A los integrantes de Perros de Reserva, banda paisa de rock, se les llama también “los vampiros de la carretera”. No es difícil ver por qué: una vestimenta cuidada, maquillaje pronunciado, accesorios y hasta lentes de contacto.
Toda la estética del grupo evoca ese halo oscuro, muy de Halloween que ha acompañado a tantos otros roqueros que han hecho de sus presentaciones verdaderas puestas en escena. Han estado en Altavoz, en Viva el planeta en Bogotá, Calibre Underground en Calir y Rock en Conachán en Lima.
Pero a diferencia de agrupaciones que tienen sobre ellas el mito de haber mordido murciélagos sobre el escenario o pisar pollitos con enormes botines de plataforma, Perros de Reserva está buscando mandar el mensaje opuesto. Su más reciente sencillo, Cultura Tortura, aboga por la defensa de la vida de los animales.
Y es que una cosa no quita la otra, por supuesto. Vestirse de cierta manera, usar maquillaje o tocar un cierto tipo de música es independiente a las creencias y las luchas de cada quien,
“Nuestro maquillaje es grotesco y emula lo oscuro, casi lindando con la muerte, precisamente porque el vampiro tiende a la inmortalidad y eso no es más que la vida a través de la trascendencia del arte o de nuestros actos”, reflexiona Elliot Elorza, vocalista del grupo.
“Cuando el maquillaje es grotesco nos recuerda la muerte y al hacerlo nos permite acordarnos de la proximidad de la vida”. Para ellos mientras más cerca se está de morir, es cuando más se valora la existencia. En este caso, una de las banderas que la banda ha hecho suya es la de la causa animalista.
Abordaron esa protección por la vida al atacar directamente las corridas de toros, una de las problemáticas que para ellos evidencia de forma más clara el maltrato contra los animales.
Aprovecharon el regreso de la temporada taurina en Bogotá para hacerle eco a ese problema que ellos consideran que aún puede tener solución. “Si en Medellín, entre los colectivos animalistas y la Alcaldía pudimos suspender las corridas de toros, en Bogotá también lo vamos a poder conseguir”, dice él.
El arte para hablar
Su idea fue entonces plasmar su mensaje no solo en la letra de la canción, sino aprovechar toda su estética para crear una propuesta visual potente que la acompañara.
El resultado fue un video musical grabado en una antigua plaza de toros en el municipio de Titiribí, Antioquia, un lugar que durante décadas funcionó como escenario para la actividad taurina y que se restauró para convertirse en un espacio cultural. Allí se albergan ahora encuentros de diferentes artes. Por eso para ellos era el lugar preciso para grabar.
Su idea fue que Elliot encarnara de alguna forma al toro en una corrida, porque lo que menos querían era mostrar animales sufriendo. Una bailarina hace las veces del torero y su danza evoca las estocadas al animal.
Por eso para ellos el arte siempre ha sido el mecanismo de expresión por excelencia: “El arte tiene que ser algo más que el mero entretenimiento o la estética que se está promoviendo hoy en día, especialmente por el reguetón y el género urbano. Tiene que ser algo que busque transformaciones sociales o individuales, que permitan una transformación mayor”.
El grupo planea publicar una nueva producción, la séptima, a mediados de 2019 que se titulará Nefelibata y contará con la producción de Mauricio Serna y Germán Villacorta. En julio tienen planeado presentarse en su propio festival, en Medellín.
Su idea es seguir llevando mensajes a través de su proyectos musicales. Se vienen más.