En la vía Tarazá–Valdivia cruza una quebrada que baja del Nudo del Paramillo. Gran parte de las tierras que recorre las compró Jorge Iván Rodríguez, empresario antioqueño, a finales de los setenta. Un predio de más de 1.000 hectáreas dedicado a la ganadería que llamó Hacienda Río Rayo.
Esa experiencia agrícola motivó a dos de sus hijos: Iván, zootecnista, y Luis, veterinario. Montaron una finca de transferencia de embriones en los años 80, cuando todo era cielo, pasto y ganado. Luego llegó la fiebre del oro y, con ella, la inseguridad. La finca quedó expuesta a la minería ilegal, pero Iván entendió que si se iban la hacienda y su entorno se perderían, por lo que se dijo: “¡La madre! Esto hay que cambiarlo” y decidió retomar la producción.
En 1993 firmó con Corantioquia un comodato para recuperar 100 hectáreas degradadas por minería. Creó viveros y generó empleo formal en una zona donde casi no existía. Mientras la minería informal seguía, había que encontrar formas para que también el territorio se beneficiara. En 2004 nació la Reforestadora Integral de Antioquia, con la que sembraron 325 hectáreas en suelos áridos y pedregosos. Todo el proceso fue manual.
De ese proceso surgió otra oportunidad: las abejas. En la primera entresaca del bosque la gente pedía veneno para las “avispas”, pero eran colmenas. Decidieron aprender y en tres años crearon 12.000 colmenas. El Bajo Cauca producía 10 toneladas de miel al año, hoy produce más de 450.
A la reforestación le siguió el aserrío y el carbón vegetal. Recientemente impulsaron un proyecto de biocompostaje para recuperar suelos degradados. Las imágenes satelitales muestran cómo las manchas naranjas de la minería reverdecen hasta hacerse bosque. El plan de Iván es crear un corredor biológico entre el Paramillo y la Serranía de San Lucas. En el Global Big Day, Río Rayo ocupó el primer lugar en Antioquia y el tercero en Colombia, con más de 330 especies observadas.
La hacienda también logró formalizar la minería en el terreno. Hace poco obtuvieron dos títulos donde operan con estándares ambientales y sociales, lo que les permitió acceder a la certificación suiza SBG, que otorga un valor adicional a cada gramo de oro destinado a proyectos sociales y ambientales.
Cerca de 300 personas trabajan de manera formal o asociada en los terrenos de la hacienda. Para Iván, eso ha sido clave para disminuir tensiones en una zona marcada por la pobreza y la violencia. “Aquí cabemos todos, pero respetándonos. Si la actividad da para repartir, repartimos”.
En el camino se han sumado aliados como la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia, instituciones ambientales y una comunidad que se ha convertido en doliente de la finca.
Hacienda Río Rayo funciona hoy como un modelo de economía circular y minería responsable, donde la minería financia restauración, la restauración impulsa nuevas economías y estas sostienen a la gente. La idea es recuperar 10.000 hectáreas degradadas y demostrar que, en un territorio difícil, es posible generar empleo, regenerar el ambiente y construir convivencia.
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