Cerca de las 8:00 a.m. de los miércoles y los viernes, Tomás Patiño Soto sale de su casa en Prado Centro, rodando con su fiel silla de ruedas hasta el Metro. Tras 20 minutos de viaje, arriba al Coliseo de Combate del Atanasio Girardot para acudir a su mejor terapia: el boccia.
Su mamá Amparo trabaja y su hermana Marcela estudia en la U. de A., por lo que le toca acudir solo a esta cita. Su parálisis cerebral no le impide expresarse ni mucho menos lanzar las bolas de manera precisa para sobresalir.
“Él tiene un buen juego en corto, es muy preciso, quizás le cuesta un poco el largo”, revela Mauricio Giraldo, su entrenador de la Selección Antioquia.
Y estas aptitudes las ha desarrollado el año que lleva practicando el deporte. Su vida se basó más en el estudio y las fisioterapias, incluso cuando vivió su adolescencia en el Amazonas, en medio del calor de la selva y extrañando la tierra en la que nació hace 19 años: Medellín.
Sabe de la importancia de seguir desarrollando sus capacidades cognitivas, por lo que cursa Comunicación Gráfica y Publicitaria en la Universidad de Medellín. “Cuando salí del colegio, me preguntaron: ‘Tomás, usted qué quiere hacer’, y yo siempre sentí afinidad por las relaciones públicas”.
Por eso, sus terapias pasan por llevar una mente alejada de las discapacidades: asistir a un claustro educativo y destacar en un deporte apto para sus condiciones.
Y por eso es una de las esperanzas de Antioquia para el Nacional de boccia que se desarrolla en la ciudad. Hoy competirá en individuales, y la emoción que recorre su cuerpo no se esconde. “Tengo mucha expectativa de competir con otros, medir mi nivel y ojalá de ganar”.
Tomás es uno de los cerca de 250 guerreros que luchan por sobresalir de los problemas a diarios. “La vida depende de qué cara le quiera poner, yo valoro cada cosa que tengo y en los mínimos detalles”.