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Un vagabundo y un errante, así se miraba así mismo Manuel Zapata Olivella, como un Don Quijote o como Arturo Cova en La Vorágine, pero en búsqueda de una identidad que vería en rostros hermanos tanto en regiones de Colombia, como en Centroamérica e incluso en el Sur de los Estados Unidos, por donde transitaría a finales de la década de los 40.
Hoy, casi 80 años después se le recuerda como uno de los hombres colombianos que más se preocupó por conocer ampliamente los aportes étnicos, sociales y políticos de la raza negra y las herencias indígenas. Este año se cumplen 100 años de su natalicio y la Fiesta del Libro lo recuerda dentro del tema de las diásporas africanas en Colombia con obras como Changó, el gran putas, una donde la multiculturalidad estuvo delante y la tradición oral fue la base de su “realismo mítico”.
En movimiento
Se predispone a viajar, primero a través de la literatura y luego caminando y pidiendo aventones, cuando siendo un estudiante de Medicina en Bogotá, se dio cuenta de que su carrera no le daba las respuestas que él quería encontrar “para curar el alma, la situación de pobreza de muchos colombianos”, dice el autor e investigador George Palacios, profesor del departamento de lenguajes de Clemson University y autor del libro Manuel Zapata Olivella (1920-2004) pensador político, radical y hereje de la diáspora africana en las Américas, que se presentará en la Fiesta del Libro el domingo 11 de octubre. Ese mismo día habrá un homenaje de danzas dedicado al autor por parte de la compañía Sankofa Danzafro.
No se graduó porque consideró que “las causas de la enfermedad social no estabanen el cuerpo sino fuera de sí mismo”, añade el profesor William Mina, doctor de la Universidad Complutense de Madrid y profesor de la Universidad del Cauca.
Pasa por Tumaco, Cartagena, cruza a Panamá, llega a Guatemala, viaja a México y tiene la experiencia de cruzar la frontera con EE. UU. Al mirar las diversas realidades afro e indígenas en su recorrido se reencuentra “con esa otra América que estaba antes del descubrimiento y que el quiere ver en vivo”, añade Mina. De esa travesía surge Pasión Vagabunda.
Ser colombiano
En su familia hubo ascendencia indígena, europea y negra: “Manuel está buscando darle forma y fisionomía a su rostro porque parte de su ser está fuera de sí mismo”, apunta.
A comienzos del siglo XX se daban debates sobre qué es eso que constituye lo que es ser colombiano “y allí participaban médicos, pensadores e intelectuales”, cuenta Palacios. “Se proponía que debíamos alejarnos del trópico y el litoral”
Zapata Olivella subvierte esa idea y es uno de los pensadores que observa “con buen ojo” el aporte que hacen las poblaciones étnicas a la construcción de la nación y se preocupa por conocerlas.
En Colombia, “la construcción de esa memoria y ese pasado, desde un punto de vista político, social y cultural, se hizo sin los afro y sin los indígenas”, suma Mina. “El gran aporte de Zapata Olivella como antropólogo, intelectual, en sus novelas, ensayos y cuentos, es involucrar la participación activa de los indígenas (como en los Pasos del Indio) como personaje de primera categoría en la historia de Colombia y su aporte a la construcción del estado-nación”. Que el hombre colombiano viera que esa construcción de lo que es, es dada en igualdad de condiciones por parte de diferentes corrientes: afro, indígenas y europeas.
En un par de semanas el profesor William Mina estará dictando un seminario en la Universidad de Harvard sobre cómo se entrelazan la intelectualidad, la literatura y el multiculturalismo en la obra del escritor Manuel Zapata Olivella.
Dentro de las fronteras colombianas, sin embargo, no siempre ha tenido tantos oídos. En un año de homenajes para Zapata, investigadores de su obra esperan que deje de ser excluido como pensador, y que sus letras como sus palabras sigan haciendo que mute la mirada sobre una identidad mestiza rica en diversidad.