Este domingo, Medellín despertó distinta. El gris del cemento y el verde de las montañas se vieron cubiertos por un océano rosa que se tomó las calles de la ciudad. Más de 10.000 almas, unidas por un mismo propósito, dieron vida a la décima edición de la Carrera de las Rosas, un evento que ha trascendido lo deportivo para convertirse en un canto colectivo de esperanza contra el cáncer de mama.
El punto de encuentro fue el Parque de las Luces, frente a La Alpujarra. Allí, entre globos, camisetas y sonrisas, la multitud se fue concentrando desde muy temprano. No importaba la marca del reloj ni la velocidad de la zancada; la meta, en esta ocasión, era mucho más profunda: recordar que ganarle la batalla al cáncer es más importante que llegar primero. Cada paso, cada respiración agitada, llevaba consigo un mensaje de vida, de amor y de conciencia.
La carrera se tiñó de solidaridad. Voces que se alzaron entre la multitud repetían un mismo eco: la importancia del autoexamen y la detección temprana, como claves para salvar vidas. Y, sobre todo, un homenaje a las mujeres valientes que día tras día enfrentan esta enfermedad con una fortaleza que inspira. Entre los corredores, figuras de la vida pública también se sumaron al llamado. La concejal Claudia Carrasquilla recorrió la ruta con el corazón en la mano.
“Hoy corrí la Carrera de las Rosas con el corazón lleno de gratitud y admiración. Cada paso fue un homenaje a quienes luchan contra el cáncer y, en especial, a las mujeres valientes que lo enfrentan con determinación. Ustedes son ejemplo de coraje, resiliencia y vida. A quienes hoy están en la batalla, las abrazo con mi admiración infinita”, expresó.
El precandidato presidencial Juan Carlos Pinzón también estuvo presente y dejó un mensaje de compromiso.
“A las mujeres un mensaje de solidaridad y el compromiso de un sistema de salud que las pueda atender con toda la dignidad que corresponde”.
Pero fueron, sobre todo, las voces de la gente del común las que le dieron un carácter íntimo y humano a la jornada. Andrea Ochoa corrió pensando en su cuñado y en su hermana: “Son muy valientes y me siento orgullosa de ellos”.
Edison Franco lo hizo por su madre y por su prima recién diagnosticada: “Son mujeres fuertes y valientes, y vamos a darla toda por ellas”.
Y Paola Murillo, entre lágrimas y sonrisas, se regaló un motivo propio: “Voy a correr por las mujeres paisas y especialmente por mí, porque somos valientes”.
El ambiente fue una fiesta, una mezcla de alegría, música y unión, donde miles de corazones latieron al mismo ritmo, enviando un mensaje inequívoco: la lucha contra el cáncer de mama es de todos.
Sin embargo, la jornada también dejó un lunar que tiñó de tristeza el aire festivo. Uno de los participantes falleció durante el recorrido, entregando, en el más profundo de los sentidos, su vida a una causa noble y necesaria. Su partida recordó que, aunque la carrera era simbólica, la lucha que representa es real y muchas veces cruel.
Así, Medellín vivió una mañana inolvidable, vestida de rosa y de esperanza. Una ciudad que corrió unida para demostrar que la fuerza de una comunidad puede ser más poderosa que cualquier enfermedad, y que cada paso, por pequeño que parezca, puede convertirse en un grito de vida.
Carlos Enrique dejó la vida
Carlos Enrique Restrepo, de 48 años, quien sufrió una emergencia médica mientras participaba en el recorrido de 5 kilómetros en Medellín. De inmediato recibió atención del equipo médico y de las ambulancias dispuestas en el evento, y posteriormente fue trasladado al Hospital General de Medellín. Sin embargo, pese a los esfuerzos, no fue posible salvar su vida.