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Motores de negocio y maestros del golf

Don Pascual Tamayo legó a sus hijos una empresa ingeniosa que fabrica motores que mueven el Metro de Medellín, así como la vocación por este deporte. Aquí la historia.

  • Motores de negocio y maestros del golf
  • Mónica Tamayo (centro), también es directora de la Escuela de Golf del club El Rodeo.
    Mónica Tamayo (centro), también es directora de la Escuela de Golf del club El Rodeo.
13 de febrero de 2015
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Fabricando escobillas de carbón y rebobinando motores, el ingeniero eléctrico Pascual Tamayo Acevedo comenzó en 1970 un taller para ganarse la vida, en el patio de su casa del centro occidente de Medellín.

Lo hizo con la complicidad de su esposa, María Elena Acevedo, quien le ayudaba con la contabilidad y pintando las piezas que se juntaban aplicando ingeniería inversa: desbaratar motores para repararlos y volverlos a armar.

Con su creatividad y capacidad de tomar riesgo, el negocio comenzó a crecer al poder alargar la vida útil de motores de textileras, cementeras, mineras y subestaciones de EPM. Así, abrió bodega en la zona industrial del barrio Belén, a mediados de los ochenta, bajo el aviso “Taller Eléctrico Palacio Tamayo y Cía”.

Y entre alambres, poleas, borneras, rodamientos y demás partes de los motores, crecieron sus hijos Mónica, Ricardo y Juan David. Ellos fueron testigos de cómo su papá no compraba las máquinas para abrir bobinas o balancear motores: luego de conocerlas en ferias de Estados Unidos, se venía para Medellín y con sus leales empleados él mismo las ensamblaba.

La pasión en el golf

Don Pascual les inculcó a sus hijos el empuje para asumir nuevos retos, la honestidad en los negocios y el cumplimiento en todos los compromisos. Y su vocación tardía para el golf, lo impulsó a meterlos desde chiquitos a aprender el exigente deporte en los campos del club El Rodeo.

Mónica, la mayor, cogió un palo de golf desde los 11 años. Despuntó con su talento y ganó una beca por el golf. Mientras estudiaba ingeniería de sistemas y lingüística, fue parte del equipo de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos).

También Ricardo tuvo esa opción, pero decidió estudiar administración de empresas en Eafit. Por allí también pasó Juan David, quien desde hace 24 años se dedicó a enseñar golf, hoy en campos de El Salvador, en Centroamérica.

Y al tiempo que Mónica comenzó una exitosa carrera de golfista profesional por 14 años, en los ochenta, su papá le intentaba seguir los pasos en cada torneo, hubo años de hasta 22, sin descuidar su negocio y su pasión: los motores.

En tanto, su hija llegó a ganar tres veces el Nacional Juvenil, y aún tiene una marca entre los golfistas colombianos: en un solo año se hizo al Juvenil Nacional y al Suramericano y al campeonato Nacional de Mayores.

Desde 1992 ella estudio y se forjó como profesora, especialmente de niños, al punto que en 2011 fue reconocida como una de las mejores 50 instructoras del mundo, la única latina, según la US Kids (Federación de Menores de Estados Unidos). De hecho, por 10 años ha dirigido la Escuela de Golf del club El Rodeo, hoy crisol de 90 talentos locales para este deporte, 55 de ellos menores de 15 años.

“Mi papá siempre nos decía que había que tener una profesión y un arte y que, en cualquiera de los dos podríamos trabajar, y le hicimos mucho caso”, comenta Mónica con sencillez.

Trabajar con papá

Pero mientras el golf era la pasión de los hijos Tamayo, también el trabajo reunió a la familia. Luego de que don Pascual le recompró su participación al socio y amigo Guillermo Palacio, se acabó la regla de que no entraban familiares al negocio.

Mónica y Ricardo comenzaron a trabajar con su padre. Ella dejó una empresa de tecnología y Ricardo el mundo de los seguros.

“Trabajaba con el golf y al aire libre, pero también me hacía falta el reto intelectual. Así que desde hace 10 años parto mis días entre las clases y los temas de la empresa”, relata Mónica.

Sin ser ingenieros eléctricos, ella y su hermano se convirtieron en la mano derecha administrativa de don Pascual. Lograron la certificación de calidad con el Icontec y documentar todo lo que su padre y el ingeniero Germán Montoya tenían más en la cabeza que en planos.

Su llegada coincidió con el empeño de don Pascual para demostrar al Metro de Medellín que podían reparar y reconstruir los motores de sus trenes: solo si funcionaban, pagaban. En 2004, luego de nueve arduos meses, lo lograron.

El Metro ya no tuvo que enviar hasta España los motores averiados de sus trenes, y en solo lotes de seis anuales. Desde entonces se ahorra un 40 por ciento en costos y el taller Palacio Tamayo les arregló 12 por año, que para 2014 pasaron a ser 36, tres por mes.

Sin embargo, Mónica, Ricardo y un fiel equipo de 38 empleados no esperaban que a mediados de 2013, falleciera don Pascual, a sus 77 años, por complicaciones respiratorias.

Fue un golpe demoledor para todos, pero la empresa debía seguir, con clientes importantes como el Metro y otros de la industria como Grupo Argos, Mineros, Familia, Fabricato, Colanta e Isagén, y la lista sigue.

Pero, visionario y emprendedor como era, don Pascual dejó en planos poder construir el rotor de tracción, el corazón de los motores del Metro, así como una locomotora para minas de socavón “made in Medellín”.

En marzo de 2014 Mónica y Ricardo repitieron la estrategia aprendida de don Pascual. Le propusieron al Metro fabricar ese rotor completo. Aceptado el reto, estuvo listo en tres meses y funcionó igual que uno importado desde Europa.

“La meta para 2015 es entregar por mes al Metro tres motores reconstruidos y otros dos rotores nuevos”, explica Ricardo, quien anuncia que en pocas semanas también estará listo el primer prototipo nacional de locomotora minera, importadas hoy desde Perú o Japón.

Con todo, habrá golf y empresa para mucho rato. El hijo de Mónica, de 22 años, luego de estudiar gastronomía quiere seguir con ingeniería eléctrica. Y de los mellizos de Ricardo, de 8 años, a uno le gusta armar cosas, como al abuelo, y el otro ya se perfila como golfista, es alumno de su tía y quiere ser como Tiger Woods.

Don Pascual puede descansar tranquilo, la tarea que arrancó medio siglo atrás es hoy un motor de negocio y cuna de maestros de golf.

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