Para Diana Lucía Cano, un postre siempre significó un momento feliz. Las visitas donde sus abuelas en Navidad para hacer torta era un evento especial. Una preparaba torta envinada y la otra, torta de vainilla que batía manualmente. Diana se metía en esas cocinas, pidiéndoles que le enseñaran y con los años, la curiosidad dio fruto. Fue encontrando los secretos y trucos del oficio.
Sin embargo, la vida la obligó a tomar un pequeño desvío. Después de graduarse como zootecnista, Diana empezó a trabajar vendiendo agroquímicos en San Pedro de los Milagros, pero todo cambió cuando cancelaron su contrato, un golpe duro que dejó su hogar sin sustento económico. Este revés fue la señal que la impulsó a volver a la cocina: estudió, investigó y comenzó por encargos pequeños. El voz a voz de sus clientes fue tan fuerte que la llevó, en 2021, a dedicarse de lleno a la repostería con Bersaglio.
Bersaglio significa “Diana” en italiano y representa el objetivo de dar en el clavo del sabor en cada cliente. Para lograrlo, ella trabaja con técnicas de repostería italiana, en la que las cremas son protagonistas y las combinaciones frutales y de frutos secos abundan.
Diana desarrolla tortas o postres para cerca de 20 locales en San Pedro de los Milagros, Santa Rosa de Osos, Entrerríos y Medellín. Su objetivo es que cada local tenga productos exclusivos, jugando con los sabores y las decoraciones.
Para atender esta demanda, tiene su local cerca del Coliseo B en San Pedro de los Milagros, donde ella y otras dos mujeres trabajan juntas, produciendo entre 30 y 40 tortas diarias. Cuidar a este equipo, compuesto por madres cabezas de familia, es su prioridad y felicidad: “Me da mucha satisfacción poder tener a mi equipo de trabajo tan bien organizado”.
Ella ve el emprendimiento como un videojuego donde los logros: obtener el registro Invima para sus brownies o que nuevos restaurantes le abran las puertas, son como pasar al siguiente nivel. Esta adrenalina no es su única motivación.
Su mayor impulso es la alegría que ve en el rostro de sus clientes. Todo el esfuerzo y las preocupaciones valen la pena cuando observa los rostros felices, los ojos con brillo y le dicen “ay, mija, qué torta tan rica nos hizo”. Así, Diana en cada preparación cocina esa misma felicidad que sus abuelas le regalaron en la infancia para que más personas puedan probarla.