Músicos que brillan afuera y aquí pocos conocen

No es posible contarlos todos ni es tan fácil rastrearlos. No suelen aparecer en las primeras páginas de los diarios ni ser tendencia en las redes sociales, pero en el exterior llenan teatros, están en los escenarios más importantes, aprenden de la mano de grandes maestros y son un referente en lo que hacen.

Un detalle adicional, quizás el más importante en esta edición especial de Director por un día: todos son colombianos y empezaron su formación en el país, con el apoyo de instituciones y fundaciones nacionales. Aquí, cinco historias que hacen vibrar el orgullo colombiano cuando suenan:

Una batuta antioqueña en Viena y Bulgaria

La Orquesta Sinfónica de Pazardjik, en Bulgaria, lleva 15 años bajo la dirección del maestro Grigor Palikarov, pero el pasado 11 de enero este paisa, de 25 años, tuvo la batuta.

No es su único mérito: Sebastián Almánzar ocupó el segundo lugar en el concurso internacional de directores de la Unión Europea, entre 300 músicos de 57 países. Tuvo una hora y quince minutos para preparar la Cuarta sinfonía de Beethoven, primer movimiento, y el Concierto número dos para piano de Brahms, cuarto movimiento.

Dirigió a 50 músicos frente al maestro Palikarov y otros directores de sinfónicas en Turquía, Francia y Filipinas. Sebastián recuerda de Medellín su formación en Iberacademy y Eafit. Ahora estudia con el maestro Simeon Pironkoff en Viena.

Tocarle a ese Buenos Aires querido

El género que aprendieron en su paso por Argentina inspiró el álbum Bogotá- Buenos Aires en 2015. El proyecto gustó: los nominaron a un Grammy Latino.

La historia se repitió en 2017 con Pa’ qué más, esta vez con el bambuco, la guabina y el pasillo, inspirado en el trabajo de los hermanos Daniel y Lucas Saboya, del trío Palos y cuerdas.

El Quinteto Leopoldo Federico compitió por el gramófono a mejor álbum folclórico. Su director, Giovanni Parra, un bandoneonista, no fusiona ritmos, prefiere revivir el legado de grandes como Astor Piazzolla y Carlos Gardel.

En el grupo también se escucha a Alberto Tamayo, en el piano, Andrés Almanza, en el contrabajo, Francisco Avellaneda, en la guitarra y Daniel Plazas, en el violín. Juntos, desde hace ocho años, van de aquí para allá, entre los sonidos de estas dos culturas.

La voz que aplauden en Londres

Tiene 28 años y esta soprano ya fue la figura central de Carmina Burana, en el Royal Albert Hall de Londres, uno de los teatros más renombrados del mundo.

Su nombre apareció en el primer renglón del cartel de tan reconocida ópera y el público asistía para oírla. Fue emocionante, dice. No soñó con que su experiencia allí fuera tan pronto.

Y fue sobrecogedor, pero no se acerca a lo que siente en Colombia: “Nada como cantar en casa”. Lleva cinco años en Londres, donde hizo una maestría en música lírica y hace parte del National Opera Studio.

Apenas lleva en la música nueve años, Julieth Lozano no fue un talento precoz. Cambió los cálculos de la ingeniería Industrial por otro tipo de instrumento, uno más poderoso: su voz.

Cuerdas colombianas retumban en Nueva York

El messi del arpa. Así describió la pianista japonesa Hiromi Uehara a Edmar Castañeda, con quien hizo el álbum Live in Montreal en 2017.

A los 7 años, se topó con este instrumento cuando iba a una clase de joropo. Fue una revelación: supo que no quería bailar más. Lo suyo eran las cuerdas, pero no de la forma tradicional.

Se mudó a la Gran Manzana cuando tenía 16 años, ahí se sintió atraído por la libertad y sofisticación del jazz. De la mano de su mentor, el músico cubano Paquito D’Rivera, Edmar se obsesionó con entender este género y estudió trompeta para lograrlo.

Incluso, creó su versión de arpa con una empresa francesa y desde su primer álbum, lanzado en 2007, no ha parado de mezclar su sonido con el del jazz, el flamenco y los ritmos africanos.

Vientos que afinan una orquesta en Hungría

Su sonido, dulce y a la vez áspero, la cautivó. Luego descubrió que este instrumento sirve para afinar a los demás en una orquesta. Ángela Calvo supo desde sus 20 años que quería ser oboísta, y hoy lo hace en la Orquesta Sinfónica de Miskolc, en el norte de Hungría.

Estudió en la Universidad Tecnológica de Pereira, pero fue su maestra Diana Franco, de la Universidad de Antioquia, en un curso privado, quien la impulsó a buscar en Europa un lugar para vivir de tocar su instrumento. Intentó irse a Londres pero no funcionó.

El plan b: Hungría. Entró a la Academia de Música Franz Liszt, profundizó en su instrumento y aprendió el idioma. Debía regresar al país pero una beca otorgada por estas dos naciones alargó su estadía en el viejo continente.

Cursó una maestría y hace dos semanas presentó su recital para graduarse de otra, ya en Suiza, en la Universidad de las Artes de Zúrich.

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