El Valle de Aburrá produce un viaje aéreo por habitante al año. O sea que son alrededor de 3 millones y medio de personas que al año viajan por el modo aéreo. Es decir, cerca de 10 mil personas diarias.
Pero una parte lo hace por el Olaya Herrera y otra por el José María Córdova de Rionegro. Por lo tanto, un 70 por ciento, 7.000 personas, están subiendo o bajando a Rionegro. Y, otro tanto, por otras razones que mueve el Valle de San Nicolás de Rionegro: trabajo, recreación, sobre todo los fines de semana por motivo de turismo, que tiene gran incidencia en la economía en la zona.
Afortunadamente, la conexión de Medellín con ese valle tiene otras vías alternas como la autopista Medellín-Bogotá, Santa Elena y El Escobero, lo que atenúa el problema.
Pero hay negocios y actividades educativas que están en la propia vía y la conexión se hace difícil y hay extrarrecorridos. Son impactos que se esperan de un cierre. La vía ha estado cerrada anteriormente pero eran periodos en el día y luego se habilitaba de nuevo. Esto ocasionará recarga en el gasto de combustible hacia Oriente. Unos 15 mil vehículos diarios tendrán que gastar más combustible por el extrarrecorrido y por los peajes adicionales.
Del lado de los negocios habrá disminución en las ventas, incluso de las mismas estaciones de servicio que quedan en la vía.
Todo esto hace parte de la vulnerabilidad de nuestra red vial que influye mucho en el desempeño de la región.
Una medida de la vulnerabilidad de la red del departamento es mirar para cada comunicación importante cuántas alternativas existen para llegar de un sitio a otro.
Por eso las regiones no deben de tener una sola forma de llegada sino varias, cuando ocurran estos problemas.
El problema de fondo, de todos modos, no es tener varias vías por si acaso, sino tenerlas bien porque en invierno todas pueden colapsar.
*Investigador de la Universidad Nacional y experto en temas de Movilidad
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