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No estaba planeado que fuera así, pero la pandemia llevó a que se hicieran en octubre seis festivales de teatro en el Valle de Aburrá. En Medellín estuvo el Festival Colombiano de Teatro, liderado por el Ateneo Porfirio Barba Jacob; el Festival de Teatro San Ignacio, de Comfama en alianza con el encuentro hermano de Manizales; la Fiesta de las Artes Escénicas, de Medellín en Escena; el Festival Internacional de Títeres La Fanfarria; Invernía, organizado por Elemental; y El Teatro se Toma Bello, del municipio vecino. Todos fueron virtuales.
Que hayan tantos festivales parece una contradicción, teniendo en cuenta que la mayoría de las salas de Medellín están cerradas, aunque han rebuscado al público entre las pantallas. Precisamente, estos difíciles siete meses para el sector han sido una forma de reivindicar la necesidad de más artes escénicas.
Solo dos espacios en la ciudad, Elemental y Pequeño Teatro, han abierto sus puertas. El primero, con capacidad para 110 sillas, lo hizo desde el 1 de octubre con 30 puestos habilitados, siguiendo los protocolos de las autoridades. En las seis funciones que tuvieron el mes pasado todas se llenaron. Por su parte, el Pequeño Teatro, con capacidad para 500 sillas, redujo a 90 ocupaciones. En nueve presentaciones que tuvieron el mismo mes lograron llenar los sábados. “La gente pregunta por la apertura, quiere venir, pero ha sido cautelosa”, indica Mauricio Turriago, vocero de esta compañía. El resto de salas de la ciudad (40) aún permanecen cerradas, principalmente porque para muchos no justifica abrir con aforo limitado. Dicen que no es rentable.
Ante la incertidumbre debido a la crisis por el coronavirus, el sector reflexiona sobre los retos que se vienen en adelante. Jaiver Jurado, presidente de la Asociación Medellín en Escena, que agremia 22 compañías, señala que hay que estar abiertos al cambio: “Quizá el rito de hacer teatro en vivo está en el corazón del actor y los grupos, pero la técnica y el proyecto artístico cambiará en forma y contenido”.
Eso sucede ahora con el Encuentro Nacional Comunitario de Teatro Joven (ver Paréntesis), cuya esencia es la reunión con la gente. “Nos ha tocado repensarnos. Nos resistimos a la virtualidad porque son las comunidades las que nos piden estar presentes, pero hay que adaptarse”, dice el organizador Jorge Blandón.
Otro aspecto que necesita evaluar el gremio en un escenario pospandemia es cómo recuperar la confianza del público para que vuelva a visitarlos: “No será fácil revertir el aislamiento mental. Hay desconfianza hacia el otro, hay incertidumbre y se ha pronunciado el vacío existencial en muchos que han perdido a sus seres queridos, o que han sido duramente golpeados por la soledad y la crisis económica”, comenta Hildebrando Flores, de la Corporación Artística Tecoc, de Bello.
La pandemia sacó a flote otro tema vital: la sostenibilidad económica. “Quedamos destruidos”, enfatiza el director John Viana, frente al cierre obligatorio durante siete meses de su espacio. “Abrimos la sala por amor al arte. Hay alegría, pero económicamente no es rentable”, comenta el fundador de Elemental.
Esos tres retos –la respuesta al cambio, recuperar la confianza del público y la estabilidad económica– serán fundamentales de aquí en adelante para que la función siga. “Mientras el hombre viva, existirá la representación, el símbolo y el arte. El teatro ha construido el pensamiento de la humanidad y la búsqueda de escenarios posibles e imposibles”, dice Sergio Restrepo, director del Festival de Teatro San Ignacio.