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Llegaron los días del ‘mazamorreo’ a los ríos de Antioquia, un oficio que sobrevive desde la Colonia

Aprovechando el descenso de los ríos en el tiempo seco, entre junio y agosto llegan a las orillas los mazamorreros, un oficio que marcó la ruta de la Colonización antioqueña.

  • También llamada minería de subsistencia, la modalidad más común en el país es el barequeo, definido como el lavado de arenas y tierra sin maquinaria para separar metales preciosos de otros elementos. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
    También llamada minería de subsistencia, la modalidad más común en el país es el barequeo, definido como el lavado de arenas y tierra sin maquinaria para separar metales preciosos de otros elementos. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
  • Las innumerables lavadas permiten filtrar los gránulos de oro. Cada lavada del cajón se asegura poniendo la batea debajo para evitar que se pierda el oro que concede el playón del río Cauca en la parte baja de Puente Iglesias, en el Suroeste. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
    Las innumerables lavadas permiten filtrar los gránulos de oro. Cada lavada del cajón se asegura poniendo la batea debajo para evitar que se pierda el oro que concede el playón del río Cauca en la parte baja de Puente Iglesias, en el Suroeste. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
  • Los elementos de trabajo son básicos: un cajón de madera, costales, un tapete, los tarros para cargar los materiales, la batea, jabón en polvo, imanes y una cuchara fina para quemar las impurezas. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
    Los elementos de trabajo son básicos: un cajón de madera, costales, un tapete, los tarros para cargar los materiales, la batea, jabón en polvo, imanes y una cuchara fina para quemar las impurezas. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
  • El polvillo dorado queda expuesto sobre el metal y está listo para empacarse en minúsculas bolsas plásticas. Le ponen doble bolsa y doble nudo para evitar que se desperdicie cualquier gránulo. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
    El polvillo dorado queda expuesto sobre el metal y está listo para empacarse en minúsculas bolsas plásticas. Le ponen doble bolsa y doble nudo para evitar que se desperdicie cualquier gránulo. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
  • El paso previo a empacar el producido es poner el cucharón con los gránulos de oro sobre las llamas para quemar cualquier residuo o impureza. Cada proceso se hace con sumo cuidado; si se voltea el cucharón se pierde toda la jornada de trabajo. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
    El paso previo a empacar el producido es poner el cucharón con los gránulos de oro sobre las llamas para quemar cualquier residuo o impureza. Cada proceso se hace con sumo cuidado; si se voltea el cucharón se pierde toda la jornada de trabajo. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
  • Este fue el producido del día de trabajo de Diego y Édgar: unos 5 riales, por los que esperaban recibir $350.000 en las compraventas de oro de La Pintada. El precio final lo dividen en dos y le restan gastos de transporte, comida y materiales. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
    Este fue el producido del día de trabajo de Diego y Édgar: unos 5 riales, por los que esperaban recibir $350.000 en las compraventas de oro de La Pintada. El precio final lo dividen en dos y le restan gastos de transporte, comida y materiales. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
17 de agosto de 2025
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Todo lo que brilla es oro. Al menos el que logra señalar Diego Gaviria con su índice en la batea de cedro colorado, después de una hora de girar en círculos la arena y la gravilla hasta separar ese polvillo diminuto que promete el jornal del día. La escena ocurre en Puente Iglesias, Fredonia, donde el río Cauca abre paso a los barequeros del Suroeste antioqueño.

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El destello en un costado de la batea arranca una sonrisa en Diego y en los dos compañeros que desde las siete de la mañana lavan gravilla con paciencia. La meta, dice él, es alcanzar medio castellano, es decir, ocho riales; cada rial puede pagarse hasta en 70.000 pesos. Son las tres de la tarde de un miércoles de julio, el termómetro supera los 30 grados y el calor sofoca incluso dentro del agua, mientras arriba los carros atraviesan el puente con una lentitud que parece ajena a la faena del río.

—Con la borrasca que echó esta semana debió bajar más oro. En un día se puede sacar entre 150.000 y 200.000 pesos; a veces se reparten, a veces eso queda para cada uno, cuenta Diego, quien se dedica hace 31 años a espulgar el Cauca.

Desde Puente Iglesias, Bolombolo, La Pintada, Peña Lisa y en toda la ribera del río se distinguen esa diminutas siluetas en las playas que deja el Cauca: figuras que, a contracorriente, buscan con paciencia el oro fino que aflora en el lecho cuando baja el río. La escena se repite desde los tiempos de la Colonia y es habitual entre junios y agostos cuando el caudal baja.

Esta es la otra cara de la explotación aurífera: aquella que se ejerce a pequeña escala. También llamada minería de subsistencia, la modalidad más común en el país es el barequeo, definido como el lavado de arenas y tierra sin maquinaria para separar metales preciosos de otros elementos. Antioquia concentra más del 40% de los barequeros inscritos en el Registro Único de Comercializadores de Minerales.

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También son conocidos como mazamorreros. Según Robert West en su libro “La minería de aluvión en Colombia durante el período colonial”, con la palabra mazamorra se denominaban los desechos de arena y cascajo de canalones que eran trabajados de nuevo por indios y negros libres, es decir, por las personas que trabajan por su cuenta las minas de aluvión.

Las innumerables lavadas permiten filtrar los gránulos de oro. Cada lavada del cajón se asegura poniendo la batea debajo para evitar que se pierda el oro que concede el playón del río Cauca en la parte baja de Puente Iglesias, en el Suroeste. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
Las innumerables lavadas permiten filtrar los gránulos de oro. Cada lavada del cajón se asegura poniendo la batea debajo para evitar que se pierda el oro que concede el playón del río Cauca en la parte baja de Puente Iglesias, en el Suroeste. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY

Aunque hoy esa tarea se ve marginal y minúscula, incluso desde Puente Iglesias, los mazamorreros son parte esencial de la historia antioqueña. Contribuyeron a la economía, a la expansión territorial y a la transición hacia una sociedad con mayor presencia de hombres y mujeres libres. Esa herencia de movilidad, resistencia y trabajo manual en el río es la que aún encarnan los barequeros que por estos tiempos baten el cauce del Cauca en busca del polvillo dorado.

Diego traslada su oficina a la ribera del Cauca en estos meses de tiempo seco; el resto del año trabaja en construcción y oficios varios. Nació y creció en Puente Iglesias. Mientras lava y lava las arenas del río, otro grupo con palas y carretas extrae material de construcción de las playas que deja el río. Diego se concentra en su entable armado con un cajón de madera, un costal grueso de café y un tapete delgado. La lavada lleva más de ocho horas, fueron 200 tarros de material de la playa.

—Allá está la cinta que deja el río. Primero uno mira con la batea y si hay oro, arranca en ese punto. Con la pala trabaja el filón. Luego hay que sacarle la arena a los costales y lavar toda la gravilla. Este trabajito es bueno, esto le gusta a uno porque se viene y acá saca su salario sin tener jefes ni horarios, dice.

Los elementos de trabajo son básicos: un cajón de madera, costales, un tapete, los tarros para cargar los materiales, la batea, jabón en polvo, imanes y una cuchara fina para quemar las impurezas. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
Los elementos de trabajo son básicos: un cajón de madera, costales, un tapete, los tarros para cargar los materiales, la batea, jabón en polvo, imanes y una cuchara fina para quemar las impurezas. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY

Oficio de la identidad paisa

Durante el período colonial, la economía de Antioquia giró casi exclusivamente alrededor de la minería. Desde el siglo XVI, centros como Cáceres, Zaragoza y Remedios marcaron el inicio de esa vocación, y en el siglo XVIII se sumaron Santa Fe de Antioquia, Rionegro, Medellín, Marinilla y Santa Rosa de Osos. Solo hacia finales de ese siglo comenzaron a fundarse algunas colonias agrícolas en el norte y el oriente, pero la minería seguía siendo el eje de la vida social y económica. Esta historia la cuenta con detalle Lucely Villegas en su texto “Mazamorreo y población negra libre en Antioquia (1770-1820)”. Hay cálculos muy preliminares de que en toda la cuenca de los ríos Nechí y Cauca se extrajo poco más del 7% de la producción mundial de oro en el siglo XVI.

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En este escenario surgieron dos formas principales de explotación: de un lado, los propietarios de cuadrillas de esclavos, que dominaban la producción con grandes dotaciones humanas; y de otro, los mazamorreros, trabajadores que se convirtieron en un actor clave en la transición hacia una economía menos dependiente de la esclavitud.

A finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, los mazamorreros adquirieron mayor relevancia. La población libre encontró en la extracción aurífera no solo una forma de subsistencia, sino también un espacio para construir identidad como grupo social. Con su oficio desplazaron progresivamente el modelo de las cuadrillas esclavistas y se vincularon estrechamente a los procesos de colonización, pues eran ellos quienes se movían hacia zonas recién fundadas en busca de minas y tierras.

Esa movilidad les otorgó una solvencia económica relativa y, en muchos casos, mejores condiciones de vida. El continuo desplazamiento no respondía tanto al agotamiento de las minas, sino a la dificultad creciente del trabajo y a la búsqueda de lugares donde la extracción resultara menos exigente en inversión y técnica. Los mazamorreros representaron así una capa de la población que se movía constantemente en busca de oportunidades, empujando con su andar las fronteras de la Colonización antioqueña, según la historiadora Lucely Villegas.

Sus técnicas eran rudimentarias pero ingeniosas. Una de las más comunes consistía en zambullirse en ríos y quebradas con batea o totuma, recoger arenas del fondo y separarlas luego en la superficie para obtener el oro. Esta labor se realizaba sobre todo en verano, cuando el nivel de las aguas bajaba y dejaba expuestos los lechos, tal como lo hace Diego en Puente Iglesias.

Otra modalidad era la construcción de acequias para desviar el agua hacia las minas. Una vez lavadas las arenas y piedras molidas, se separaban los desechos del oro.

El polvillo dorado queda expuesto sobre el metal y está listo para empacarse en minúsculas bolsas plásticas. Le ponen doble bolsa y doble nudo para evitar que se desperdicie cualquier gránulo. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
El polvillo dorado queda expuesto sobre el metal y está listo para empacarse en minúsculas bolsas plásticas. Le ponen doble bolsa y doble nudo para evitar que se desperdicie cualquier gránulo. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY

Los mazamorreros, además, tejieron redes comerciales con otras regiones. Sus movimientos no solo estaban ligados al oro, sino también a la búsqueda de tierras fértiles y de nuevas oportunidades para sus familias. En este proceso fueron fundamentales para la consolidación de rutas de poblamiento que más tarde se convirtieron en núcleos de ciudades y pueblos.

El paso previo a empacar el producido es poner el cucharón con los gránulos de oro sobre las llamas para quemar cualquier residuo o impureza. Cada proceso se hace con sumo cuidado; si se voltea el cucharón se pierde toda la jornada de trabajo. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
El paso previo a empacar el producido es poner el cucharón con los gránulos de oro sobre las llamas para quemar cualquier residuo o impureza. Cada proceso se hace con sumo cuidado; si se voltea el cucharón se pierde toda la jornada de trabajo. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY

Por eso dice el economista Alejandro Arbeláez Arango, en su texto “La minería antioqueña y su importancia en la acumulación primaria de capital”, que en Antioquia, a diferencia de otras regiones, la agricultura no fue fuente principal de riqueza sino una actividad de subsistencia, pues resultaba más rentable dedicarse de manera independiente a la minería que trabajar como asalariado o aparcero en un latifundio, con remuneraciones hasta cuatro veces menores.

A todas estas, Diego prepara los gramos de oro que tanto esfuerzo costó arrancarle al Cauca. Es rápido con la batea: conoce la técnica, domina el arte que le heredó un tío.

Este fue el producido del día de trabajo de Diego y Édgar: unos 5 riales, por los que esperaban recibir $350.000 en las compraventas de oro de La Pintada. El precio final lo dividen en dos y le restan gastos de transporte, comida y materiales. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY
Este fue el producido del día de trabajo de Diego y Édgar: unos 5 riales, por los que esperaban recibir $350.000 en las compraventas de oro de La Pintada. El precio final lo dividen en dos y le restan gastos de transporte, comida y materiales. FOTO JULIO CÉSAR HERRERA ECHEVERRY

—Este calor es imponente, abrazador; toca meterse un clavado al agua para bajarlo, dice mientras mece una vez más.

Édgar Montoya, su compañero de faena, tiene 32 años y recuerda que desde los 13 barequea en Puente Iglesias.

—Un primo me enseñó. Este es un arte bonito, aunque da lidia. Si uno viene seguido, saca su plata. A veces manda la técnica, a veces la suerte, asegura.

Diego trabaja con cuidado la última arena negra, la jagua, usando dos imanes. Lo hace con maña, casi conteniendo la respiración: cualquier movimiento brusco podría costarle el jornal del día. Antes, había puesto el polvillo dorado en un cucharón y encendido un rastrojo seco para quemar las impurezas. Luego, junta los dedos índice y pulgar formando un círculo, desliza una bolsita dentro y deja caer el orito. La sella con dos cintas, aprieta fuerte y entrega el paquete a Édgar, encargado de llevarlo a la compraventa de La Pintada.

Empapados y cargando sus bateas e implementos, salen del río. La jornada termina, pero mañana temprano volverán a ver qué suerte trae esta vez el Cauca.

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