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Memorias de magistrados que sobrevivieron a la toma del Palacio de Justicia

Hernando Tapias y Reynaldo Arciniegas hacen parte de los pocos magistrados que sobrevivieron a la toma y retoma del Palacio de Justicia. Sus testimonios han sido determinantes para reconstruir la verdad de lo ocurrido.

  • A la izquierda: magistrado Hernando Tapias. Derecha: magistrado Reynaldo Arciniegas, sobrevivientes del holocausto del Palacio de Justicia. Foto: redes sociales, captura de pantalla y Colprensa
    A la izquierda: magistrado Hernando Tapias. Derecha: magistrado Reynaldo Arciniegas, sobrevivientes del holocausto del Palacio de Justicia. Foto: redes sociales, captura de pantalla y Colprensa
08 de noviembre de 2025
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El país aún no tiene una sola verdad sobre lo ocurrido el 6 y 7 de noviembre de 1985, cuando 35 guerrilleros del M-19 intentaron tomarse el Palacio de Justicia en una operación que terminó en desastre. Un violento episodio que dejó cerca de cien muertos y al menos once desaparecidos.

Durante años, la verdad fue más un campo de batalla que una búsqueda colectiva. A lo largo del tiempo, los informes forenses reconstruyeron con el horror vivido por magistrados, empleados y civiles, las lecturas políticas y mediáticas siguen intentando moldear los hechos a conveniencia.

Sin duda, los testimonios de los sobrevivientes han sido una guía indispensable para acercarse a la verdad. En esta entrega se recogen algunos de esos relatos estremecedores, contados ante la Comisión de la Verdad y otros en entrevistas concedidas a distintos medios de comunicación.

“Los guerrilleros nos ordenaron ponernos al frente y dispararon”

Entre el humo, los disparos y los gritos, un hombre tomó nota en su memoria de cada segundo, de cada rostro, de cada estallido. Hernando Tapias Rocha, magistrado de la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, sobrevivió a la tragedia. Su testimonio, recogido años después por la periodista Diana Saray, permite entender cómo se vivió la toma desde adentro, desde los ojos de quien vio morir a sus colegas y apenas logró escapar con vida.

“Entré al edificio de la Corte Suprema y subí a mi despacho, que quedaba en el tercer piso. La construcción tenía cuatro pisos. Me dediqué a dictar la parte de la sentencia que requería corrección. Le pedí a la secretaria que descolgara el teléfono, para poder concentrarme. Hacia las 11:40 a.m., sonaron en ráfagas los primeros disparos. No tuve la menor duda de que, si estaban disparando y gritando, me había tocado la anunciada toma del Palacio de Justicia”.

“Gritaban en coro: ‘¡Viva Iván Marino Ospina! ¡Presente Iván Marino Ospina!’, y disparaban hacia arriba. Los que estábamos adentro no tuvimos nada más que hacer sino botarnos al suelo. Me arrastré hacia la puerta de mi oficina y la cerré con llave”.

Desde ese momento, el caos fue total. Los guerrilleros llamaban por nombre a algunos magistrados. “Oí que el M-19 llamaba a los de la Sala Constitucional: ‘¡Magistrado Manuel Gaona Cruz, salga usted, no tema, le garantizamos la vida!’. No oí nada respecto a los de la Sala Penal. Pensé que luego vendrían por nosotros, los de la Sala Civil, pero no nos buscaron”.

Durante horas, el magistrado permaneció escondido en su oficina. Afuera, los combates se intensificaban. “No se sabía de dónde venían ni para dónde iban los disparos. Hacia la tarde, oí el vuelo de helicópteros y el descenso de varias personas en el techo. Olí gases lacrimógenos. El ambiente se hizo irrespirable”.

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Intentó romper un vidrio para que entrara aire. “Cogí un paragüero y traté de romperlo, pero los vidrios no cedieron. Casi me mato, porque reboté y salí para el otro lado”.

A las 6 o 7 de la noche, los soldados entraron por el primer piso. “Nosotros estábamos encima, mirándolos. Les gritamos, pero a ellos no les importó. Habrían podido salvar a mucha gente”, lamentó.

El incendio

“Fue hacia las 10:00 p.m. Sentí humo de madera quemada. Era el comienzo del incendio del Palacio”. Tapias ayudó a su secretaria a salir. “Estaba adormecida por el humo. Corrimos hacia las escaleras que bajaban al parqueadero subterráneo”. En el camino se encontró con otros magistrados: Horacio Montoya Gil y Humberto Murcia Ballén. “Nos topamos con guerrilleros que regaban agua con los hidrantes para contener el fuego”.

Entonces los hicieron entrar a un baño. “Ahí me encontré con quien luego supe era Andrés Almarales, comandante del M-19. No dije que era magistrado. Tenía la absoluta convicción de que serlo representaba peligro. Pero una guerrillera me reconoció: ‘¡Usted es el magistrado Hernando Tapias Rocha!’. No respondí nada”.

Los trasladaron a otro baño más pequeño, donde permanecieron hasta el día siguiente. “Ahí estábamos Manuel Gaona Cruz, Nemesio Camacho y yo. El piso estaba inundado. El agua de los hidrantes corría por las escaleras y entraba al baño. Sobre el agua pasaban pedazos de madera quemada”.

Afuera, el combate continuaba. “El Ejército tiraba a matarnos. Les gritábamos que éramos magistrados, que había heridos, pero respondían con balas”.

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Las últimas horas

“Seguíamos en el baño y en medio del encierro, Almarales recibía noticias de sus hombres. Decía: ‘Magistrado, son unos miserables. Usted no conoce al Ejército. Incendiaron el edificio’. Sabía que la toma había fracasado”.

Los sobrevivientes intentaron negociar una salida. “Se propuso que uno de nosotros saliera con una bandera blanca”, recordó Tapias. “Reinaldo Arciniegas se ofreció. Usó mi camiseta blanca como bandera. No volvimos a saber de él”.

El baño se convirtió en un espacio de muerte. “Cuando dejaban de atacar, les gritábamos a los militares que no dispararan, pero nos respondían con palabras soeces y ráfagas”. Hacia la mañana del 7 de noviembre, quedaban apenas diez guerrilleros.

“De repente, los guerrilleros nos ordenaron ponernos al frente. Dispararon. Sentí un golpe fuerte en el costado. Me hicieron un disparo por el costado izquierdo, debajo del brazo, que hirió el pulmón izquierdo, pasó por detrás de la columna vertebral y salió por el costado derecho. Quedé tendido y un montón de gente me cayó encima. Todo era un amasijo de cuerpos. Una confusión inenarrable”.

A su alrededor, el silencio lo cubrió todo. “Unos minutos después, me arrastré y me metí en un inodoro. Mientras tanto pasaron cosas que no puedo describir muy bien. El magistrado Manuel Gaona salió, caminó fuera del baño y unos guerrilleros heridos le dispararon. Lo mataron. Horacio Montoya también salió y le pegaron un balazo en la frente y otro en el pecho. Ahí murió. Nemesio Camacho recibió un tiro que le rozó la cabeza”.

“Almarales gritó: ‘¡Salgan las mujeres!’. Salieron y el Ejército las recibió. Luego dijo: ‘¡Los que quedamos nos morimos todos!’. Y después: ‘¡Salgan los heridos!’”.

Tapias aprovechó la confusión. “Me levanté como pude y salí por la puerta. Llegué a las escaleras y bajé entre los escombros. Un soldado me gritó: ‘¡Suba los brazos!’. No podía por la herida. Seguí. Detrás venían Nemesio Camacho y Humberto Murcia Ballén”.

“Salimos hacia la Plazuela de Márquez. Había un tanque que había embestido la pared. Pasamos entre los escombros. Unos socorristas me recibieron y me llevaron al Hospital Militar”.

Ese 7 de noviembre de 1985, Hernando Tapias Rocha salió con una bala atravesada en el cuerpo, pero con vida. Treinta y nueve años después murió por causas naturales. Se dedicó al derecho hasta sus últimos días y nunca dejó de ser una memoria viva de ese horroroso episodio de la historia en Colombia.

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“Nos metieron en un baño; allí todos fallecieron”

Otro de los sobrevivientes de la masacre fue el magistrado del Consejo de Estado Reynaldo Arciniegas, quien permaneció durante horas en el baño, junto a decenas de rehenes, entre ellos los magistrados Manuel Gaona Cruz, que moriría allí mismo, y Hernando Tapias Rocha. Su relato, reconstruye el instante en que intentaron una última salida en medio del asedio militar y la incertidumbre.

Según contó ante la Comisión de la Verdad, avanzada la mañana del 7 de noviembre, algunos de los cautivos discutieron la posibilidad de enviar un emisario al primer piso para informar que aún había personal civil en el edificio, y evitar así un desenlace fatal.

“Inicialmente el doctor Carlos Urán trató de obtener la autorización del comandante del M-19 Andrés Almarales para descender al primer piso y dar cuenta de la existencia de gran número de rehenes y desvirtuar así una información radial, según la cual, solo quedaban guerrilleros en la edificación. Se consideró muy peligrosa para el doctor Urán esta gestión y por lo tanto se descartó su mediación. Posteriormente, a eso de las 10:30 a.m., se rectificó este criterio y el magistrado Manuel Gaona Cruz anunció que estaba dispuesto a realizarla. El Comandante guerrillero rechazó su nombre”.

Sin embargo, fue finalmente Arciniegas quien asumió la misión. “La idea de salir la planteó primero Carlos Horacio Urán, como un acto heroico. Luego me ofrecí a salir para llevar el mensaje al Gobierno, en razón de que me conocían miembros de las Fuerzas Militares”.

“Almarales me mandó con un mensaje que decía: Queremos un periodista imparcial, la Cruz Roja, y queremos dialogar”, recordó. Descendió al primer piso, atravesando el humo y los escombros, hasta encontrarse con los militares. En ese momento, con la ingenuidad de quien aún creía en una salida pacífica, les explicó que en los pisos superiores quedaban rehenes escondidos.

“Ellos no sabían dónde estábamos. Me preguntaron y yo, espontáneamente, les dije: no están en el tercer piso, están entre el segundo y el tercero”, relató.

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Esa breve conversación cambió el curso de los hechos. “Después uno piensa las cosas... si yo no informo dónde estaban, quizá los militares no habrían llegado hasta allí”.

Poco tiempo más tarde, los soldados irrumpieron por el muro del baño y abrieron fuego indiscriminadamente. Arciniegas no vio el ataque, pues ya había sido retirado del lugar, pero siempre se cuestionó haber señalado, sin quererlo, el refugio de sus compañeros.

Reynaldo Arciniegas relató a la Comisión de la Verdad que un coronel del Ejército lo retuvo y le impidió entregar el mensaje dirigido al Presidente. Nunca alcanzó a llegar al Palacio de Nariño, ni a comunicar lo que los rehenes esperaban que fuera un puente hacia la vida.

Mientras tanto, en el baño, el miedo crecía. “Desde el momento en que el Ejército se dio cuenta de que allí había guerrilleros, afinaron la puntería y dispararon hasta el final. Se incrementó el envío de granadas de fragmentación. Lo que hizo Arciniegas, en su diálogo con los militares, fue darles información táctica para ubicar el lugar exacto donde se encontraban y poder atacarlos”.

Los testimonios de los magistrados Hernando Tapias y Reynaldo Arciniegas fueron claves para reconstruir las últimas horas de la toma y la retoma del Palacio de Justicia. El episodio ocurrido en el baño marcó el último enfrentamiento de los pocos guerrilleros que aún permanecían con vida.

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