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Estaba almorzando en el hotel Riviera de la ciudad de La Habana, cuando un mesero que sabía que yo era colombiano me contó que en mi país estaba pasando algo gravísimo. Le pregunté que cómo se había enterado y me dijo que por televisión.
Corrí a la habitación donde estaba hospedado y vi cuando los tanques del Ejército entraban por la puerta del Palacio. Así, con el alma arrugada por lo que veía, me enteré de la toma.
Yo estaba por fuera de la línea de mando, pues me recuperaba de un atentado que me hicieron al arrojarme una granada en Cali unos meses antes, mientras encabezaba una negociación de paz con el gobierno. Ese atentado me había puesto al borde de la muerte, a más de costarme la amputación de la pierna izquierda y haber seccionado el...
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