Un rumor con aire de certeza se ha mantenido jornada tras jornada en la edición del ponyfútbol que se juega por estos días en la cancha Marte 1: los aficionados al evento insisten en que ha sido generosa en fútbol recreativo, y que la talla promedio de los chicos parece haber bajado, así como la intención de los entrenadores de “amarrar” a los muchachos anteponiendo el resultado por delante del juego.
Algo así como una vuelta a la esencia del torneo, que este año está completando 34 citas consecutivas alimentado los sueños de miles de niños para quienes pisar esta cancha y estrenar su uniforme lo es todo.
“Hay equipos que apuntan mucho al tema de la talla, pensando en las ventajas que ofrece tener jugadores que marquen tanta diferencia física a esta edad. Para mí, lo primero es armar un grupo de buenos muchachos y después hacer un proyecto siempre con el balón como eje y respetando el aporte que cada niño puede dar”, dice Juan Camilo Mejía, entrenador de Rionegro. En este equipo, por ejemplo, el jugador más alto tiene 1.73 metros en comparación con un chico de Cali que mide 1.80.
Con esa idea de juego, “hemos logrado expresar el buen fútbol que queremos”, agrega este hombre que propició uno de los momentos más bonitos del certamen en la tarde del miércoles cuando envió a la cancha al pequeño arquero Cristian Zapata en reemplazo de Simón Velásquez, cuando faltaban poco más de cinco minutos y Rionegro derrotaba 3-0 a Inder Medellín quedándose con el cupo a semifinales.
Según los organizadores, este año el promedio de estatura oscila entre 1.48 y 1.50 metros. Rionegro y Montenegro registran los más bajos niveles (1.50).
Pese a ello, Mejía cuenta que siempre les he dicho a sus muchachos que son pequeños de estatura pero grandes de corazón.
La decisión de Mejía, exjugador de Envigado, Bucaramanga y varios equipos en el exterior, recibió los aplausos de los espectadores en la Marte 1 y hubo incluso quienes recibieron de pie a Cristian, al que poco le importó jugar cinco minutos de un partido resuelto. Corrió desde la raya hasta el arco con el ancho uniforme que hasta le colgaba y una sonrisa imborrable.
“Cristian es un gran compañero y un gran arquero, y aunque la talla no le favorece hemos tratado de hacerlo sentir incluido. Es buen atajador y tiene cosas interesantes. Pero lo importante es que también haya podido disfrutar un poco de un sueño que, al igual que los otros muchachos, buscó a lo largo de meses en los zonales”, reconoce Mejía.