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Ciclismo, una cuestión de familia

A Stiven Ortiz y Weimar Roldán los une más que el amor por la bici. Tío y sobrino, rivales en carretera.

  • FOTO cortesía team medellín
    FOTO cortesía team medellín
28 de septiembre de 2018
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Cruzar juntos la meta, levantando los brazos en señal de victoria, tras la primera etapa en el Tour de Río en 2013, es el recuerdo más especial que comparten Stiven Ortíz y Weimar Roldán en el ciclismo.

Más que el amor por este deporte, a los pedalistas del Orgullo Antioqueño y el Team Medellín, respectivamente, los une la sangre.

Tio y sobrino corren juntos desde hace 15 años por las carreteras del país, a veces vinculados en la misma escuadra, otras por la voluntad de triunfar como familia así defiendan camisetas diferentes. “Esa vez, en Río, los dos corríamos para el EPM y nos fugamos, estuvimos volados toda la carrera y llegamos juntos a la meta, fue un momento muy bonito porque era una prueba muy importante”, comenta Weimar, que corrió con su tío en los equipos GW e Islas Baleares.

Aunque los dos atravesaron la meta al mismo tiempo, hubo un ganador: Weimar, el más jóven de los Ortiz. “Yo le dije que cruzara primero, porque quería que ganara, lo quería ver triunfar en una carrera grande, igual habíamos hecho el mismo esfuerzo para llegar”, comenta Stiven, quien esta temporada se unió al Orgullo.

“Él siempre quiere que uno esté bien y gane”, asegura Weimar, que se siente respaldado en la carretera por su tío, quien lo vinculó profesionalmente al ciclismo.

En 2005 Stiven tomó nuevos rumbos y se fue a Mallorca, España, a correr a Islas Baleares, un equipo amateur. En sus primeros meses, mientras se preparaba para estar a punto, los miembros de la escuadra le contaron que estaban buscando un nuevo ciclista y él, sin dudarlo, recomendó a su sobrino.

“Vivimos un año en Mallorca, participamos en clásicas y circuitos tanto en la isla como en la península, vivíamos juntos, nuestra relación se afianzó”, cuenta Stiven, hoy un veterano de 37 años.

Con cariño, ambos recuerdan los momentos que han pasado sobre sus bicicletas, las largas jornadas de entrenamiento bajo el sol inclemente o la intensa lluvia; las caídas en las que se han visto involucrados, o cuando uno necesita un empujón de más para terminar. “Así estemos rezagados, él sabe que tiene mi apoyo y cuenta siempre conmigo”, dice Stiven.

Entre los dos no hay rivalidad y aunque son tío y sobrino, describen su relación como una hermandad “aunque ambos tenemos claro que defendemos los intereses de diferentes equipos”, dice Weimar.

Ambos son conscientes de que les queda poco tiempo en el ciclismo, por eso antes del retiro esperan cumplir un sueño: “celebrar juntos un título en nuestra tierra”, concluye Stiven.

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