El mango, la fruta que define gran parte del paisaje agrícola de Santa Bárbara, se perdía en épocas de cosecha por falta de compradores y de un modelo de comercialización. La solución surgió de la unión. “Empezamos en 1998 con la idea de vender juntos y mejorar entre todos”, recuerda Jaime Alberto Quiroz Granada, uno de los socios fundadores de Asofrusabar.
Con el tiempo llegaron la sede, las reuniones periódicas, las rifas y cabalgatas para recaudar fondos, las primeras ferias y la entrada de nuevos cultivos como aguacate, naranja y mandarina. El Sena los acompañó en la creación de estatutos y la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia formalizó su personería jurídica. Ese fue el inicio de una etapa que proyectó a Asofrusabar hacia un trabajo más técnico y orientado a la calidad.
Uno de los hitos de crecimiento surgió con el proyecto Alianzas Estratégicas, que apoyó la tecnificación del proceso poscosecha. Gracias a ello, la Asociación impulsó el reemplazo de la tradicional caja de madera por la canastilla plástica, un sistema más higiénico y respetuoso con la fruta. Productores como Pedro Alberto Valencia, zootecnista y agricultor, recuerdan cómo estas mejoras elevaron los estándares de manejo y redujeron pérdidas. Ese mismo impulso también permitió desarrollar las angarillas para transportar mango a lomo de mula, una innovación local que marcó una nueva forma de trabajar en las fincas.
Con el paso de los años, la Asociación creció hasta reunir a más de 150 productores y consolidar un reconocimiento en la región. Pero su mayor salto llegó recientemente con la creación del Centro de Investigación y Agroindustria, un logro colectivo impulsado por un proyecto de cooperación internacional que hace parte de la Ruta de la Bioeconomía para la Paz. Allí, bajo el liderazgo actual de David Vanegas, la Asociación vive un nuevo capítulo orientado a la transformación, el valor agregado y la economía circular.
Hoy Asofrusabar procesa mango, cítricos, guanábana, maracuyá y otras frutas para obtener pulpas, mermeladas, zumos y aceites esenciales, estos últimos con un enorme potencial por su aplicación en cosmética, alimentos y aromaterapia. Y lo hace con una visión sostenible porque los residuos resultantes del proceso se convierten en alimentos para ganado o en insumos para nuevos desarrollos. Nada se pierde, todo vuelve al ciclo productivo.
Asofrusabar ha logrado, además, integrarse a la Red de Abastecimiento de la FAO y el Ministerio de Agricultura, realizando encuentros de compra y distribución con mayoristas y vinculando productores de municipios cercanos. Este trabajo en red fortalece la seguridad alimentaria y posiciona a Santa Bárbara como un territorio agrícola estratégico.
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