, sino de estrategias de mercado, incluso de políticas de gobierno, que apoyen a jóvenes con potencial para arrastrar a sus familias de la base de la pirámide hacia el mercado de bienes y servicios.

De igual modo, el Nóbel de Economía Amartya Senn dio un paso al tratar de sacar el debate sobre pobreza de la dimensión de Necesidades Básicas Insatisfechas a la de Acceso a Mercados. Las personas son pobres en la medida que no pueden “acceder”.

Estamos ante una nueva economía, la economía del conocimiento. Hoy hay grandes empresas que se no se caracterizan por la posesión de activos fijos (edificios, tierras, vehículos) sino por ser dueños de conocimiento. Piensen sólamente en lo que es la esencia del valor de Facebook ¿sus computadores y edificios? seguro que no. Hay laboratorios cuya riqueza está determinada por la posesión de una molécula, un único medicamento, resultado de décadas de investigaciones. Y así, cada vez más ejemplos. Tener la capacidad de crear valor a partir del conocimiento, es la base del éxito de las grandes empresas competitivas del mundo moderno.

A las personas nos sucede lo mismo. Una persona joven, con educación y salud física puede ser un potencial de riqueza enorme, todo es cuestión de darle acceso al sistema. Mantenerlo desplazado es un desperdicio para el mercado y la sociedad y, ahí si, una injusticia desde la perspectiva ética.

Un hogar está compuesto, generalmente, por personas de diversas edades. Si se conoce la estructura familiar de la pobreza, ésta se puede intervenir, ofreciendo a los integrantes que estén en capacidad de estudiar, trabajar, endeudarse o emprender, oportunidades para que se articulen al sistema económico. Invertir en alimentación para niños, estudio para jóvenes y oportunidades laborales para adultos, es una manera de atacar directamente las fuentes de la pobreza.

La riqueza hoy no es el número de activos fijos que se posee, sino la capacidad de seguir creando valores. Igualmente, si a una persona inteligente, saludable se le da la oportunidad de laborar, emprender o de estudiar, su potencial de producción se dispara. Pero si se le mantiene  aislado, seguirá siendo pobre y la sociedad se perderá de su capacidad creativa, generadora de riqueza.