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El Valle de Aburrá, la subregión que concentra al 43 % de todas las bandas de crimen organizado del país, está sacando la cara por Antioquia en materia de reducción de homicidios.
De acuerdo con el conteo de las autoridades, el departamento presenta un incremento en el índice de asesinatos del 13,1 % este año, al registrar 1.260 casos, mientras que en el mismo periodo de la anualidad anterior iban 1.114 (con corte al 1° de agosto).
De las nueve subregiones que conforman Antioquia, siete están en números rojos, mientras que el Bajo Cauca respira con un 8 % de disminución del flagelo (ver los recuadros), y el Valle de Aburrá ajustó tres meses mermando esa cifra, hasta llegar al 5,8 %.
En términos generales, “no estamos cumpliendo la meta, el año pasado logramos una reducción del 13 %, pero este año claramente tenemos estas cifras desfavorables de incremento”, se lamentó el gobernador (e), Luis Fernando Suárez, en el último consejo de seguridad departamental.
El aumento era previsible, teniendo en cuenta que el 2020 fue un año atípico y la pandemia se encargó de disminuir a niveles históricos todos los delitos. Cuando la gente estuvo aislada, las posibilidades de delinquir se minimizaron.
Con el regreso paulatino a la normalidad, los registros convencionales de la criminalidad volvieron a su cauce. Es por esto que resulta llamativa la disminución lograda en el área metropolitana, pues si de por sí es complicado bajar el índice contra un año común, mucho más lo es frente a una época de cuarentenas. ¿Cuáles son las razones detrás de la situación?
En el Aburrá se han documentado 343 asesinatos, 21 menos que en similar lapso de 2020 (364). Entre los casos más destacables está el de Bello, que ajustó 17 días continuos sin sangre derramada y una reducción de 83 a 33 casos.
“Las reducciones se vienen presentando desde abril de 2020, cuando a través del Decreto 299 el municipio creó por primera vez el programa de recompensas. Gracias a eso, la ciudadanía se ha animado a tomar la vocería, cansada de vivir con zozobra en sus barrios, lo que sumado al trabajo de inteligencia ha permitido la captura de los integrantes del cartel de los más buscados y de muchos sicarios”, dijo Daniela Ortega, secretaria de Seguridad de Bello, destacando la detención de alias “Joaco”, un homicida de la banda “Pachelly”, conseguida con la cooperación ciudadana.
Itagüí también sobresale, mermando de 30 a 19 homicidios, según la Policía. Su secretario de Seguridad, Rafael Otálvaro, recordó que hace 10 años, debido a las disputas entre combos delincuenciales, “la ciudad reflejaba miedo, se desvalorizaron las residencias, las empresas se habían ido y no había confianza en la institucionalidad”.
Contó que desde 2012 se implementaron medidas de fondo para enfrentar ese problema, las cuales se mantuvieron durante diferentes alcaldías, hasta la actualidad.
“Se fortalecieron los grupos especiales de la Policía, se trajo más pie de fuerza y se impulsó de forma categórica al Gaula, que se radicó en Itagüí, y empezamos las judicializaciones de cabecillas y la persecución de bienes de las bandas”, señaló Otálvaro.
Resaltó la articulación de la Alcaldía con el programa de Protección a Testigos de la Fiscalía, acompañando a las víctimas que denunciaban, “eso fue un éxito rotundo para adelantar las judicializaciones”.
Los buenos indicadores en el Aburrá se dan a pesar de un aumento del 8,3 % en Medellín, al subir de 240 a 260 en el último año (con corte al 20 de agosto).
El secretario de Seguridad de Medellín, José Acevedo, atribuyó el incremento a la reactivación social y económica de 2021; no obstante, enfatizó en que es la capital con el menor aumento, pues Cali subió un 26 %, Barranquilla 20 % y Bogotá 16 %.
“Si nos comparamos con un año normal, como 2019, la reducción en homicidios es del 40 %, igual que en muchos otros delitos. Este año tenemos una reducción de homicidios en menores de edad, en 2020 a la fecha llevábamos 16 menores de 12 a 17 años muertos, en este 2021 llevamos cinco”, dijo Acevedo.
Opinó que estos resultados se deben “a las recompensas y a una estrategia muy puntual contra el homicidio, que está en cabeza de la Fiscalía, la Policía, el CTI y la Alcaldía. Pero también hoy otros despachos, como las secretarías de Juventud, No Violencia, Educación, Salud e Inclusión hacen un trabajo transversal que en últimas da como resultado que nosotros podamos tener reducciones en Medellín frente a este delito tan macabro”.
Los tres secretarios de Seguridad coinciden en que la clave está en la coordinación interinstitucional entre las administraciones y las agencias encargadas de la lucha contra este crimen, a lo cual se suman el uso de la tecnología, las acciones especiales en puntos críticos y la cooperación ciudadana.
La disminución de los homicidios en el Valle de Aburrá también está asociada al enfriamiento de las disputas armadas entre las 350 bandas de la subregión, que en algunos casos se resolvió por la intervención de choque de las autoridades, y en otros por pactos de no agresión entre esos mismos grupos.
Bello, por ejemplo, sufrió entre febrero de 2019 y mediados de 2020 por el conflicto entre las organizaciones ilegales “Pachelly”, “el Mesa” y “Niquía Camacol”, que en su peor momento aumentó los homicidios un 175 % e irradió inseguridad a las localidades vecinas, como Medellín, Girardota, Copacabana y Barbosa.
Tras llegar a un nivel desaforado de violencia, que incluso puso en riesgo la vida de los familiares de los cabecillas y los integrantes encarcelados, estas bandas llegaron a un acuerdo en septiembre del año pasado, se redistribuyeron territorios y cesaron los tiroteos.
En la vereda El Ajizal, de Itagüí, había otra pelea entre la banda del mismo nombre y algunos clanes familiares, que en el primer semestre del año anterior se enfrentaron por el control de las extorsiones al transporte ilegal. Cuatro “chiveros” (conductores informales) murieron a bala por esa disputa.
“En El Ajizal teníamos un foco de inseguridad, llegamos con el Ejército, Carabineros, guías caninos y más Policía de prevención. Contamos con un grupo de investigación criminal eficiente que ha capturado a varios sicarios, como ‘Pipe’, ‘Piña’ y ‘Rastas’, y esto hace que el homicidio esté a la baja”, manifestó Otálvaro.
En el caso de Medellín, una intervención similar de la Fuerza Pública mitigó el choque entre “los Machacos” y “los Mondongueros”, que afectaba a la comuna de Castilla; entre “el Amarillo” y “los Pájaros”, en Belén; y la frontera del Doce de Octubre con París (Bello), entre el combo de “París” y “los Peludos”.
En la desactivación generalizada de los conflictos influye la salida de la cárcel de varios “peces gordos” de la mafia, quienes luego de haberse puesto en el radar de la Fuerza Pública por orquestar homicidios, decidieron mantener un bajo perfil y ordenar a sus subalternos quedarse quietos.
Entre estos hay líderes de “la Oficina”, “los Triana”, “los Chatas”, “Picacho” y “Caicedo”, que acordaron cesar las disputas mientras estaban presos.
¿Qué hacer para que estos indicadores se sostengan en el tiempo? Ortega indicó que hay que ponerle cuidado a la mala convivencia.
“De los pocos homicidios que hemos tenido este año, la mayoría han sido por intolerancia. Vamos a trabajar una estrategia para armonizar esos temas en comunidad, con el programa Rutas Seguras, la Subsecretaría de Convivencia y la Policía Comunitaria”, especialmente en Nueva Jerusalén, París y La Maruchenga.
El general Javier Martín Gámez, nuevo comandante de la Policía Metropolitana, confirmó que esta dinámica está poniendo muchos muertos, sobretodo en el centro de Medellín, por riñas y peleas de habitantes de calle. “Hago un llamado a bajar los índices de intolerancia en las relaciones interpersonales”, clamó.
Acevedo detalló que en Medellín el 53 % de las muertes de 2021 están asociadas a situaciones de mala convivencia y 47 % al crimen organizado. En el Centro, puntualmente, van 14 mendigos muertos por riñas entre ellos mismos.
Añadió que la tecnología y el sistema de cámaras ha sido esencial para judicializar estos hechos, incluso capturando a un habitantes de calle que mató a otros cinco en apenas 10 días.
Las estrategias en el Aburrá, según los secretarios, pasan por un análisis detallado e interagencial de cada homicidio, que se hace cada semana, más allá de los celos institucionales. De allí nacen las intervenciones, con cifras en mano y cabeza fría, para lidiar con un crimen en el que nunca se puede bajar la guardia