La más reciente producción de Ani Mesa está inspirada en un árbol del magnolio que tiene en el patio de su casa. Parada junto a este espécimen, lo muestra como parte de ella, como si tuviera una conexión con él: “Es un fósil viviente. Tiene una floración efímera, dura solo tres días”, y señala orgullosa al individuo de cerca de 8 metros, un regalo que le hizo su mamá hace 22 años. Muestra una rama y explica cómo se forman los botones antes de que aparezca la flor.
Ella ve cada movimiento lento, está acostumbrada a hacerlo: en el primer día se abre en la mañana y se esconde con el sol, al segundo vuelve a abrir la flor para ser polinizada por las abejas: “No vino ni a brillar ni a estar en un florero ni a llamar la atención. No somos más que nadie, somos iguales”, indica la artista mientras toma un pétalo del suelo y se lo acerca a la nariz. Dice que el perfume atrae a abejas, hormigas y otros insectos. Al tercer día comienzan a oxidarse y caerse cada uno de los nueve pétalos, hasta que al final queda una vaina rosada, la que entrará en un proceso de maduración de 165 días aproximadamente antes de transformarse en semilla. “Nosotros vinimos a dejar esa huella, es nuestro reflejo en la naturaleza, lo que quise conectar con ese árbol...”, señala la escultora antioqueña.
Basadas en estas observaciones la artista convocó a principios de este año un equipo interdisciplinar para que la acompañaran a una “expedición” que no sentía que debía hacer sola. Durante siete meses se reunió con curadores, dibujantes, activistas, científicos, diseñadores y publicistas, joyeros, editores, entre otros, para que conocieran y enriquecieran su proyecto basado en ese árbol y lo que él le enseña, la idea de reconciliarse con la naturaleza: la polinización, la forma, las semillas, fruto, la flor, las hojas y la vida efímera que transciende a la forma. De hecho, el inventario de obras de Mesa hace parte de los ecosistemas que rodean a esta planta y que se verá en la exposición El árbol del magnolio, abierta desde hoy.
La artista reunió todas esas ideas y las plasmó en forma de piñas, hojas, nidos, ramas, abejas, hormigas, panales, semillas, gotas de agua y flores, hormigas, crisálidas y otras réplicas de la naturaleza, muchas de ellas con figuras humanas en su centro, a veces abrazadas y otras en posición fetal, como la semilla en la mitad del magnolio, “porque así venimos y así vamos a morir”, dice Ani.
La muestra, presencial y virtual, está compuesta por 32 piezas de pequeño y gran formato en mármol y bronce, principalmente. Lucrecia Piedrahíta, la curadora, configuró tres espacios de experiencia para asistir: un espacio a cielo abierto en el patio principal de la casa; una cámara de las maravillas, donde está el taller; y el laboratorio, donde están los hornos, la pulidora de mármol y sus herramientas de trabajo.
Con estas tres zonas se busca generar experiencias para los visitantes en su casa, a los que se puede ir con cita previa y solo para grupos seleccionados.
La exhibición virtual tendrá una experiencia inmersiva y abierta en www.elarboldelmagnolio.com. A este espacio digital, diseñado por Dream House, se ingresará con un avatar (personaje) a escala. Explica Lucrecia que el sitio está ambientado en un bosque tridimensional en la que se encuentran las esculturas replicadas al tamaño natural. El guión para el recorrido fue escrito por Juan Fernando Mosquera.