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Sergio cuenta cómo vivió el horror de una terapia de conversión

En el Congreso restan dos debates para convertir en ley un proyecto que pretende prohibir la práctica de las denominadas terapias de reconversión por parte de iglesias y centros médicos

  • Las terapias de conversión han sido consideradas como una forma de tortura por los daños físicos y emocionales que pueden causar. La ONU ha recomendado prohibirlas. FOTO CARLOS ALBERTO VELÁSQUEZ
    Las terapias de conversión han sido consideradas como una forma de tortura por los daños físicos y emocionales que pueden causar. La ONU ha recomendado prohibirlas. FOTO CARLOS ALBERTO VELÁSQUEZ
31 de marzo de 2024
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Sergio Chacón Barrera fue sometido a encierros y a ayunos prolongados porque era un “pecador”. La iglesia cristiana a la que asistía no contemplaba que un joven sintiera atracción por otro de su mismo sexo.

Se estima que en Colombia una de cada cinco personas que se identifican como LGBTIQ+ han sido sometidas a las mal llamadas “terapias de conversión”. Se trata de una práctica –religiosa, psicológica o médica– que busca “cambiar, revertir o reprimir” la orientación sexual o identidad de género.

En el caso de Sergio ocurrió en 2018. Tenía 16 años y había empacado sus maletas para viajar desde Duitama, en Boyacá, a estudiar Derecho en la Universidad de Antioquia.

“En esta ciudad no conocía a nadie. Solo me acompañaba mi hermana. Mi familia, entonces, decidió buscar una sede de la iglesia a la que asistíamos en Boyacá para que me congregara y no me sintiera tan solo”, recuerda Sergio.

El joven sintió la necesidad de explorar su orientación sexual. Llevaba mucho tiempo ocultándose, aunque hubo miedo. Había crecido con la idea de que la homosexualidad era un pecado y una enfermedad.

“No pude disimular más el asunto y la primera en enterarse fue mi hermana. Ella corrió a la iglesia a contar que me había visto con un muchacho”, añadió el joven.

Para la iglesia, Sergio pecó y tenía que estar arrepentido. El pastor decidió que el joven debía ser sometido a una terapia cuyo resultado sería “milagroso”: convertirlo en heterosexual.

Sergio estaba maniatado. La iglesia lo amenazó con revelar su orientación sexual a sus padres: la consecuencia sería volver a Boyacá y, así, terminaría su sueño universitario.

“Empezaron por ponerme a aguantar hambre durante ocho días. Debía rogarle e implorarle a Dios que me quitara lo homosexual. También me ordenaron hacer vigilias en las que me quedaba gran parte de la noche orando para que se me fuera lo homosexual”, recordó el joven.

En otra ocasión, fue llevado hasta un cuarto oscuro y allí fue ungido con aceites mientras otros miembros de la comunidad religiosa oraban para que Dios actuara sobre Sergio.

“Mientras estaba en ese cuarto pensaba que mi vida sería mucho más fácil si Dios me hacía el milagrito. Es que ser homosexual suponía un montón de problemas como el rechazo de mi familia, la sociedad y las violencias que debemos enfrentar”, añadió Sergio.

El joven estaba siendo víctima de lo que en el Congreso se ha nombrado como esfuerzos de cambio de orientación sexual, identidad y expresión de género (ECOSIEG).

Congreso busca prohibirlas

En el Legislativo solo restan dos debates para convertir en ley una iniciativa que busca prohibir este tipo de prácticas en el país.

La Organización de las Naciones Unidas, incluso, ha calificado estas “terapias” como extremadamente dañinas y asegura que causan dolor y sufrimiento que perdurará por mucho tiempo en las víctimas.

Grecia, Chile, Francia, Alemania, Malta, Ecuador, Brasil y Canadá son los países que han prohibido las denominadas terapias de reconversión.

De aprobarse en Colombia, la ley castigaría a los establecimientos que incurran en estos procedimientos con suspensión o cancelación de las licencias de operación.

En materia penal, el Ministerio de Justicia y la Fiscalía deberán elaborar un protocolo de investigación que reconozca y respete la diversidad sexual y priorice las denuncias de discriminación y tortura de las personas que hayan sido víctimas de las terapias de reconversión.

Además, esta conducta se agregará como un agravante en el Código Penal para los delitos contra la autonomía personal o actos de discriminación.

En el caso de Sergio, el pastor continuó con las prohibiciones. No podía entrenar con el equipo de voleibol de la universidad porque estaría cerca a otros hombres. También le negaron ser parte del movimiento estudiantil.

En octubre de 2018 Sergio logró zafarse de la iglesia que lo presionaba y decidió conversar con su familia.

La institución, en un aparente caso de terror psicológico, le aseguraba a su familia que el joven empezaría a consumir sustancias psicoactivas y que contraería VIH. Sergio también fue señalado como culpable de un cáncer que le diagnosticaron a su papá “porque ese era el castigo de Dios”.

Han pasado cinco años desde que Sergio fue sometido al terror de las terapias de reconversión. Ahora es defensor de los derechos de la comunidad diversa del país. Pide que ocurra un milagro político para que el Congreso discuta y apruebe con prontitud la ley de los inconvertibles.

¿Qué más busca el proyecto de ley?

La iniciativa, en principio, fue presentada por el excongresista Mauricio Toro. El proyecto se cayó porque hubo cambio de legislatura y habían quedado debates pendientes. El articulado fue acogido por 41 senadores y representantes –de distintas bancadas– que lo volvieron a presentar y el pasado 20 de marzo logró una contundente mayoría en la Cámara con 97 votos a favor y 18 en contra.

Además de las sanciones penales, el articulado también pretende prohibir que se destinen recursos públicos para promover este tipo de “terapias”. La Superintendencia de Industria y Comercio también tendría facultad para sancionar a quien promocione, en medios de comunicación o en eventos masivos, a estos establecimientos. Se considerará este tipo de prácticas como publicidad engañosa.

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