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La piedra en zapato del cine mexicano

El cineasta mexicano, Luis Estrada, critica en sus películas la realidad de su país desde la sátira. Habló con generación sobre narcotráfico y cómo el arte imita a la realidad.

  • El cine de Luis Estrada se caracteriza por su humor oscuro, la truculencia física y moral, la precisión narrativa y una concepción visual que no olvida que el cine es un arte, aun ese que tiene como principal objetivo crear conciencia sobre el contexto político y social. FOTO: JULIO HERRERA
    El cine de Luis Estrada se caracteriza por su humor oscuro, la truculencia física y moral, la precisión narrativa y una concepción visual que no olvida que el cine es un arte, aun ese que tiene como principal objetivo crear conciencia sobre el contexto político y social. FOTO: JULIO HERRERA
17 de febrero de 2018
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Así como Colombia ha tenido producciones audiovisuales que se concentran en la historia del narcotráfico, la industria cinematográfica de Mexico también ha abierto esta puerta. Uno de sus grandes exponentes es el cineasta Luis Estrada, quien se ha encargado de explorar el tema con obras críticas, polémicas y llenas de sátira. Entre sus películas más conocidas figuran La ley de Herodes, El infierno y La dictadura perfecta. Generación habló con el productor sobre cómo el arte imita a la realidad y cómo se mantiene comercialmente sin perder su mensaje.

¿La realidad supera a la ficción?

“Siempre y por mucho, sobretodo en momentos tan graves como los que vive México. Uno no deja de sorprenderse. De hecho, pareciera que la realidad se esforzara en superar a la ficción, si hablas de casos de corrupción, de violencia, de desigualdad o de impunidad, lo que es una muy mala noticia para todos. A veces se copian, no es una idea mía, pero siempre la asumo. Es curioso ver como de pronto cosas que tú crees exageradas para una película, cosas que tú a lo mejor dices ‘esto es dificilísimo que pueda ocurrir’, incluso en la comedia negra, y de pronto la realidad te alcanza y te supera. El arte imita la realidad, pero también la realidad imita al arte”.

¿Por qué cree que uno termina riéndose de situaciones tan trágicas?

“El cine pertenece a una tradición narrativa que viene desde los griegos, donde la comedia y el humor podían ser las formas más eficaces de reflexionar y de comunicar ideas sobre problemas graves, como lo podemos ver en Aristófanes o en Molière. También en el cine hay una línea donde la sátira se usa sobre todo para hacer una crítica directa al poder y hacia algunos personajes que para muchos de nosotros son odiosos, como las clases políticas o las clases más encumbradas en terrenos económicos.

No hay que olvidar que de alguna manera el cine necesita tener un pie en lo que es el arte, la cultura, las ideas; pero también en el entretenimiento y en el negocio. Dentro de estos cinco campos creo que es importante hacer un cine para el público, un cine que de alguna manera tenga la aspiración de ser un poco popular. Creo que gran parte de los problemas de las cinematografías en el mundo, muy en particular de las cinematografías latinoamericanas, es que muchas veces nos cuesta que nuestras películas conecten con el público. Afortunadamente, mis películas han encontrado una muy buena respuesta, las últimas cuatro que hice fueron muy exitosas en términos de la cantidad de espectadores y la larga vida que tuvieron, pero lo más interesante es que han trascendido el ámbito en el que está circunscrito el cine, que es el ámbito del entretenimiento y del espectáculo, y de alguna manera han generado reflexiones más amplias acerca del estado de las cosas en México y en ese sentido me siento muy satisfecho. Para mí, la sátira y la comedia negra han sido la mejor herramienta para acercar y poner en la mesa de debate estos grandes temas que a todos nos preocupan”.

¿Cómo hace para ser exitoso comercialmente sin perder el mensaje?

“Es muy difícil saberlo. Uno tiene que ser muy fiel y muy honesto con sus obsesiones y apostar porque vas a encontrar un público en esa apuesta, a veces puedes lograrlo y a veces no. He tenido películas que han sido muy exitosas, pero también películas que no lo han sido tanto porque tampoco sabes muy bien si el momento va a coincidir. Creo que ha habido coincidencias muy afortunadas en el momento histórico en el que mis películas se han hecho, por lo que logran tener una mayor repercusión en el público y han podido trascender el mero impacto del entretenimiento. Cuando hablas de ciertos temas que te preocupan especialmente y presentas la película, descubres que muchas otras personas tienen esas preocupaciones, puede que no las compartan totalmente, pero sí hay temas que coinciden y eso genera un equilibrio”.

En temas como el narcotráfico, ¿cómo se critica y entretiene sin hacer apología?

“Uno como creador, como generador de ideas, también tiene una cierta responsabilidad ética y moral, sería muy irresponsable hacer apología al narcotráfico, fenómeno que estamos viendo en muchas series de televisión, en narconovelas donde sí creo que se cruza esa delgada línea. No soy aficionado al género, pero con una curiosidad cultural te asomas y de pronto dices ‘cómo es posible que se puedan plantear personajes como esos que han generado tanto daño como héroes, paladines o modelos aspiracionales en una sociedad’, porque desafortunadamente sí son modelos aspiracionales para algunos sectores de la población. Creo que reforzarlo a través del entretenimiento o de los medios de comunicación sí puede ser una irresponsabilidad gravísima, aunque también obedece a tu visión de la realidad”.

En Colombia ha pasado con las producciones sobre Pablo Escobar, donde se supone que se hacen con ánimo crítico pero no todos los estamentos de la sociedad lo ven de esta manera y muchos quieren ser como él.

“Creo que es un fenómeno injustificable, pero entendible en sociedades tan desiguales como las nuestras. De pronto son fenómenos muy complejos para tratar de simplificarlos en una frase o en una reflexión rápida, pero pasa que en países tan desiguales en donde hay tan poca movilidad social, donde los jóvenes tienen tan pocas oportunidades, donde hay tal cantidad de gente en condiciones de miseria y que han visto el trabajo que cuesta poder tener una vida con los satisfactores sociales mínimos, esto les aparece una opción. Sin embargo, creo que la responsabilidad no está solo en los realizadores de este tipo de series, sino también en el público.

Creo que la libertad de expresión tiene que ser absoluta e irrestricta, y si hay alguien que de manera irresponsable quiere hacer apología y encuentra clientes ya es un problema de conciencia. Los medios, tanto el cine como la televisión, tratan de buscar un éxito económico y de pronto se vuelven mercenarios al no asumir la responsabilidad de las consecuencias que eso tiene en la sociedad, sin embargo, a lo mejor devolviéndonos a la primera pregunta, no creo que la influencia que puedan tener las películas o las series en la sociedad sea ni remotamente cercana a la que tiene la realidad. Los modelos perversos existen en la realidad y también se reproducen y se cuentan en ficción, ya sea en el cine o en la televisión”.

Igual hay que contarlo porque hace parte de la historia de los países, tanto de Colombia como de México.

“Así lo creo, además, en el caso de mis películas ha sido muy interesante que cada una de ellas refleje un momento histórico del país y hoy en México y en universidades del mundo se usan para hablar de estos temas. A mí sobre todo me interesa hacer películas sobre la realidad que me ha tocado vivir, padecer y a veces también, cómo no, disfrutar, pero que tengan eco en otros lugares, por eso para mí es muy interesante ver el acercamiento con el público colombiano porque las películas se vuelven como espejos donde la gente identifica ya sea personajes, situaciones, anécdotas o la historia completa, y la vive como una metáfora de lo que puede ser su realidad”.

También es necesario mirarse al espejo.

“Sí, aunque a veces no nos guste la imagen que nos devuelve. Mis películas en México han generado mucho debate porque la gente ha tratado de buscar y asociar a los personajes con personas reales, y esto ha provocado hayan tratado de censurar las películas, boicotearlas o sabotear el momento de su exhibición al publico, algunas de ellas de manera muy escandalosa, pero por suerte ellas han encontrado su camino. Despiertan curiosidad, pero también se han convertido en una provocación para que el espectador reflexione”.

¿Cómo ve el cine mexicano actual?

“Esa pregunta es larga y compleja. El cine mexicano vive una paradoja porque tiene un momento muy interesante en términos de la cantidad de cintas que se están produciendo, y de la diversidad y la pluralidad de estas. Hay de todo y para todos los gustos, desafortunadamente, y creo que no es privativo de México, tenemos el grave problema de la distribución y la exhibición. El año pasado se produjeron 130 películas, que es un número muy considerable, de los más altos históricamente, pero solo se pudieron estrenar alrededor de setenta, cincuenta de ellas se estrenaron en una o dos salas, y no tuvieron una vida más allá de la primera semana porque hay un dominio del cine hollywoodense. La paradoja es que están las películas, que las hay de todas, muy pocas buenas, algunas regulares y muchas muy malas, algo que tampoco es privativo de México, pero es el público el que tiene que tomar la decisión y desafortunadamente no están al alcance del público.

Estamos en un momento interesante porque se está redefiniendo el modelo de comercialización y distribución a través de las nuevas plataformas, creo que ya hay otras maneras de que lleguen al público, pero los que hacemos películas siempre tenemos la ilusión de que cumplan el ciclo completo, que primero estén en salas y que luego pase a las plataformas digitales, o a la televisión. En la gran mayoría de los países del mundo, pero sobre todo en los subdesarrollados, como nosotros, se reproduce este modelo. Hay películas, hay leyes estatales para que esas películas se hagan, pero no existen los modelos o las decisiones políticas para que esas cintas encuentren el camino, lo que es un poco triste”.

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