El 4 de enero es, como de costumbre, un día de carnaval en Pasto, la anticipación de lo que será la verdadera fiesta de negros y blancos. Al sur de la ciudad, cuando se acerca la medianoche, dos casas permanecen iluminadas. En una trabaja Kevin Bucardo, de 23 años. Lleva días sin dormir, no recuerda cuántos, tampoco le interesa. Su felicidad, como dice él, depende ahora de un león de icopor y papel maché que pesa 45 kilos. Es su disfraz para el gran desfile del 6 de enero. Si no lo termina, serán meses de madrugadas perdidas.
Detrás de la segunda casa iluminada hay un lote cubierto. El olor a pintura es más fuerte. Entre los andamios pasan niños, adultos, abuelos y perros. Es la familia del artista Holman Cabrera.
Tiene 48 horas para terminar una carroza que mide 16 metros de largo por 6 de alto. Todavía falta la pintura y el detalle de algunos duendes. Ha invertido más de 40 millones de pesos en esta gran estructura que representa, según él, la conservación del carnaval y de la naturaleza. El frente de la carroza es un guardián cubierto por un oso de anteojos.
Holman y Kevin no solo comparten los días de desvelo. Los dos sacan de su tiempo libre espacios para continuar en los proyectos del carnaval. Kevin trabaja en un taller de mecánica, de 8 de la mañana a 7 de la noche. Cuando llega a su casa le entrega como mínimo cuatro horas al disfraz.
Para él, Holman es un maestro, pues hace años dejó de hacer disfraces para crear carrozas. De hecho, ocupó el segundo puesto en el carnaval, un logro que algunos artistas llevan 30 años intentando alcanzar. El caso de Holman no es tan diferente. También necesita de los tiempos libres para terminar las obras del carnaval. Es licenciado en arte, dicta clases y asesora a los gobiernos locales en proyectos culturales. Usualmente tiene pérdidas económicas después del carnaval, pues la financiación del municipio no alcanza. El dinero, sin embargo, no es el eje central de su trabajo. De algún modo lo consigue. “No puedo dejar el carnaval. Cuando era niño yo le ayudaba a un tío que hacía carrozas. Esto representa algo familiar”.
Barro, papel maché y pintura. Los artesanos comenzaron a elaborar complejas carrozas con esos tres elementos. Para los jóvenes como Kevin, el icopor se ha convertido en un material más fácil de trabajar. Sin embargo, los jurados valoran aquellas obras creadas con los elementos tradicionales. Así lo ha hecho durante los últimos 30 años Fabián Zambrano, hijo del maestro Alfonso Zambrano, el primero en sacar una carroza a las calles de Pasto y el único que logró posicionar su trabajo en ciudades como Madrid y Roma.
Fabián trabaja en una carroza inspirada en los mitos y leyendas de Nariño, en las creencias que le contaba su abuela. Ahora trata de recordarlas con claridad para retratar su imaginación con fidelidad.
Esta fidelidad, dice, depende también de los materiales: “Todos los grandes maestros, Estrada, Belalcázar, Guerrero y Caicedo trabajaron con barro y brochas de pintura. Con las técnicas nuevas no es lo mismo. Le pongo un ejemplo: el icopor usted lo puede enterrar entre 10 a 20 años y nunca se va a deshacer, mientras que cuando entierra la figura hecha con papel maché se deshace en menos de 10 días”.