La masacre de cinco personas en una taberna de Corinto, un carrobomba en Suárez, la muerte de un militar en Patía y el secuestro de dos soldados en una asonada en Mapiripán, tienen dos elementos en común: las disidencias de las Farc y la débil respuesta de las autoridades encargadas del orden público.
El hecho más reciente fue el insólito doble secuestro de dos soldados profesionales en el Meta, que fueron retenidos en una asonada, entregados a un cura y luego raptados de nuevo a las pocas horas.
La historia comenzó al amanecer del lunes festivo, cuando tropas de la Fuerza de Tarea Omega acompañaron a unos agentes del CTI en la captura de una mujer, en la vereda Getsemaní, de Mapiripán.
Luego de la evacuación de la capturada y los agentes, 400 personas rodearon a los militares que quedaban en el territorio. Esa muchedumbre “habría sido objeto de constreñimiento y coacción por parte del bloque Jorge Suárez Briceño de las disidencias de las Farc”, informó la Institución.
En las primeras horas retuvieron a un teniente y tres soldados; ese mismo lunes liberaron más tarde al oficial y a uno de los soldados.
A los otros dos, Ángel González Garcés y Édgar Mina Carabalí, les quitaron las armas y el uniforme, entregándoles ropa de civil, y se los llevaron a un paraje desconocido.
A las 11.30 a.m. de este martes, luego de una negociación entre las autoridades y la comunidad, los soldados fueron entregados a un párroco de la región, pero a 22 kilómetros de distancia del sitio del rapto, monte adentro en la vereda Alto Quebradón, lo que dificultó la pronta llegada de una comisión humanitaria de la OEA, que iría a recogerlos.
“Cuando los dos vehículos de la OEA llegan a sitio (cuatro horas después), nos dimos cuenta de que la población civil volvió a secuestrar a nuestros soldados”, confirmó el general Carlos Marmolejo, jefe de la Fuerza de Tarea Omega.
Regístrate al newsletter