viernes
7 y 9
7 y 9
Una investigación de dos años, que involucró a investigadores de la DEA y la Dirección Antinarcóticos (Dirán), llevó a un comando de policías a allanar una vivienda en el municipio de La Cruz, Nariño, donde funcionaba la central de procesamiento de una de las organizaciones criminales que lideraban el tráfico transnacional de heroína en Colombia.
En el operativo, presentado por las autoridades el pasado 25 de abril, se desmanteló “el laboratorio más grande de producción de heroína” en lo que va de este año en el país. La “cocina” casera tenía capacidad para fabricar ocho kilos de la sustancia al mes, y aunque esta cifra pareciera menor frente a las toneladas de cocaína y marihuana que semanalmente se decomisan, su potencial de distribución y efecto nocivo hace que compita con cualquier estupefaciente.
De un solo gramo de heroína se pueden extraer 16 dosis (0.0625 gr.), por lo que el laboratorio podía surtir a 128.000 consumidores mensualmente.
En esa acción capturaron a siete presuntos integrantes de la organización, entre ellos su cabecilla, apodado “Pablo”.
“Estas personas venían delinquiendo desde el municipio de La Cruz y tenían el control de la cadena logística de producción, desde los cultivos de amapola, la compra de látex y un laboratorio para transformar la morfina en heroína”, dijo el general Alejandro Bustamante, jefe de la Dirán.
Esta no ha sido la única operación clandestina descubierta en los últimos meses, lo que refleja que con esta droga también se presenta un febril tráfico del orden local y transnacional. En lo que va de 2021, la Policía ha incautado 169 kilos, y el año pasado 334 k.
EL COLOMBIANO consultó con la Dirección Antinarcóticos y otras fuentes, para comprender cuál es el alcance de este negocio ilegal.
El coronel Ricardo Sánchez, jefe del Área de Investigaciones y Operaciones de la Dirán, recordó que la heroína “es una de las sustancias más lesivas y con alto potencial adictivo, se puede inhalar e inyectar, lo que genera altas tasas de infección entre sus consumidores, por virus como VIH o Hepatitis C, ya que comúnmente comparten agujas u otros elementos para inyectarse”.
Esta sustancia es un subproducto de la amapola, una planta de la cual se extrae un látex pegajoso; este sirve como base para, mediante la mezcla de varios químicos, fabricar morfina y, en una etapa posterior, la heroína.
Según el documento “La Heroína en Colombia”, del Observatorio de Drogas del Ministerio del Interior, este cultivo fue introducido al país en los 80, por parte de los carteles de Medellín y Cali. Estos grupos contrataron expertos extranjeros, que usaron semillas provenientes de México, Irán, Tailandia y Pakistán.
Los primeros cultivos fueron detectados en 1983, en zonas rurales de Tolima y Meta; en la actualidad, la mayoría se concentra en el departamento de Nariño, con pequeñas parcelas en el vecino Cauca.
El Sistema Integrado de Información y Monitoreo (Siima) de la Policía precisó que estos sembradíos están localizados a alturas de 1.800 a 2.500 metros sobre el nivel del mar. En 2017 se registraron 281 hectáreas cultivadas, que ascendieron a 369 en 2018 y 2019, y descendieron a 194 en 2020.
Los enclaves estratégicos están en dos municipios nariñenses: La Cruz, que limita con Cauca; y Buesaco, fronterizo con Putumayo y vecino de la capital Pasto. En esas dos localidades, según la Policía, se concentra la mayor actividad de cultivos y laboratorios de procesamiento, tanto caseros como rurales.
Hoy en día, al frente de este mercado no hay estructuras criminales de grandes dimensiones ni vastos ejércitos ilegales, como ocurre con la cocaína, cuyo principal productor y exportador es Colombia. El país no provee ni el 4% de la demanda mundial de heroína, que recae principalmente en Afganistán y otras naciones del Medio Oriente y el Sudeste asiático, de acuerdo con el Observatorio.
Es importante indicar que mientras los sembradíos de coca pueden proveer seis cosechas anuales, los de amapola apenas producen dos, que requieren una mayor inversión en su cuidado.
“Teniendo en cuenta que la capacidad de producción de la heroína es mucho menor que la de la cocaína, este tipo de organizaciones son reducidas y cerradas, permiten a pocas personas el acceso a ellas, siempre contactan a las mismas personas encargadas de cultivar la amapola y procesarla como mínimo hasta morfina, donde inicia su tráfico y distribución, tanto a nivel nacional como internacional”, explicó el coronel Sánchez.
Aún así, su comercialización no deja de ser lucrativa para los traficantes. Fuentes de la Dirán contaron que en EE.UU. un kilo de heroína colombiana se vende por 59.000 dólares, tres veces más que el valor del kilo de cocaína.
En el mercado local, el gramo oscila entre $15.000 y $50.000, dependiendo de la ciudad y de la pureza, pues en algunos contextos, para rendir la cantidad de dosis, la sustancia es mezclada con ketamina y otros compuestos.
Si hablamos de rutas nacionales, todas son terrestres y por vías principales, y sus destinos más frecuentes son Santander de Quilichao, Cali, Pereira, Dosquebradas, Armenia, Bogotá, Medellín y Cúcuta.
Los movimientos de mercancía se hacen en motos y carros con caletas, encomiendas y pasajeros que viajan en bus con maletas de doble fondo o con fajas rellenadas.
En cuanto al tráfico transnacional, suelen usar a Ecuador como plataforma de exportación marítima. Según Antinarcóticos, los carros salen cargados de La Cruz y Buesaco por la ruta que atraviesa a Pasto e Ipiales, pasando la frontera a Tulcán. Desde allí la despachan por lancha en el océano Pacífico, hacia Centroamérica, México y EE.UU., o bien se deja para el consumo interno en Quito y Guayaquil.
Esta era la ruta que usaba la red de “Pablo”, según Bustamante, con el propósito de introducir su mercancía en territorios estadounidense.
En algunos casos los traficantes solo mueven la morfina hasta Ipiales, donde los químicos contratados la convierten en heroína, antes de su paso a suelo ecuatoriano.
Por la vía aérea, los despachos parten de los aeropuertos de Bogotá y Rionegro (Antioquia), al igual que desde Caracas (Venezuela), adonde llegan los alijos a través de los pasos informales de Norte de Santander. En esta última estrategia se emplea la modalidad de “correos humanos”, con viajeros que exponen sus vidas ingiriendo cápsulas improvisadas del opioide.
En el último año, el supuesto máximo traficante de heroína detenido en el país fue Carlos Alberto Salazar, alias “el Señor de la Bata”, presunto socio del cartel de Sinaloa, el clan del Golfo y la banda “la Cordillera”.
Con una fachada de caficultor en el Eje Cafetero, al parecer conspiraba con los mexicanos para introducir cargamentos en EE.UU. La DEA lo señaló de participar en por lo menos en 18 envíos, con cerca de 100 kilos de heroína.
Su captura se produjo en enero de 2020 en Pereira, y ahora está a la espera de que se autorice su extradición por narcotráfico.
Si sumamos las incautaciones de heroína realizadas por las autoridades desde 2019 a la fecha, a diferentes grupos ilegales, da una cifra de 881 kilos, con un potencial de distribución de 55.062 dosis en Colombia y el exterior. Un enorme peligro para la salud, que a veces pasa desapercibido entre los grandes operativos contra otras drogas