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La cara de felicidad y picardía de Tom Brady, cuando el comisionado de la NFL Roger Goodell fue abucheado por todo el estadio al momento de entregar el premio Vince Lombardi, lo decía todo.
El mismo Goodell se encargó de mancillar el nombre del mariscal de los Patriots por un escándalo de balones desinflados, el cual acarreó una multa de un millón de dólares y cuatro fechas de suspensión para el terrible Tom.
Aún así, este episodio efímero jamás logrará manchar la reputación de Brady, quien dio una lección magistral de fútbol americano en la épica remontada de New England ante los Falcons de Atlanta (34-28).
Los números que registró el jugador de 39 años en la edición Super Bowl 51 no los igualan ni el mítico Joe Montana (con los San Francisco 49ers), ni Terry Bradshaw (con los Steelers) ni Peyton Manning (con los Broncos).
Conquistó su quinto título en 16 años, su cuarto trofeo como MVP de la final, completó 43 de 62 pases -la mejor marca de la historia en esta clase de encuentros-, impulsó 466 yardas y dos anotaciones.
Jugó, además, su séptima definición del fútbol americano como líder de yardas de todos los tiempos (1.065) y anotaciones (13).
Quedará inmortalizado su lanzamiento que permitió a Patriots avanzar y, posteriormente, igualar la serie con una excelente atrapada de Julian Edelman.
“En realidad no es un trabajo mío, se trata de una labor de todos mis compañeros”, expresó Brady, dichoso con el trofeo Vince Lombardi en sus manos, tras el encuentro que lo inmortalizó.