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Dos asteroides con el nombre de Asimov y Bradbury vuelan por el Sistema Solar. Representan el legado de dos autores, uno oriundo de Rusia y el otro de Estados Unidos, cuyas obras brotaron en ese infinito espectro de la ciencia ficción.
Ambos nacieron en 1920, Isaac Asimov en el segundo día del año y Ray Bradbury siete meses después, el 22 de agosto. Este año, a pesar de la pandemia, los dos han sido homenajeados por la comunidad de la ciencia ficción alrededor del mundo. Se planeó que el centenario del nacimiento de Bradbury, fallecido en 2012, fuera uno de los temas centrales de la Comic Con San Diego este año.
Este jueves se conmemora otra fecha: los 130 años del nacimiento del escritor de terror cósmico H.P. Lovecraft, quien se acercó al lado fantástico a través de la creación de personajes y monstruos que parecían sacados de pesadillas. Sus creaciones hacen parte de la serie Lovecraft Country, producida por HBO y basada, a grandes rasgos, en algunas de sus creaciones (ver cómo funciona).
Cada uno a su manera iba mezclando realidad con imaginación, que es el centro del género según César Vega, coordinador del Club de Ciencia Ficción que se desarrolla usualmente en el Planetario de Medellín. “La ciencia ficción es igual a imaginación, y va hasta dónde ella puede volar”.
Encuentros cercanos
La física Dara Hincapié, quien hace parte del equipo de coordinación del Club de Ficción, muy temprano se conectó con la lectura de este género. Primero se topó con el gran maestro, Verne, y luego fue llegando a Asimov y a Bradbury.
Ella lo describe como una serie de encuentros que permitían imaginar el futuro desde otras perspectivas. Asimov se animó a explorar terrenos tecnológicos y se acercó a eso que hoy llamamos inteligencia artificial como en la saga Fundación, Yo, Robot y El Hombre Bicentenario. “Plantea una posibilidad para la humanidad que va más allá del complejo de Frankenstein de tenerle miedo a nuestros inventos”, cuenta. “La ficción a veces tomaba el papel de tenerle miedo a los inventos de la humanidad, pero él mostraba que esos inventos son un reflejo de ella y lo que hagamos con los robots es un reflejo de cómo nos sintamos nosotros con ellos”.
En Lovecraft se topó con un juego entre la fantasía y el terror, no había leído nada similar. A diferencia del terror de Poe, que desarrollaba un terror “más local y personal”, lo hacía a través de seres que podían datar de hace miles de años.
Por su parte, apunta que Bradbury era más reflexivo frente a lo que plantea el ser humano con sus alrededores. Puso su mirada en la distopía como en Fahrenheit 451, un escenario donde leer está prohibido y caer en ese acto criminal era penalizado.
En Crónicas Marcianas se fija en “cómo es la forma en la que el ser humano se acerca a lo que no conoce”, como a un territorio o una especie nueva y cómo “la primera actitud del ser humano es invadir, sentarse y perturbar la naturaleza que encuentra”. Para ella la obra de Bradbury hace reflexionar y doler acerca de esa naturaleza que hay alrededor.
En últimas, esos enlaces al futuro hablan mucho del presente. La escritora Andrea Salgado, autora del libro La lesbiana, el oso y el ponqué, destaca que una obra del género no tiene por qué siempre encasillarse mirando hacia porvenires utópicos o distópicos.
“A veces la gente cree que la ciencia ficción tiene que ver con un futuro que no existe, que se hace imaginando mundos que no tienen sustento en la realidad y lo que sucede es que no hay un género más parado en el presente que este”.
Refuerza el ejemplo de Fahrenheit: “Lo que el gobierno quiere es que las personas vivan en un estado de aparente felicidad de manera permanente y que no tengan acceso a otras emociones”. Se hace referencia a un sistema económico en el que se quiere evitar que las personas piensen y sientan.
Salgado enfatiza en que en este tipo de ejercicios lo que se hace es especular con el presente y haciéndolo “parado en una postura crítica frente a lo que sucede”. Concluye que la ciencia ficción es política y de manera muy frentera.
Lo necesario
¿Y qué es lo que debe tener entonces una buena obra de este tipo? ¿Qué es lo que enganchó, además, de las obras de personajes como Lovecraft, Bradbury y Asimov?
“Debe tener humanidad”, sentencia Hincapié, una forma de reflejar las diferentes características del hombre y “eso se da cuando tienes personajes que podrías ver en el vecino de al lado o en tu amigo: que tienen cualidades, defectos e intensiones personales que giran en torno a un relato por más fantástico que sea el contexto”. Que sea posible conectarse con lo que proyecta un robot, por ejemplo.
Hay otros dos elementos, destaca Vega, importantes que deberían habitar en estas obras y es que, como en toda buena historia, haya riqueza en los personajes, además de varios giros que sorprendan más allá de cuan brillante sea un rayo láser, una estrella o una nave espacial.
Vínculos con la ciencia
No hay que olvidar que es importante que un autor de ciencia ficción tiene una muy buena base científica para escribir. Aunque la imaginación es una materia prima fundamental, al igual que la libertad en contenidos narrativos, “tiene que tener buen peso científico, para que sea creíble”. Dice que ahí entra a jugar el talento del narrador para saber contar ese tipo de contenidos.
De todas formas, hace una salvedad: “La ciencia ficción tiene que ser muy indulgente, muy flexible”, puede romper leyes de la física, por ejemplo, para que el contenido muchas veces sea creíble dentro de ese universo contemplado por el autor.
Ha habido esfuerzos y diversos proyectos científicos, como Launch Pad, seminarios en los que se invita a creadores de esta literatura para que se acerquen más a conceptos científicos antes de crear nuevas obras. Hincapié destaca que la Trilogía de Tierra Fragmentada, de N. K. Jemisin, involucra conceptos acertados de geología y astrofísica, pero enmarcados en un mundo apocalíptico, ficcional.
En la opinión de la física, “la ficción debe violentar la realidad para pensar en un futuro distinto, pero debe reconocer cierta credibilidad para aportar una visión realista y para no promover hechos científicos que no sean los correctos”.
En momentos tan extraños, que hace un año habrían sonado distópicos e imposibles, no estaría mal regresar a estos clásicos que puedan darle visiones sobre lo que se esconde más allá de escenarios donde los humanos ya no deben salir a las calles, por un virus peligroso y altamente contagioso que los obligó a cambiar sus rutinas de vida.