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En Buga, en alguna de esas viejas cafeterías que a veces podrían confundirse con cantinas aún en el día, el fotógrafo y periodista Camilo Molina escuchaba con mucha atención cada historia de algún comensal que decidiera parar unos minutos por ahí.
Lo hacía como un ejercicio, escuchar todo eso que la gente tenía para decir. “Parece que la gente no está acostumbrada a recibir interés por sus historias, como si las demás personas estuvieran cansadas de escuchar cosas”, cuenta.
Se topó con recuerdos de guerras viejas y otras más recientes, venganzas sin arrepentimiento, pérdidas incomprensibles, fiebres desmedidas, batallas feroces que se libran dentro de una cabeza e historias de escape y desplazamiento. Todas tenían a Colombia por escenario, las unía la nacionalidad y una realidad: que en el país pueden suceder hechos mucho peores que los que nacen de la imaginación de un escritor.
Molina, quien ha trabajando en diarios como El Tiempo y La Patria, escribió sus relatos cortos a manera de crónica, incluyendo la voz de algún protagonista entre el relato, y así surgió Los Muchachos de García, su primer libro, publicado por la editorial española Universo de Letras.
El relato que da nombre al libro está contado décadas después de la Guerra de Corea en la que un grupo de muchachos, liderados por un capitán de apellido García, supieron lo que era convertirse en soldados y bien lejos de casa.
Adueñarse de ellas
Molina no tenía planes establecidos de ponerse a escribir eso que le contaban, simplemente fue sucediendo. Anotaba o grababa las largas conversaciones que sostenía con quien quisiera soltarle sus historias y así fue como se puso una meta personal: recoger 20 de esos relatos. Iba buscándolos por donde iba: en Antioquia, en Bogotá o en otros pueblos del Valle. Los encontró, los desgrabó y los reescribió poco a poco.
Aunque esas historias partían de hechos verídicos, el resultado en las páginas de Molina terminó siendo ficción porque sentía que “si a esa casa que estaba armando le faltaba un cimiento o un piso, se lo añadía”. Tomaba prestado “el pedazo de otra realidad o con el diálogo que me dio otra persona” y lo juntaba con otro retazo para fortalecerlo.
Encuentro con Colombia
Vivió por varios años fuera del país, trabajó en la Universidad de Palermo en Argentina y se desconectó un poco de la escritura periodística para entregarse a la fotografía. Vivió otro tiempo en Estados Unidos, trabajó en el diario hispano La Raza del Noroeste en Seattle, y luego regresó a Colombia.
Tiene una fe golpeada por el país y eso lo confirmó a medida que escuchaba. “Lo que rescato es ese ejercicio de memoria que supone lo feo que nos pasa y esa es una pequeña contribución que hace el libro: mantener la memoria del pasado fresca. Mientras eso esté fresco, funciona para que se dificulte que nos agarren por sorpresa. Aquí siempre nos agarran por sorpresa, como si nunca nos hubiera pasado lo que nos pasa”..
Lecciones que quedan en la memoria de quienes lo viven y que hacen parte de una historia común que ocurrió, pero no debe ser olvidada