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Sobre todo hoy “el amor es el fundamento de la vida”. Entrevista con Manuel Vilas

Manuel Vilas viene al Hay Festival Medellín a presentar Los besos, una novela romántica para tiempos inciertos.

  • Vilas estará conversando sobre su novela con Amalia Londoño, el 27 de enero, en el teatro del Parque Explora, a las 6:00 de la tarde. FOTO DANIEL MORDZINSKI - CORTESÍA HAY FESTIVAL
    Vilas estará conversando sobre su novela con Amalia Londoño, el 27 de enero, en el teatro del Parque Explora, a las 6:00 de la tarde. FOTO DANIEL MORDZINSKI - CORTESÍA HAY FESTIVAL
23 de enero de 2022
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La humanidad está en la película Casablanca, como Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, sus protagonistas, atorados a la espera de salir de Marruecos, o de que se acabe la pandemia, en este caso. ¿Cómo se apaña el tedio y la incertidumbre? Con Dooley Wilson cantando As time goes by, un par de Cointreaus y una historia de amor. Para Manuel Vilas, esto último es fundamental. “Si un ser humano no está enamorado, debe intentar estarlo”, dice entre risas mientras habla de su más reciente novela, Los besos. El relato de un amor pandémico, entre un profesor recientemente jubilado, que decide irse a pasar el aislamiento a una cabaña campestre lejos de Madrid, y Monserrat, la encargada de la tienda, un par de lustros menor.

El redescubrimiento de las emociones y sentimientos más esenciales es lo que Vilas persiguió en el libro, pues estando en el fin del mundo no queda más que recurrir a “los amigos de la vida”. EL COLOMBIANO habló con él antes de su llegada a Medellín para participar en el Hay Festival.

¿Cómo emprende el proyecto de escribir una novela como esta, que es extensa, toma su tiempo, sin tener certezas de un mañana? ¿Cómo se hace esa apuesta de futuro?

“Precisamente, la novela quería ser una búsqueda de un territorio no devastado por el virus ni por las catástrofes, un territorio de ilusión personal, como es el amor entre dos seres humanos. La novela estaba pensada para recuperar la ilusión por vivir a través de una historia en un mundo desolado y triste, en donde la pandemia a muchas personas les ha robado la confianza en la vida.

Frente a ese mundo, quería construir una historia de seres humanos que todavía se ilusionan con algo que les pasa, y eso que les pasa es una historia de amor. Como en esta película, Casablanca, en la que Ingrid Bergman se vuelve a Humphrey Bogart, mientras entran los nazis en París, y le dice ‘El mundo se está derrumbando y creemos que es momento de enamorarnos’. Plantear la historia de amor como un refugio, como una tabla de salvación frente a las catástrofes sociales, históricas, políticas, sanitarias, de cualquier naturaleza”.

¿Cómo vivió su propio aislamiento?

“Lo viví mal, porque creo que han pasado cosas muy duras. Hemos visto que cada persona responde a la pandemia con una sensibilidad diferente, unos han sabido reaccionar de una manera muy positiva; otros, moralmente se han hundido y lo peor son las personas que han sufrido la enfermedad, por tanto, han pasado cosas graves en el mundo. No ha sido una guerra, en realidad, tampoco sabemos muy bien qué ha pasado.

Sabemos valorar lo que la historia ya tiene identificado, tenemos recuerdos de guerras o de catástrofes políticas, de catástrofes sanitarias no teníamos mucha memoria histórica. Luego está el problema económico, el problema político, el problema de las vacunaciones, en fin, un mundo complicado, donde quería precisamente salvar lo fundamental de la vida, la ilusión por vivir.

Ahora hemos visto que esta variante Ómicron ha vuelto a confinar y a preocupar a la gente, entonces parece una historia interminable. El problema es que durante esa historia interminable está ocurriendo también la historia de tu vida. No es una cuestión de un mes o dos meses, ya llevamos dos años, y en esos dos años tú tienes que seguir viviendo porque son dos años, donde tienes que seguir sintiendo felicidad, alegría y ganas de vivir.

La novela la escribí buscando un territorio donde se pudiera decir ‘aquí el virus no llega y yo puedo sentirme bien con la vida’. En realidad la novela no habla del virus exactamente, sino que habla de cómo huir del virus o de cualquier cosa que merme la confianza en la vida. Esto es lo que a mí me preocupa, los enemigos de la vida, que pueden ser una crisis económica, una injusticia social, una injusticia política, un totalitarismo, la miseria, la pobreza. ¿Cuáles son los amigos de la vida? El amor, la belleza, la esperanza. Quería hablar de los amigos de la vida”.

Y ahora, que parece haber pasado lo peor, ¿el mundo es diferente o volvimos a las mismas dinámicas?

“Creo que el mundo es un lugar más triste en estos momentos porque se ha perdido la confianza en la vida. Por ejemplo, cuando dos seres humanos pierden la confianza, es muy difícil volverla a recuperar. Con la vida no pasa lo mismo, pero perder la confianza en la vida genera una inseguridad mental, y creo que esa es la parte moral, la parte emocional del virus, que ahora estamos viendo. Por otra parte, las dinámicas socioeconómicas siguen siendo las mismas, hay una desorientación política general en todo el mundo, nadie sabe muy bien qué hay que hacer. Hay un divorcio entre políticos y ciudadanos. También las democracias se sienten en crisis. Hay muchas crisis, no solo sanitaria y económica, sino también moral”.

¿La situación ha generado nuevos temas literarios?

“Creo que sí. Ha habido novelas que están buscando motivos de esperanza, la literatura también tiene un cometido moral que es ayudar a que la gente viva. Creo que el amor vuelve como tema, eso significa que se quiere buscar aquello que en la experiencia humana puede ser ilusionante”.

¿Qué hace falta para enamorarse?

“La pasión amorosa es el fundamento de la vida, ese es el tema. Si un ser humano no está enamorado, debe intentar estarlo (risas). La necesidad de amor es lo que yo quería tratar porque me parece que es el fundamento de la identidad. Todos los seres humanos necesitan la experiencia del amor. La experiencia del amor es la experiencia de la vida misma.

La novela trata el tema en la edad madura cuando cuesta más enamorarse. Muchas personas que tienen cierta edad se asustan, les asusta el amor porque lleva mucho gasto de energía, física y psíquica. Sin embargo, hay que enamorarse a la edad que sea. Esto ya se ha dicho miles de veces en la literatura, que el amor es el fundamento de la vida. Lo que yo he hecho ha sido recordarlo, a través de una historia distinta. Lo que hace la literatura muchas veces es recordar cosas que tú ya sabes”.

¿Y se vive diferente el amor con la edad?

“En la edad madura se vive de otra manera porque hay muchas cautelas. Hay una experiencia ya de la vida muy aquilatada. El amor de personas jóvenes, de veintipocos años, es un amor sin precauciones, en el sentido de que la experiencia de vida es menor y se es más inocente y más ingenuo. Las personas que ya tienen 45 a 50 años, de ahí para arriba, son más precavidas, no se hacen tantas ilusiones, saben que puede acabar mal, que la convivencia es un problema, uno de los grandes deterioros del amor. Cuando dos personas están enamoradas, se ponen a vivir juntas, al año, a los dos años, empiezan a notar que ese amor se puede deteriorar. Todo eso está en la novela”.

¿Los enamorados viven en un mundo maravilloso?

“Sí, el protagonista, al principio, está muy contento. Es un hombre utópico, idealista. Idealiza a Montserrat, la protagonista femenina, la convierte en una diosa, en una especie de criatura; le cambia el nombre, la llama Altisidora, como un personaje de Cervantes; necesita idealizarla porque es un romántico, uno de los últimos románticos.

Ella es, en cambio, más realista, viene de una experiencia más concreta de la vida, ha tenido un hijo, ha tenido un divorcio. Él nunca ha arraigado en ninguna pareja, entonces el encuentro entre los dos, son dos psicologías muy distintas”

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