La familia de Maritza Arango le viene pidiendo, desde hace algunos años, que repita su receta de pollo con pimentón, puré de papa y arroz verde para engalanar la celebración navideña.
Sin embargo, a la doble medallista de bronce en los Juegos Paralímpicos no le gusta repetir recetas cada 24 de diciembre, aunque confiesa no ha pensado bien cuál hará mañana.
Lo que sí tiene claro la atleta, quien sufre de ceguera, es que pasará estas fiestas con una buena cantidad de familiares, en su casa en el barrio El Carmelo de Bello.
“Lo normal es que nos reunamos varios familiares y, además de la comida, hagamos natilla, buñuelos, tomemos vino y ya después armamos la parranda”.
Abrir los regalos es una cosa que ya parece haber quedado en el pasado. Al lado de su esposo Hugo Gándara y su hijo Juan Esteban Marulanda (de 16 años), que supo quién era el niño Dios cuando tenía seis años, se dan los regalos antes de que lleguen los invitados.
Eso no era tradicional en su infancia. Ella, junto a sus ocho hermanos, eran obligados por su padres a ir a la manga de su finca, mientras les dejaban los regalos debajo de la almohada, en horas de la noche de los 24 de diciembre. “Me acuerdo que me di cuenta quién ponía los regalos a los 11 años y fue algo traumático, me puse a llorar”, relata.
Sobre los presentes que más la marcaron no específica uno en especial porque, en el campo, lo más fácil que les podían regalar era ropa, algo que siempre la hacía feliz.
Aún así lo que siempre pedía eran muñecas, era aficionada a tenerlas en su casa. Curiosamente, a sus 38 años, ninguno de los traídos ha sido relacionado con el deporte.
Aunque la Navidad es cuestión de tradición para ella, reconoce que ahora todo es distinto porque, por ejemplo, su hijo ya recibió un celular desde noviembre. “Más allá de los regalos, esta es una época de alegría y amor”.
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