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Las mascotas también contaminan, y así puede ayudar para que sea menos

Por lo general el impacto ambiental se relaciona con la alimentación de perros y gatos, descuidando el tema del consumo responsable que también es fundamental.

  • Un gato comiendo concentrado. Foto: Esneyder Gutiérrez
    Un gato comiendo concentrado. Foto: Esneyder Gutiérrez

En la actualidad estudios hechos en diferentes países han analizado la huella de carbono de los animales de compañía. Por ejemplo, entre las conclusiones del estudio Cálculo de la huella de carbono de los animales de compañía, de la Universidad de Alcalá de Henares, España, está que “en 2020 los casi diez millones de perros y gatos que habitaron España fueron responsables del 1,20 por ciento de las emisiones anuales de ese país”.

Las del estudio Reducir los impactos ambientales de los alimentos a través de productores y consumidores, de la Universidad de Sao Pablo, son que “a un perro de diez kilos se le atribuyen más de 800 kilogramos de CO2 al año si se alimenta con una dieta seca, y de 6.500 kilogramos, si lo hace de una dieta húmeda”.

Hay dos elementos para reflexionar. El primero lo explica Juan Fernando Naranjo Ramírez, profesor asociado de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad CES: hoy se hacen muchas investigaciones del mismo tipo incluyendo no solo animales de compañía, sino de producción y humanos, pero si bien la huella de carbono es una herramienta de medición, esta solo mide una parte del impacto ambiental, el que está relacionado específicamente con la emisión de gases de efecto invernadero, lo que deja por fuera otros temas como la destrucción de hábitats, el uso del agua, la contaminación marina, entre otros.

La segunda tiene que ver con que todas las actividades desarrolladas por los seres vivos en la tierra generan ese tipo de emisiones debido a sus procesos metabólicos, y en el caso de los animales de compañía no podría ser diferente. Su huella ecológica es la consecuencia de toda la cadena de producción de materias primas para su alimento. Ejemplo: para producir un kilogramo de concentrado para un perro o un gato se van a requerir materias primas como maíz, soya, harinas de verduras o proteínas de origen animal (harinas de carne, de pescado, de pollo).

En el caso del maíz, la huella ecológica se deriva “de la preparación del terreno, del uso de unos fertilizantes, de un movimiento de material vegetal, del uso de combustible de un tractor o de los equipos requeridos en la siembra de ese cultivo, y del transporte en el que se lleva, una vez cosechado, hasta el lugar en el que será procesado”, explica Luis Gallego Castro, zootecnista, docente e investigador de sistemas de producción animal sostenible de la Universidad de Antioquia.

En ese sentido, de acuerdo a la materia prima que se utilice para la producción de alimento, el impacto puede ser mayor o menor, de allí que las dietas secas para mascotas sean menos contaminantes que las húmedas, pues estas últimas tienen un nivel de proteína animal mucho mayor, lo cual supone un impacto ambiental más elevado que el de la proteína vegetal, y un debate mayor ya que está creciendo la tendencia de alimentar a los perros o gatos con concentrados más exclusivos y con características particulares como la carne de pollo, de pavo o de cordero.

“Esto viene dándose porque los perros o los gatos hoy son manejados con un criterio mucho más, entre comillas, humanizado. ¿Por qué ese entrecomillas? Porque son tratados como un miembro más de la familia, lo cual conlleva a que haya un gasto más alto frente a las características de los alimentos que tienen que ver con los ingredientes, los tipos de empaques y los tipos de presentaciones”, argumenta Gallego.

Ese gasto al que se refiere el profesor no solo tiene connotaciones en cuanto a la alimentación, también en otras cosas que tienen que ver con su cuidado y su manutención como los juguetes, el vestuario que algunas personas acostumbran ponerles, las condiciones de alojamiento, el transporte, que en muchas oportunidades no son necesarias para el bienestar del animal sino que responden a caprichos, tal y como lo explica Dore Zapata, especialista en gerencia ambiental y que hace parte de La revolución de la cuchara como activista por los derechos de los animales y la naturaleza:

Los animales de compañía viven con nosotros y como nosotros en una sociedad completamente consumista y en la que todo el tiempo queremos estar comprando y botando, lo cual nos hace olvidar lo que es el consumo responsable, que en realidad es un tema importantísimo, porque si nos detenemos en él, nos damos cuenta de que la ropa por ejemplo es muy contaminante por los procesos que están presentes en su producción y por la manera en la que luego se desechan. Las casas también los son, los gimnasios y los juguetes en los que se encuentra mucho plástico de por medio, y que en muchas ocasiones son cosas poco usables, entonces hay que entender la animalidad de los perros y de los gatos”.

Estas acciones son las que usted puede tomar para disminuir la huella ecológica del animal con el que vive:

* Adoptar y esterilizar es lo primero. Son muchos esperando ser acogidos, lo que ayuda a disminuir los animales callejeros, y a su vez las bolsas de residuos rotas (ellos las rompen en busca de comida) y las heces fecales expuestas en las calles.

* Cambiar la alimentación por una que signifique un ahorro de CO2: si elige para él un alimento que tenga de proteína animal pescado o pollo, el impacto ambiental disminuye porque estas son las que menos lo generan si se compara con la carne de oveja o de cordero. Naranjo explica que hoy en día “una estrategia que se viene estudiando a este problema es buscar materias primas sustitutas, y los insectos son una muy buena porque son producidos de una forma adecuada y tienen un alto valor biológico que hace que pueda incluirse en esas matrices alimentarias para la fabricación de comida balanceada”. Aunque ya existen algunos concentrados con esta base, en Colombia todavía no se consiguen.

* Reducir el desperdicio de alimento, ya que este genera “aproximadamente el 8 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero ocasionadas por el hombre”, según el BID, y entre esa alimentación se comprende la humana y la animal. Naranjo cuenta que evitar esto es la segunda estrategia a poner en marcha en esta lucha contra el cambio climático.

* Comprar el concentrado a granel o en bolsas biodegradables, ya que “ahí tendríamos, digamos, un importante aporte frente a lo que es la reducción de emisiones de CO2”, dice el profesor de la Universidad de Antioquia.

* Disminuir o evitar la compra de juguetes, casas o gimnasios porque, así como lo explica Dore Zapata, “son monstruos híbridos fabricados a partir de un montón de plásticos, de metales o de tintas que en la mayoría de los casos no se pueden reciclar o compostar y terminan en un relleno sanitario”. Estos productos se pueden reemplazar por objetos hechos en casa con materiales reciclados.

* Reciclar los empaques de los alimentos o de las medicinas o de los juguetes, camas, o casas que se les compre.

* Usar productos para su limpieza que sean amigables con el planeta y biodegradables de ser posible.

* Comprar arenas para los gatos que sean biodegradables o de cáscara de maíz.

* Enmallar los balcones para que los gatos no salgan de casa, pues son los mayores causantes de muertes de aves, alterando sus ecosistemas.

Nátaly Londoño Laura

Periodista de medio ambiente de EL COLOMBIANO. En sus ratos libres se dedica a la lectura, al quehacer dibujístico y a la maternidad de gatos.

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