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Aquella tarde de 1939, el piloto colombiano Alberto Pauwels Rodríguez vio cómo el avión de su compañero de vuelo se precipitaba a tierra, y la muerte, como si se tratara de una ficha en un juego de azar, cobraba la vida del piloto; pero fue benigna —si es que así puede llamársele— pues le dio otra oportunidad a quien 13 años después se convertiría en el comandante más joven que ha tenido la Fuerza Aérea Colombiana.
Después de ver desprenderse las partes de la aeronave del piloto amigo, Pauwels descendió para ayudarlo, pero justo al aterrizar de su monoplaza salió disparada la misma parte del aparato que causó el accidente de su compañero. Era una falla de fábrica de estos aviones, y el suyo terminó con la punta enterrada y le dejó un par de contusiones...
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