Ni el gato ni el perro pueden hablar para decirle que les duele la barriga. Tampoco se van a quejar de molestias ni a explicarle por qué se están orinando detrás del sofá.
Con ellos hay que estar pendientes del comportamiento y también saber que no hay que esperar a que estén enfermos para llevarlos al veterinario. Puede haber enfermedades silenciosas, que no notará. Además, prevenir le ahorrará problemas y tristezas a futuro.
No todo lo resuelve el veterinario, hay otro especialista que no aparece de primero en la mente, pero que le será útil si le va a conseguir un hermano al gato o el perro está haciendo muchas travesuras. El etólogo le ayuda con los problemas de comportamiento.
¿Cuando hay que llevarlos?