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Petro aceptó almorzar con Maduro, el dictador que persigue Estados Unidos

El presidente viaja a Caracas para hablar de migración, pero con el ELN y Monómeros en la agenda paralela.

  • La cumbre de los presidentes se da tras las reuniones de Nicolás Maduro con los diplomáticos de Gustavo Petro, el embajador Armando Benedetti y el canciller Álvaro Leyva. FOTO Cortesía y Camilo Suárez Echeverry
    La cumbre de los presidentes se da tras las reuniones de Nicolás Maduro con los diplomáticos de Gustavo Petro, el embajador Armando Benedetti y el canciller Álvaro Leyva. FOTO Cortesía y Camilo Suárez Echeverry
  • Petro aceptó almorzar con Maduro, el dictador que persigue Estados Unidos
01 de noviembre de 2022
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El presidente Gustavo Petro estrecha hoy manos con Nicolás Maduro, el dictador de Venezuela que es perseguido por la justicia de Estados Unidos. La cita Petro - Maduro de la que se había hablado desde que el Gobierno restableció las relaciones con el régimen encontró un espacio en la agenda de Petro en su día 85 en la Casa de Nariño.

El mandatario viajará hasta Caracas para un almuerzo con Maduro, en el que hablarán de la reapertura de la frontera y del intento de Petro de que el régimen regrese al sistema interamericano de Derechos Humanos, el mismo que le acusa de crímenes de lesa humanidad. Sin embargo, hay otros asuntos que hacen parte de la agenda más espinosa de Colombia y que estarán en el calendario.

La Venezuela de Maduro es garante del proceso de paz con el ELN, una guerrilla binacional que se esconde a ese lado de la frontera cuando el Ejército Nacional la combate. Es más, el Palacio de Miraflores fue fundamental cuando el exmandatario Juan Manuel Santos firmó la paz con las extintas Farc y buena parte de los grupos armados con los que Petro quiere firmar su “paz total”, como las disidencias, tienen un brazo armado en territorio venezolano.

Sin ir muy lejos, allá está alias Iván Márquez a la espera de tener otro camino con la justicia colombiana ajeno al sometimiento, y también se encuentra detenida la condenada excongresista Aída Merlano.

Petro, Maduro y sus equipos cercanos almorzarán este martes en un Palacio presidencial que intenta recuperar su asiento en la agenda global después de que Occidente lo declarara como un paria por saltarse la Constitución, reelegirse en 2018 y protagonizar el exilio de 6,6 millones de migrantes venezolanos que huyeron de su tierra por la crisis humanitaria.

Es tal la discordia que genera Maduro en la comunidad democrática que hace dos días el embajador de Estados Unidos en Colombia, Francisco L. Palmieri, reiteró que él es un “dictador” con cargos criminales pendientes en ese país. La cabeza del líder del régimen venezolano tiene precio: una recompensa de 15 millones de dólares.

El mandatario colombiano transita una delgada línea diplomática que tiene a su Gobierno entre la necesidad de dialogar con el país vecino y el riesgo de legitimar a un dictador en el escenario internacional. Los emisarios para llevar a cabo esa misión han sido el embajador Armando Benedetti, el canciller Álvaro Leyva y el ministro de Comercio, Germán Umaña.

Petro está en la mira de la comunidad internacional por dar un paso que los otros no se habían animado a caminar y por el que la directora de Human Rights Watch, Juanita Goebertus, le tuvo que recordar que Maduro “ha violado en forma reiterada los derechos de los venezolanos”. El riesgo político tiene un interés de fondo: Colombia estaría negociando una posible compra de la empresa de fertilizantes Monómeros, que es el sostén de la seguridad alimentaria que busca el Ejecutivo.

La cumbre Petro - Maduro se da dos días después de que Lula da Silva, el otro rostro de la izquierda latinoamericana, resucitara en a política para un tercer mandato en la Presidencia de Brasil. Es más, la mayoría de gobiernos de la región (a excepción de Ecuador, Paraguay y Uruguay) están liderados por jefes de Estado de izquierda, un hito que no se presentaba desde comienzos de la década de los 2000.

En ese resurgir del progresismo latinoamericano, el presidente Petro quiere poner a marchar la reapertura de la frontera de 2.219 kilómetros que conecta a Colombia con Venezuela y que estuvo políticamente clausurada durantesieta años. Desde el 26 de septiembre los gobiernos reabrieron los puentes internacionales, pero el comercio sigue pasando por las trochas que son tan extensas como la zona limítrofe misma.

Desde la Casa de Nariño quieren cerrar los potreros que comunican a los dos países para legalizar el mercado, que va desde alimentos hasta chatarra, mientras que al otro lado el gobernador del Táchira, Freddy Bernal, está culpando a Colombia de que la reapertura no esté saliendo como lo planeaban en términos económicos.

Bernal, el emisario del régimen para el restablecimiento de relaciones, pide que a este lado de las trochas haya más vigilancia. Ese factor es crucial en una frontera plagada por grupos armados ilegales en la que el presidente y el dictador están llamando al orden.

La cumbre de este martes es la primera entre los jefes de Estado de Colombia y Venezuela desde enero de 2016, cuando Santos y Maduro coincidieron en Ecuador. La foto del encuentro de presidentes tiene una nueva agenda, pero un problema que no cambia: la espinosa relación entre dos vecinos del sur .

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