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Ramiro tiene su propia balanza de la justicia

El artista del corregimiento de San Cristóbal hace del arte una herramienta para la paz.

  • La casa arte Monte Sinaí la visitan cada mes por lo menos 100 personas, entre turistas nacionales e internacionales. Su dueño, Ramiro Arias, es un artista nacido en Manizales y radicado en Medellín desde los cuatro años. FOTOS Esneyder gutiérrez
    La casa arte Monte Sinaí la visitan cada mes por lo menos 100 personas, entre turistas nacionales e internacionales. Su dueño, Ramiro Arias, es un artista nacido en Manizales y radicado en Medellín desde los cuatro años. FOTOS Esneyder gutiérrez
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  • Ramiro tiene su propia balanza de la justicia
16 de agosto de 2022
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Las primeras obras de arte de Ramiro Arias fueron muñecos de arena cuando vivía en Manizales. Era el material con el que levantaron las casas de sus vecinos, tenía por hay cinco años. A los 15 comenzó a escribir su primer libro, Leer para aprender construyendo: fue un viaje de introspección, como ese joven se veía ante el mundo.

En 1995 tuvo el que podría ser su mejor golpe de suerte. Le alquiló al equipo del fallecido artista Rodrigo Arenas Betancourt un local en el barrio La Iguaná. Se hizo amigo de ese grupo de artistas que le enseñaron a pintar, a hacer esculturas. Hasta se les ofreció para ser ayudante. Y lo fue por mucho tiempo, y gratis. Entonces descubrió que lo suyo también era ser un artista.

Ramiro reside desde hace 41 años en el corregimiento de San Cristóbal, noroccidente de Medellín. En medio de las montañas no solo está la casa que comparte con su esposa Olga Lucía y sus cuatro hijos (tres hombres y una mujer), también tiene, a unas cuantas cuadras, su propia casa museo que se llama Monte Sinaí.

Más que una casa, parece una finca: tiene sembrados árboles de limones, mandarinas y naranjas, y distintas especies de flores. Hay, sobre todo, mucho San Joaquín. Pronto tendrá una huerta. Son 1.200 metros cuadrados de naturaleza. Los pájaros se escuchan casi todo el tiempo.

Es un terreno dividido en pequeños salones. En la parte más alta hay una casita de dos pisos: en uno tiene pequeñas esculturas fabricadas en acero y cientos de cuadros colgados en las paredes. Casi todas son pinturas en las que utilizó técnicas mixtas (acrílica, tinta web y óleo sobre lienzo). En casi todas hace un homenaje a las mujeres y a la justicia.

También hay fragmentos de su libro El arte en los últimos días de la humanidad que escribió hace 20 años y en los que ya lanzaba críticas sobre el calentamiento global, la desigualdad, la injusticia, las pandemias, entre otros daños cometidos por el hombre. Fue un tiraje de 500 unidades que llegaron a diferentes países: este libro lo tiene, incluso, Baltasar Garzón, el juez que condenó a Augusto Pinochet. Y esto dice en un apartado:

Cuando los humanos comprendan, entiendan, que el planeta Tierra ha dejado de ser un paraíso, porque su falso desarrollo le ha transformado en un campo de guerra, de tristeza, desigualdad, corrupción, injusticia, basurero de empaques de consumo, depósito radioactivo, moles de cemento, ruptura de capa de ozono, tala indiscriminada de árboles, calentamiento global, enfermedad y pandemias, entre otros miles de daños en la infamia cometida; entonces, y solo entonces, el hombre entenderá que su fin está muy cerca si no se comienza a reparar hoy mismo los errores cometidos.

Su propia versión

Monte Sinaí es un lugar que nació con la única intención de construir un mundo un poco mejor, “porque la gente viene a hacer una pausa en acción, se olvidan de todo mientras se les habla de arte; les cuento de cuánto valen y qué tan importantes son en este mundo, desarrollamos esa consciencia de los seres humanos, les recuerdo no olvidar escucharse a sí mismos”, explica el artista.

Arias piensa que cada persona cuando nace es como un lienzo en blanco para pintarse a sí mismo sin la intervención de los otros (la Policía, el cura, la mamá, el colegio, la universidad). Que la vida debería ser como pintar su propia obra de arte: esa pintura que luego le va a exhibir al mundo y, que en el fondo, representa la identidad de cada uno.

Afuera de Monte Sinaí reposa una gigantesca espada clavada entre la montaña. Es una obra suya que tiene el título de Balance Total. Mide 12 metros de altura, pesa 38 toneladas, está hecha en acero y hormigón.

La construyó con ayuda de 20 trabajadores hace seis años y la instaló sin necesidad de utilizar una grúa. La idea también la logró materializar y sacar del papel, dice, porque cuatro amigos (Óscar Arias, Cristián Ospina, Germán Arias y Fernando García) le donaran cada uno cinco millones de pesos durante un almuerzo. Ellos, los cuatro amigos, le siguieron la corriente.

“Esto es una crítica a la balanza de la justicia, una mujer con los ojos vendados no puede ser la dama de la justicia, ser ciego no significa ser imparcial y tener los ojos vendados puede significar no querer ver. Esta balanza tiene que tener un balance total, tiene movimiento, sí, pero no es una balanza para pesar papas. La espada es un símbolo de la justicia que ha estado a través de los tiempos, que ha estado en las guerras, se identifica como la boca de donde sale la sabiduría”, explica.

Ha recibido más de 30 reconocimientos: los tiene colgados en el estudio de la casa museo. A Ramiro lo ha condecorado la Cámara de Representantes, la Gobernación de Antioquia, diferentes alcaldías y universidades de Colombia, las embajadas de Alemania y Francia. Todas estas entidades le destacan su aporte a los derechos humanos desde lo que más disfruta hacer: el arte.

Así como la balanza gigante, ya tiene en mente su próximo proyecto: Villa Empanada. Un lugar similar a Monte Sinaí, pero donde se le rinda tributo a este típico alimento colombiano que ha sido el pretexto, según él, para construir iglesias, canchas, colegios. Le gustaría que fuera en Envigado. Lo quiere hacer, dice, como una forma de unir a la gente, que sea un espacio gastronómico donde se coman muchas empanadas de todo el mundo.

Y eso no es todo, porque las ideas de Ramiro no paran. En Santa Elena también tiene planeado construir una silleta a gran escala, de 12 metros por 9, en hormigón y acero, para instalarla en la finca de la familia Londoño: ya tiene la maqueta, está en la búsqueda de los recursos para comenzar a levantarla y que se convierta en otro lugar turístico de este corregimiento de Medellín.

Arte para la paz

Mientras Arias logra sacar adelante estos proyectos, le da los últimos toques a su más reciente obra que estará en su siguiente exposición llamada Diálogos de paz que se podrá ver en los próximos días en la estación de Policía La Candelaria, en el centro de Medellín.

Es una mesa de 200 kilos y dos sillas (cada una de 100 kilos) en acero patinado: técnica que utiliza para lograr el color que no es pintura, aunque parezca; ese tono lo logra a través de procesos con químicos. Esta obra, que la comenzó a hacer hace casi cuatro meses, perfectamente puede estar al sol y al agua durante los próximos 100 años, dice.

Las superficies de estos tres elementos resaltan por las figuras que tienen: fueron más de 4.000 cuchillos convertidos en soles, flores, libélulas y su propia versión de la balanza de la justicia. Armas cortopunzantes que incautó la Policía Metropolitana y se las donó para convertirlas en arte.

“Más de uno de estos cuchillos llegaron hasta sangrados, qué fechorías tendrán es una de las grandes preguntas; será una obra interactiva donde la gente se pueda subir y tomar fotos; se podrá tocar y servirá como instrumento para que la gente entienda la importancia del diálogo, del por qué tenemos que escucharnos, el ser humano se está matando por nada”, afirma.

La obra la acompañará de otro cuadro de su autoría: Encuentro con la libertad.

“Todas estas son armas cortopunzantes que ahora servirán para el diálogo, se volvieron en tronos para los reyes que se van a sentar. Aquí, en Monte Sinaí no hay nadie que valga más que otro, el que llega es un ser humano en igualdad de condiciones”.

38

toneladas es el peso de la obra Balance Total.
4.000

cuchillos utilizó Arias para su más reciente obra.

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