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“Ya no siento la angustia de que si no hago una inmersión defraudo a alguien”: Sofía Gómez tuvo charla “profunda” con El Colombiano

Después de lograr el récord panamericano de apnea con una inmersión de 110 metros, Sofía Gómez Uribe habló sobre el deporte y la vida con este diario.

  • Sofía Gómez Uribe, radicada en Medellín, realizó una inmersión de 110 metros durante el Deep Dominica, evento que organiza, en noviembre del 2025. Ahora disfruta más el deporte. FOTO cortesía Daan Verhoeven,
    Sofía Gómez Uribe, radicada en Medellín, realizó una inmersión de 110 metros durante el Deep Dominica, evento que organiza, en noviembre del 2025. Ahora disfruta más el deporte. FOTO cortesía Daan Verhoeven,
hace 1 hora
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Hace unos años la apneista Sofía Gómez Uribe tocó fondo. No el del mar, como muchos pensarían por su deporte, sino en su vida. Pasaron cosas –y pasó el tiempo– que la llevaron a crecer, madurar. También a dejar de tomarse las cosas tan en serio y empezar a disfrutarlas más. Entendió, pagando un precio muy caro, que hay que liberarse del peso de las expectativas para alcanzar felicidad, tranquilidad, récords.

Hace poco, en Dominica, bajó 110 metros y estableció una nueva marca panamericana. Desde la Isla habló sobre el tema con El COLOMBIANO.

¿Cómo fue la preparación para este récord panamericano?

“Este récord llevaba un año calentándose. En el Deep Dominica de 2024 hice 104 metros en competencia y en entrenamiento 110. Compitiendo no lo intenté, pero ya tenía idea de que lo podía hacer. Sin embargo, no fue fácil. Este año, en medio del trabajo que hice afuera del deporte (siendo organizadora del evento), cuando llegué a Dominica hace dos meses, para entrenar, también tenía un campamento programado con 13 personas que vinieron desde Chile. Por eso, dos semanas antes de la competencia creí que no iba a participar. No obstante, mi socia en el evento me respaldó y me enfoqué en los entrenos”.

¿La preocuparon los sobresaltos que tuvo que afrontar?

“No. Yo sentía que tenía los 110 metros en mí. No me daba angustia ni nada. Desde hace un tiempo tomé esto como un ejercicio de compensación. Me dije: ‘Iré hasta donde pueda compensar el aire y que los oídos no sufran’. En la competencia hice dos inmersiones, una de 107 metros, donde me quedé sin aire y me devolví para no estirar los tímpanos, y después lo intenté de nuevo hasta lograr el récord”.

¿Qué diferencias hubo entre la inmersión de los 104 metros de 2024 y las de este año?

“La diferencia más grande son los 6 metros de columna de agua de más que uno baja, donde el aire aún se está comprimiendo y uno tiene que compensar la presión en los oídos. Uno puede sentir narcosis, que es la asfixia por nitrógeno. Cada inmersión es su propio mundo. Sin embargo, la capacidad de compensar la presión en los oídos es el ejercicio técnico más exigente y lo que deja a muchos fuera”.

¿Qué fue lo más difícil?

“Que antes de mi inmersión, la ucraniana Kateryna Sadurska hizo un récord mundial de peso constante sin aletas. Lo difícil para mí era manejar mi emoción, porque soy su fan. Necesitaba concentrarme y pensar en mí, pero cuando llegué a la cuerda no sabía qué estaba haciendo. Sin embargo, eso fue bueno: le quitó misticismo a mi inmersión y me llevó a disfrutarla. Creo que me quité la presión de que no importaba qué pasara. Lo importante era disfrutarlo mucho. Al final, llegué a los 110 en 3:12 minutos y fui feliz”.

¿Cuál fue el mantra esta vez?

“Mientras iba bajando cantaba Fireball de Pitbull y Magnolias de Rosalía, las dos canciones que me acompañaron ese día desde que me levanté”.

Alguna vez me dijo que la apnea se había convertido en una carga, ¿eso ha cambiado?

“Sí. Amo la apnea. Cada vez confirmo más que esto es mi terapia. Hace un par de años me prometí buscar paz, tranquilidad y esto me lo da. Claro que es incómodo cuando uno está en el mar. En la inmersión del récord pensaba que por qué iba tan profundo, o quería respirar, pero ya no siento la angustia de que si no lo hacía defraudaba a alguien, como antes. Ahora sé que si no lo logro una vez, lo intento al día siguiente. La vida sigue: no me puedo preocupar por lo que no puedo controlar”.

¿Cuál fue el punto de quiebre?

“Yo creo que crecer y ver que esto no me puede definir el resto de mi vida. Empecé a pensar: ‘¿Quién soy cuando no soy Sofía la apneista?’. Sé que esto es importante, pero no lo único de mi vida. Antes me lo tomaba demasiado en serio. Cada inmersión era lo más importante. Pero luego, siendo organizadora, me di cuenta de que la gente que menos la pasaba bueno era la que más se preocupaba. Ninguna inmersión es tan importante como uno se lo imagina. El grupo logístico, por ejemplo, debe cambiar cuerdas hagas o no la inmersión. Si lo logra o no, el mundo sigue igual”.

¿Cómo ve el tema de la salud mental en el deporte hoy?

“Es un tema difícil, sobre todo en deportistas que dependen de sus resultados. Creo que se sigue hablando muy poco de salud mental. Pienso que falta mucho acompañamiento psicológico, en especial a los deportistas que recién inician. Es muy difícil competir desde pequeño. Nos falta más acompañamiento a los jóvenes, que entiendan esto como algo agradable. El deporte también tiene que ser felicidad”.

¿Cómo se siente en el rol de organizadora de eventos?

“Es gratificante para mí escuchar a la gente decirnos que aquí se sienten como en familia. Por eso, cuando compiten, se sienten tranquilos para intentar récords mundiales. Acá nadie juzga a nadie porque haga o no una inmersión. Esta competencia fue la más grande que hemos tenido. Fueron 35 personas, que es mucha gente. En ella se hicieron tres récords mundiales en sin aletas, monoaleta y máster. También panamericanos”.

¿Cómo es el proceso para que acepten las marcas?

“La competencia se inscribe ante Cemas, que es la Confederación Mundial de Actividades Subacuáticas, de la que hace parte la Federación colombiana. Para que acepten récords mundiales, tiene que haber un delegado técnico, jueces internacionales y pruebas de dopaje. Es una característica importante y lo más caro como organizadores. Traerlas cuesta un platal que no podíamos cubrir, pero Cemas nos ayudó. Luego, cuando se hace la inmersión, hay una cámara que registra que sí llegaste hasta el punto y se debe subir un testigo –un pedacito de velcro en la mano–, y hacer el protocolo de salida (decir i’m ok), sin tocar la cuerda. Luego hay que hacerse la prueba de dopaje”.

¿Doparse para hacer apnea?

“Es raro (risas), pero aquí cualquier medicina que ayude a mejorar el rendimiento es dopaje. Hay unos como los ansiolíticos que hacen bajar el ritmo cardiaco. También los que desaceleran el metabolismo porque reducen el consumo de oxígeno”.

¿Ha crecido la práctica de apnea en el país?

“Sí. Creo que estamos de moda. En Medellín ha explotado la apnea por la visibilidad que se le da y porque, además, es un deporte mental. La gente llega buscando conectarse con su ser desde otro lugar. Es una terapia que enfrenta a las personas a muchas preguntas e incomodidades. Uno encuentra nuevas cosas aquí. La apnea es muy confrontante porque si no confías en lo que haces, sientes angustias o miedos, sales del agua con turbo. Hay que estar alineado y en paz con muchas cosas. Esto tiene connotación espiritual”.

¿Cuál será el próximo reto?

¿Cómo ha sido el rol de dirigente deportiva?

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