El primer ministro Silvio Berlusconi tendría suficientes motivos para estar preocupado, si de verdad le interesara el futuro de Italia.
Haber salvado por escasos tres votos la moción de censura en su contra y apreciar el descontento popular que desató la decisión del Parlamento en las calles de Roma serían razones de peso para, mínimo, esperar un cambio de actitud de Il Cavaliere.
Pero no. Berlusconi sigue atornillado al inmenso poder que le representa manejar la mayoría de medios en Italia y contar con una maquinaria política que se mueve al ritmo que el dinero del Primer Ministro le inyecta cada vez, y son muchas veces, que siente amenazada su permanencia en el poder. Superar la moción de censura y parecer inmune a todos sus escándalos no son suficientes para creer, como cree Berlusconi, que Italia no merece un futuro mejor.
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