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Reclutamiento, el fantasma que asusta a los niños de Arauca

Familias de ese departamento envían a sus hijos fuera para evitar que los grupos armados los lleven a sus filas.

  • El Amparo, en el estado de Apure (Venezuela), se desataron los últimos hechos de violencia que se trasladaron a Arauca. Fuentes indicaron a EL COLOMBIANO que en esa localidad también hay riesgo de reclutamiento. FOTO: Jaime Pérez
    El Amparo, en el estado de Apure (Venezuela), se desataron los últimos hechos de violencia que se trasladaron a Arauca. Fuentes indicaron a EL COLOMBIANO que en esa localidad también hay riesgo de reclutamiento. FOTO: Jaime Pérez
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16 de enero de 2022
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Fue una advertencia. Llegó un jueves en la mañana en la que Jorge, un chico de apenas 12 años de edad, se levantaba para ir a ayudarle a su padre a atar la única vaca que tiene y sacar leche para el desayuno; esta era su nueva tarea luego de que la escuela de su vereda cerrara hace casi dos años por la llegada del coronavirus a Arauca.

Nadie vio cómo llegó ese papel escrito con letra de afán, si lo echaron bajo la puerta cuando dormían o si lo pusieron en mesita de la estancia de la finca, pero todos lo leyeron en voz alta, y la familia, con la resequedad propia de las malas noticias, sintió como si les hubieran metido un puñado de arena en la boca.

“Ante esta nueva revolución queremos informarles que su hijo Jorge debe venirse a pagar ‘servicio militar’ con nosotros”, decía la misiva, firmada por Antonio Medina, el jefe del frente 28 de las disidencias de las Farc que desató una guerra contra el ELN en ese departamento, y en las dos primeras semanas de enero de 2022 dejó una estela de muerte con 33 personas asesinadas, tal y como informó la Defensoría del Pueblo.

María, una campesina que ha padecido el conflicto durante décadas, y obligada le entregó un hijo a la guerra (reclutado por el ELN hace cuatro años) sintió sus piernas doblarse, pero esta vez, a diferencia de la anterior, decidió buscar ayuda. Lo primero que hizo fue sacar a Jorge de la finca. Lo hizo una madrugada, con la excusa de mandarlo al pueblo y allí lo escondió en una casa hasta que, el pasado 4 de enero, una misión humanitaria lo sacó a él y a otros 8 jóvenes de Arauca para evitar que fueran reclutados.

“Él me va a hacer mucha falta, pero prefiero que esté lejos y no que termine matándose con su hermano a bala”, dice María, mientras referencia una realidad que ha aquejado a muchas familias araucanas: mientras un miembro de una de ellas hace parte de un grupo, otro está en las filas del contendor y terminan enfrentados y muertos entre ellos mismos.

Por eso María despidió a su hijo. Lo hizo como siempre, como cuando lo enviaba a la escuela: le echó la bendición y le pidió que se portara bien. “Acá lo espero mijito”, fueron sus últimas palabras antes de ver arrancar el carro que se llevó a su hijo lejos de la guerra.

En estado de alerta

El pasado 4 de enero, como si se tratara de una excursión, nueve jóvenes entre los 13 y los 16 años fueron sacados de Arauca en un microbús. Lo hicieron a las 11:00 de la mañana, Los padres les cargaban las maletas en las que llevaban chaquetas, cobijas, ropa y elementos de aseo. Aun con el sol araucano quemándoles la piel, salieron cubiertos con chaquetas, bufandas y pasamontañas.

Fue una acción humanitaria que adelantaron las personerías de Tame, Fortul y Cravo Norte, municipios a los cuales pertenecen los jóvenes evacuados ante un inminente reclutamiento por el ELN o las disidencias de las Farc.

Pero el caso de estos nueve jóvenes, incluido Jorge, es solo una pequeña muestra del estado de alerta en el que están las familias araucanas ante el miedo que les produce el reclutamiento forzado de sus hijos o familiares cercanos.

Dos líderes sociales, que prefieren el anonimato para evitar ser blanco de los violentos, le contaron a EL COLOMBIANO que muchas familias han optado por sacar a sus hijos sin informarle a las autoridades, un fenómeno que se está presentando “graneadito”, como dicen ellos, y que afecta directamente a los niños y jóvenes de Tame, Fortul, Arauca, Saravena y Arauquita.

“La gente en este momento tiene mucho miedo. Cuando uno menos piensa, deja de ver a los muchachos y pregunta y le dicen que los mandaron pa’fuera. Yo tenía uno que trabajaba conmigo jornaleando y un día no llegó, y pregunté y me dijeron que la mamá lo mandó para donde unos familiares en Bogotá”, cuenta el líder campesino.

El alto riesgo de reclutamiento es un fenómeno que ha sido alertado por las autoridades civiles en Arauca. El personero de Arauquita, Yari Joel Yanez, expresó a este diario que si bien no han recibido una denuncia por reclutamiento directo, si han activado las alertas ante una práctica que siempre ha estado latente en Arauca.

“El miedo que manifiestan es que los grupos se les lleven sus hijos a sus filas. Hemos activado dos veces el equipo para la prevención del reclutamiento. Es un miedo generalizado, pero no hemos recibido denuncias de un caso puntual”, comenta Yanez.

Con la última escalada violenta que inició la última semana de diciembre de 2021 y se ha extendido en estos primeros 15 días de 2022 con atentados y amenazas que han afectado a la población civil, la Defensoría del Pueblo también alertó sobre el inmediato riesgo de reclutamiento, por lo cual se activaron las rutas para una atención a aquellas familias que expresen la necesidad de atención.

“Hacemos eco del llamado de las comunidades para que los grupos armados ilegales respeten a la población civil, que la mantengan al margen de sus actividades, que cesen los homicidios en su territorio, que no se recluten menores de edad y frenar toda acción que lo obligue a dejar su territorio”, expresó Carlos Camargo, defensor del Pueblo.

La situación ha estado tan tensa, que hasta la consejera para los Derechos Humanos, Nancy Patricia Gutiérrez, se sumó a la alerta sobre el aumento en el riesgo del reclutamiento de menores de edad en Arauca y expresó a través de sus redes sociales que conocía el caso de otros tres jóvenes en peligro de terminar engrosando las filas de grupos armados ilegales.

“Se desplegaron las rutas de prevención y protección y se trasladaron estos menores de edad a otro departamento; gracias a la articulación de la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos, el ICBF, la Defensoría del Pueblo y los Personeros de los municipios de Saravena, Fortul y Tame, con el apoyo y cooperación de Unicef “, dijo.

Arauca, bajo el miedo

Las noches en Arauca ya no son las mismas. Las canchas de fútbol se quedaron solas, las bicicletas se están oxidando y se acabaron los paseos al río. Esos picaítos (partidos) nocturnos que acostumbraban a jugarse entre los amigos de la cuadra se aplazaron y los “parches” de jóvenes en las esquinas se extinguieron, más después de que circulara una cadena de WhatsApp con una foto de guerrilleros armados vigilando los cascos urbanos de Arauca, Tame y Saravena.

Ese es el relato de Fredy, un joven habitante de Arauca quien le contó a EL COLOMBIANO que los muchachos de su edad (15 años) y otros menores, prefirieron autoconfinarse a ser presa de los grupos delincuenciales que los tienen en la mira. “Si usted va al parque, ya no se ve toda la gente que se veía antes. En diciembre eso era lleno, la gente compartiendo, comiendo helado, caminando, montando bicicleta... ahora las calles están vacías y ahora está medio oscurito y todo el mundo se entra. La situación está muy delicada”, dice Fredy.

La preocupación de las familias también pasa por el anuncio del retorno a clases presencial. Desde la Asociación Juvenil y Estudiantil regional de Arauca, Asojer, indican que la situación puede ser más grave en la zona rural que en la urbana, donde hay más presencia de autoridades civiles, de Policía y militares.

“Acá los jóvenes (en el pueblo) se pueden mover más fácil, pero en las escuelas rurales muchas veces a los niños les toca caminar mucho y lo hacen solos, lo que los pone en una situación vulnerable de los grupos al margen de la ley que están en esos territorios”, expresaron desde Asojer.

Así también lo señala el personero de Tame, Juan carlos Villate: “Quienes estaban ad portas de iniciar un espacio seguro de educación, tienen una incertidumbre cómo va a ser ese ingreso a los colegios, máxime si se tiene en cuenta que nuestros centros poblados están en un alto riesgo de seguridad a pesar de la fuerte presencia de la Fuerza Pública.

***

Antes de subirse al carro, María le entregó a su hijo Jorge el rosario con el que rezaba todas las noches. Lo abrazó muy fuerte y le dijo que se “encomendara a Dios” y que si le rezaba con fe, él podría volver a llevarlo. Esas fueron las mismas palabras que le dijo a su hijo mayor hace cuatro años, cuando el ELN llegó por él hasta la puerta de la finca. De ese hijo solo guarda un retrato, nunca más supo de él

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