Si Hector Lavoe fue el pulido y reconocible aspecto exterior del Ferrari que impulsó a la salsa durante sus años de mayor octanaje —el que recibía todos los flashes—, desde el interior de la máquina, Adalberto Santiago fue un cilindro de su motor, que amplificaba junto a otras voces el sonido pesado que siempre le gustó al oyente exigente.
Así por ejemplo, si el tema “El rey de la puntualidad” habla con humor y cariño sobre la dispersión de Lavoe y su vocación por hacerse esperar, la canción se recuerda también por el telón de fondo memorable que supone tener a Santiago y otras leyendas de la voz salsera en el coro.
Un tono así de fuerte y decidido nos dejó joyas como “Vigilándote” con Roberto Roena; “Borinquen me llama” con Louie Ramirez; “Nadie se salva de la rumba”, con Celia Cruz yRay Barretto, y coros brutales como el de “Así vivo yo” de Orchestra Colón, “La Cartera” de Larry Harlow, o “Prostitución” de los Hermanos Lebrón.
Para hablar de esta enciclopedia de la salsa no bastarían ni 50 páginas, pero EL COLOMBIANO tuvo la oportunidad de entrevistarlo brevemente sobre algo de su leyenda en el Caribe. Un día antes de que se presente en la capital antioqueña junto a la Típica 73 —otra orquesta mítica que integró— y Bobby Valentín, pidió a los paisas que se diviertan en medio de una nueva edición del esperado Medejazz.
¿De dónde es usted oriundo y cómo inicia en la música caribeña?
“Vengo del pueblo de Ciales, en el centro de la isla Puerto Rico. Y crecí con mucha curiosidad por la música. Mis papás eran músicos, e iba mucha gente a mi casa a hacer fiestas. Yo en vez de estar jugando en otro lado, era sentado mirando y escuchando la música. En otras palabras, yo creo que crecí adulto (risas). Entonces aprendí la guitarra, la percusión, y a los 12 años nos mudamos a la ciudad de San Juan. Ahí empecé con un trío, mientras que seguí con la inquietud de formar orquestas más grandes.
La primera grabación mia fue en el 55, con el maestro Chuito Vélez, y en el 56 llegué a Nueva York. Fuimos a un programa de televisión estadounidense, que siempre para tiempos de Navidad invitaba grupos de música folclórica. Nosotros fuimos como un grupo típico, pero en realidad tocábamos de todo. Nueva York me gustó. Allí me apodaron ‘el Elbys Presley puertorriqueño’. Honor que me hicieron. Yo tocaba la guitarra y bailaba.
En el 57 volví de nuevo. En el 59 decidí ya hacer la mudanza con mi familia. Gracias a Dios desde ahí me fue de maravilla, no me puedo quejar. Le agradezco a Dios”.
¿Con quién empezó a trabajar por entonces?
“Grabé con Chuito Vélez de nuevo, Willie Rodríguez —con quien grabé aunque nunca trabajé con él—, Willie Rosario —la misma situación, pero recuerdo un viaje excepcional que se hizo a Venezuela en el 66—. Por el tiempo anterior a viajar a dicho país, yo tocaba bajo y cantaba en una orquesta grande de planta. De planta quiere decir que era fijo los fines de semana. Viernes, sábado y domingo. La orquesta de Chuito se había ampliado a una alineación grande. De saxofones, trompetas, yo cantaba y tocaba el bajo. Y fui a Venezuela porque el disco que hice con Willie Rosario pegó allá. Y gracias a Dios cuando yo volví de Caracas, Ray Barretto me fue a buscar a un club en Nueva York y me habló para ser parte de su grupo. A mediados del 66, antes de grabar con Fania, hicimos un LP que se llamaba “Latino con Soul”. De ahí formé parte de las primeras estrellas de Fania, en el Red Garter, un lugar americano en el bajo Manhattan. Entonces desde ahí, desde la primera grabación de Barretto con Fania, que se llama “Acid”, todo fueron éxitos. Después de Barretto fue la Típica 73, además de las infinidades de orquestas en las que gracias a Dios pude participar: Louie Ramírez, Tito Puente, Roberto Roena, etcétera. Al punto de que colaboraba en 99% de los coros que se hacían en la Fania ”.
Centrémonos primero en su experiencia a finales de los 60 en la orquesta de Barretto. ¿Cómo fue trabajar con él?
“Barretto era una persona muy responsable y sana. Y por esta última palabra quiero decir que no estaba en vicios de nada. Lo que tomaba era jugo (risas). Algún vinito, brandy, pero era una persona sana. Gracias a esas personas que estuvieron en mi camino en esa época, que aprendí mucho. Él fue un padre musical para mí. Le doy gracias y fue un honor trabajar con el maestro Ray Barretto”.
Y había muchos músicos de primer nivel en esa orquesta de Barretto. Estaba Louie Cruz, Orestes Vilató...
“Andy González, Roberto Rodríguez. Sí. Cuando hicimos el primer viaje con Barretto fue a Venezuela. Después estuvimos en Colombia, en los 70 ya, para un festival en el que estuvo también Johnny Ventura, pero entonces no estaba tan pegada la salsa en Bogotá. Había mucha más euforia en Barranquilla, Cartagena, Buenaventura. Las costas veían la entrada de discos de salsa gracias a los buques mercantes”.
¿Por qué después se van varios de esos músicos de la orquesta de Barretto?
“Eso tiene mucha gente que cree que fue un golpe de Estado (risas), al contrario. Nosotros le dijimos, los cinco músicos claves, Jhonny ‘Dandy’ Rodríguez, Orestes Vilató, René López, David Pérez y yo, con tres meses de antelación, para que se preparara. El último que salió fui yo. Como él no lo creía seguía trabajando normal. Pero eso fue una inquietud que se fue formando en la medida en que tocábamos en restaurantes, y en distintos sitios de Nueva York. Hacíamos jams de músicos que le tocábamos a Eddie Palmieri, a Tito Puente, o a Barretto. Y lo que se tocaba era música con mucha improvisación, sin papeles con las notas, era lo que nos salía. Así se formó la Típica 73. Eso ya se volvió una compañía con secretario, tesorero, plan médico, plan de vacaciones. Prácticamente eso se iba volviendo lo que fue un proyecto como el Gran Combo. Nosotros (Típica 73), hubiéramos sido la institución musical de Nueva York, era lo que queríamos. Pero como dicen ‘nada dura para siempre’ (risas). Como en el matrimonio, la incompatibilidad de caracteres viene a los dos años. Así es la vida”.
¿De esa época de la Típica 73 que canción o LP le gustó más?
“Todo lo que hicimos con la Típica me gusta. Hemos hecho reuniones, por los cuarenta años, he hecho bastantes presentaciones especiales con ellos. Seguimos trabajando y aquí no ha pasado nada (risas). Somos amigos y nos llamamos, estamos siempre a la orden”.
Uno de los discos que más oyen actualmente los coleccionistas de salsa acá en Colombia lo tiene a usted en los coros. Se llama “Salsa Universal” de la Orchestra Colón, donde está el tema “Así vivo yo”. ¿Cómo fue participar en tantos discos de distintas orquestas con los coros o incluso como voz principal en las canciones?
“Sí. Me acuerdo de la Orquesta Colón. Siento que es un honor para mí. Todos esos discos en los que colaboré son de disqueras subsidiarias de Fania. Me llamaban a mí, en primer lugar para que el disco tuviera nombres relevantes. Da la casualidad que por entonces los discos tenían esa cultura de poner los nombres de los coristas, de la percusión. Entonces agradezco a la gente que cultiva discos ahora mismo, porque mientras exista un colombiano la salsa no muere (risas), ese es mi dicho y lo digo hasta delante de los boricuas. Para mí fue un honor que todos esos grupos que estaban empezando me llamaran. Yo hasta los ayudaba con los acentos, con correcciones a las letras”.
¿Tenía que trabajar mucho con tantos discos en los que colaboró?
“Cierto. Se hacía tiempo. Me decían, ‘mira Adalberto, queremos que colabores con nosotros’. Yo respondía ‘dime cuándo y yo voy’. Entonces hacía mi tiempo. A veces yo salía, como un día junto al maestro Yayo ‘el indio’, que en paz descanse, después de hacerle los coros a dos LP de la Sonora Ponceña, y fuimos a saludar a Celia Cruz y Tito Puente, que estaban grabando como a 10 cuadras de donde estábamos. Cuando entramos al estudio, ellos salían a tomarse un break, y nos preguntaron ‘¿ustedes son?’ ‘¿Qué?’ ‘Los coristas’ ‘No’ ‘!Coño, te explico ahora, pero vamos a grabar!’. Hicimos tres LP en un día (risas).
Antes se usaba un canal para los coros, pero los ingenieros eran unos bravos. El equipo de sonido no era tan sofisticado, pero lo que sacaban era sabor de verdad”.
A nosotros acá en Colombia por eso nos gusta tanto conservar discos de esa época. Muchos coleccionistas consideramos que el sonido de ahora, el actual, es muy limpio, pero no tiene sazón..
“Pero no tiene sabor, sí. Antes se grababa por lo general todo el mundo junto. Naturalmente había particiones, para que no se colara tanto el bajo aquí o aquí, etc. Pero se trabajaba así. El cantante iba guiando la canción sin grabar, como si estuviera en una tarima, mientras que los músicos grababan la melodía. Entonces después sí llegaban los coros y la voz. Pero prácticamente el vocalista iba cantando lo que iba a hacer”.
Después de la Típica llegan los Kimbos. ¿Cómo estuvo esa otra experiencia independiente?
“Los Kimbos era un grupo de talento. Roberto Rodríguez, Reynaldo Jorge, Salvador Cuevas, Charlie Santiago, Nelson González, Eddie Montalvo, Orestes Vilató, era una orquesta versátil. Para mí fue uno de los mejores grupos que hubo en Nueva York, pero lamentablemente no tuvo suerte, no contó con ese factor. Nos quedamos en la oficina disquera donde estuvo también la Típica 73, y había favoritismos, aunque ya teníamos a otro agente, Ralph Mercado. Y pasó lo que pasó, que los mejores trabajos y contratos se los llevó otra gente. Hubo favoritismos”.
Después de usted colaborar para tantos trabajos y orquestas en la salsa, usted entra como solista con distintos LP grabados desde mediados de los 70. ¿Cómo logra grabar por su cuenta en dicha época tan compleja en términos de autonomía?
“En ese momento estaba con los Kimbos, y el trabajo no era tan bueno como cuando yo estaba en la Típica 73. Siendo vocalista, yo cobraba igual que todos los demás. Pero yo estaba al frente buscando trabajo para todos, buscando oportunidades para grabar y tocar en vivo. Yo pedí a mis compañeros un porcentaje adicional por estar realizando el trabajo extra que hacía. Me dijeron que no. Pero pensé que ya iba a cumplir 40 años, y me acordé de Roberto Ledesma, que se fue de solista a esa edad. Les respondí que a los 40 años me iba, y que ya era una decisión mía aunque me dieran el doble de lo que pedí en un principio.
Después de un tiempo ya estaba negociando la posibilidad de un álbum como solista con la compañía. Pero les advertí que si yo iba a firmar un contrato para un LP eso sería con el sello Fania. Ninguna subsidiaria. Me dijeron ‘OK’. Gracias a Dios, pensé. ‘¿Lugares tienes?’, me preguntaron. ‘Tengo pero necesitaré pronto una casa’. ‘Está bien, la tenemos’ (risas), y gracias a Dios hasta la fecha no me ha ido mal.
Por esas épocas de finales de los 70, usted grababa nuevamente con Barretto, ¿qué disco de los muchos que grabó con él le gustó más?
“Sinceramente todos los discos que uno hace. Para mí son como niños. Pero hubo un disco que en realidad me llega a mí, en esa misma época. Fue Rican/Struction. Tiene temas patrióticos, como “Al ver sus campos”. El jibarito herido. Siempre me ha llegado mucho, y me emociono cada que lo oigo. Barretto vuelve con toda la fuerza a la salsa en ese álbum, que quedó para la historia. En él grabamos temas como Ya Vez de Pablo Milanés. Los arreglos de Edy Martínez, con el bajo de Salvador Cuevas. Después de ese LP hicimos buenas presentaciones: Hollywood Palladium, Carrnegie Hall, Madison Square Garden. Fue muy bueno todo eso”.
En 1982 Roberto Roena lanza Super Apollo 47:50, para dar cumbre a una de las más legendarias carreras de la salsa. Y precisamente lo llamó a usted para cantar en ese LP. ¿Cómo fue esa experiencia de participar en dicho trabajo?
“Son cosas de la vida. Yo estaba por entonces muy saturado de trabajo. Tanto, que no tenía ni tiempo para prepararme. Me llamaba Víctor Gallo (en paz descanse), un gran amigo que era la mano derecha de Jerry Masucci. Teníamos un respeto mutuo. Yo le decía ‘te agradecería que me mantuvieras en standby, porque estoy saturado’. Me presentó un proyecto, que incluía colaborar en un trabajo de Javier Vázquez, y el otro de Roena. Fue una experiencia grande porque a Roberto yo lo quiero como si fuera mi hijo. Estamos en la misma religión (santería), y tuve el honor de estar en su ceremonia de Ocha”.
Ya después sigue usted vigente hasta incluso el año 89, cuando logra un éxito rotundo con “La noche más linda”. ¿Cómo mantuvo esa vigencia en momentos en los que la Fania se vino abajo?
“Eso fue gracias a ustedes, porque en Colombia fue que empezó todo. Y gracias a Dios eso ocurrió porque tengo las dos fuerzas, la de la salsa romántica y la pesada (risas)”.
Usted que participó en todos los discos de la Fania All Stars ¿cómo logró esto?
“Las compañías buscan los coristas porque las horas del estudio son las que más valen. Los coristas buenos saben economizar dinero a las disqueras, porque les ahorran tiempo. Si de 12 coros, 10 salen bien, la grabación es un éxito. Yayo “el indio” y yo le economizábamos dinero a las compañías de discos. Pero además yo creo que reconocieron la seguridad con la que cantaba, y la confianza que tenían todos de que yo al grabar siempre iba a dar el 150%”.
Y usted que estuvo en el núcleo de esa industria que representó la Fania, ¿Por qué cree que se desmoronó?
“Después de que Jerry Masucci se nos fue, se llevó lo que consideraba ‘su diamante’. Hizo una producción en el 94, que fue cuando se hizo un concierto de Estrellas de Fania con nuevo arreglo (Fania All Stars “Live”). Esa producción costó un millón de dólares. Las entradas baratas para ese concierto costaban 150 dólares de la época. Y entonces le preguntaron a Massuci ‘¿qué seguridad tiene la persona que compra un boleto VIP?’ Él responde: ‘La seguridad es que si no va la persona o llega tarde, ese asiento va a estar ahí. Porque estamos pagando prácticamente a todas las compañías de seguridad de Puerto Rico’. Por eso costó un millón de dólares esa producción (risas). O sea que era bien celoso con su diamante, la Fania. Pero después de su muerte (21 de diciembre de 1997), todo fue mermando bastante”.
Suena redundante afirmar que la salsa es su vida, ¿pero nos puede definir para usted qué es la salsa?
“Ya lo dijo, es mi vida. Me acuesto y me levanto con salsa (risas)”.
¿Y qué le diría al público de Medellín que irá a ver su concierto junto a las otras estrellas de la Típica 73?
“Ya estuve en años pasados en dicha ciudad con el Grupo Guasabara, con Luis Perico Ortiz, Lewis Kahn y Reynaldo Jorge, precisamente en el Medejazz. Estuve también en el Salsa Fest, y Medellín ha sido una plaza y un taller tremendo. Estoy esperando la bandeja paisa (risas). Espero que disfruten porque como siempre cantaré al 150%”.